Niños ucranianos vuelven a su país tras pasar el verano en San Pedro: «Recordaré siempre la alegría y los días soleados»

Niños ucranianos vuelven a su país tras pasar el verano en San Pedro: «Recordaré siempre la alegría y los días soleados»

Verónica, 14 años, larga melena pajiza, vuelve a Kyiv con algo de sol del Mar Menor en las mejillas. «Recordaré siempre la alegría y los días soleados», cuenta tras cantar el himno de su patria bombardeada con la mano en el pecho y los párpados entornados. Es uno de los 35 menores ucranianos, de entre 9 y 14 años, que vuelven el domingo a su país después de pasar 17 días de vacaciones en paz a la orilla del Mar Menor. A la adolescente se le ha dividido el corazón entre «la manera feliz y abierta de los españoles» y la preocupación por los suyos. Un cruce de emociones les despierta las ganas de quedarse en las playas murcianas y, al mismo, tiempo, el deseo de abrazar a los que aún son su familia. Todos son hijos de militares y policías, algunos de ellos caídos en combate, lo que ha dejado huérfanos a una parte de estos niños y niñas que la guerra ha traído a la Región.

«Esto ha sido un respiro después de un año y medio de guerra. Ahora vuelven al constante sonido de las alarmas aéreas», explica la jefa de la delegación ucraniana, Nataliia Osmak. «No os imagináis lo que es tener una mañana tranquila. Los niños han podido dormir bien, despertar en paz, tomar el sol y mejorar su salud», cuenta la funcionaria. La mayoría se ha conocido en este viaje, ya que proceden de distintas ciudades y pueblos. «Dependiendo de cómo están sus municipios podrán volver al colegio o no, así que muchos darán clases a distancia y otros tienen profesores privados que les ponen deberes y les examinan cada trimestre», cuenta el traductor, Vladi Matviikiv. En algunas de sus ciudades, las escuelas son ya un montón de escombros. La última ha sido la que recibió el ataque de un dron ruso hace un mes y acabó con la vida de una amiga de Nataliia Osmak, la responsable del grupo. «Era un colegio», repite contrariada.

Todos en Ucrania llevan ya en el móvil la aplicación que les avisa de un posible bombardeo. En algunas regiones, la alarma salta más que las notificaciones de Tik Tok. Para los menores, estas vacaciones lejos de la guerra han sido un simulacro de normalidad. Incluso la comida les ha gustado, a pesar de las diferencias gastronómicas. «Las patatas fritas, el Cola Cao y las galletas con universales», aclara Osmak.

Han estado pendientes de ellos los 5 monitores del Ministerio del Interior de Zelenski. La guardia nacional Tetiana Soloviova, la policía nacional Antonina Vouk, el técnico del Servicio Estatal de Emergencias, Andriy Huk, y la militar del Servicio Estatal de Fronteras Irina Hakh, junto a la responsable Nataliia Osmak.


La militar del Servicio Estatal de Fronteras Irina Hakh se despide de las autoridades.


Pablo Sánchez / AGM


Este modelo de vacaciones comenzó a realizarse el verano pasado, cuando otro grupo de menores descansó dos semanas en la costa valenciana. Este año, el destino ha sido la Región, por la colaboración del Ministerio del Interior español con la Comunidad Autónoma y. el Ayuntamiento de San Pedro del Pinatar. El pasado 8 de agosto salieron de la ciudad de Lviv (Leópolis) con un miembro de la División de Cooperación Internacional de la Policía Nacional española. Han recorrido 3.200 kilómetros, con paradas en Alemania y en Francia, para lo que han contado con el refuerzo de seguridad de las policías nacionales de dichos países y de Polonia.

En la Región, más de 600 familias ucranianas desplazadas por la guerra reciben ayudas de 400 euros, más 100 euros por cada hijo menor. Son una parte de los 5.626 refugiados de ese país en Murcia, que ha sido la quinta comunidad española que más huidos ha recibido de la invasión rusa. A nivel nacional han sido 180.000 los refugiados ucranianos, lo que convierte a España en el quinto país con más desplazados del país atacado, según informa el delegado del Gobierno, Francisco Jiménez.

«Mi marido fue un ejemplo de protección a su país y a su familia»

Las profundas ojeras detrás de unas grandes gafas de sol negras delatan a Irina Hakh, militar del Servicio Estatal de Fronteras de Ucrania. Su marido, al servicio del Ejército ucraniano desde hace 17 años, murió hace un mes en acto de servicio. «Cuando comenzó la guerra fue de los primeros en salir a proteger a Ucrania», explica Irina. Conserva su memoria como «un ejemplo para los militares en la protección a su país y a su familia».

Ella y su hija han podido «dormir bien y descansar tranquilas, aunque no dejan de llegar malas noticias de lo que pasa allí». Cree que «los niños ya se llevan algo de paz, tranquilidad y buenas relaciones entre ellos. Han cambiado».

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