Julio Navarro rechaza que la alberca de Larache de Murcia acogiera un jardín islámico

Julio Navarro rechaza que la alberca de Larache de Murcia acogiera un jardín islámico

Es la de Julio Navarro una voz autorizada en la materia. Investigador de la Escuela de Estudios Árabes, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde ocupa la única plaza dedicada a la arqueología medieval, Navarro lleva más de 40 años dedicado al estudio del yacimiento del Sitio Histórico de Monteagudo y Cabezo de Torres. De hecho, recientemente acaba de ganar por concurso una subvención de 120.000 euros para continuar con las excavaciones en dicha almunia. 

Este bagaje, y el conocimiento acumulado durante décadas de trabajo, ha llevado al investigador murciano a creer necesario pronunciarse sobre el hallazgo hecho público por el Ayuntamiento de Murcia en relación a la alberca de Larache y no comparte ni mucho menos las conclusiones que han sido divulgadas por este de manera preliminar.

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Niega así Navarro que los restos hallados en el conocido como Huerto Hondo, ubicado en el linde entre ambas pedanías, se correspondan con los vestigios de un antiguo jardín islámico, tal y como han interpretado inicialmente las arqueólogas que trabajan en esta campaña impulsada por el Consistorio murciano y que ha difundido el propio alcalde, José Ballesta, como una hipótesis probable. Mantiene, por tanto, el investigador del CSIC que la alberca de Larache antes de ser una zona de cultivo fue precisamente eso, una balsa de riego, sin trampa ni cartón.

Defiende por tanto, en base a su experiencia, que los elementos encontrados en el centro de la alberca de Larache no son más que lo que queda de un antiguo imbornal, utilizado para eliminar las aguas empleadas en la limpieza de la balsa, una vez que esta se había vaciado a través de los registros. «La alberca contaba con un pavimento impermeabilizado y con una pendiente hacia el centro, hacia la que se empujaba el agua empleada para retirar los limos a través de unas atarjeas de ladrillo, de manera que, llegado el momento de acometer estas labores, se abría el imbornal, permitiendo que el agua sucia fluyera nuevamente hacia los muros por unas canalizaciones subterráneas», expone el investigador.

Concluye su tesis Navarro indicando que la alberca pasó a ser huerto tras la conquista cristiana, en el siglo XIV o XV, y que ello llevó a la destrucción de estas estructuras hidráulicas, destinadas al mantenimiento de la balsa, ya que para proceder al cultivo en dicha parcela era necesario volver a permeabilizar la tierra, ante el riesgo, sin no, de que el agua se pudiera pudrir. «Se quitó entonces todo el hormigón y solo quedaron en la parte más baja estos restos de ladrillos», concluye Navarro, dispuesto a debatir en términos científicos con quien sea esta cuestión. «Ya advertí a los directores del proyecto municipal que sus conclusiones no eran las adecuadas», zanja Navarro.

Ante dichas declaraciones, el responsable político del Proyecto de las Fortalezas del Rey Lobo, el concejal Marco Antonio Fernández, ha indicado que desde el Consistorio se respeta la opinión de Navarro y se valora como una hipótesis válida que debe ser confirmada al igual que la planteada por la del equipo de trabajo que actúa en estos momentos en la alberca de Larache.

Defiende, así, que los indicios hallados por este durante su trabajo de campo concuerdan también con la opción del jardín y subraya que el informe emitido el mismo sábado por la arqueóloga municipal, Carmen Martínez, seguía apuntando a la posible existencia de un espacio ajardinado. «Lo que queremos, como es el proceso habitual, es que se siga investigando para alcanzar una u otra conclusión», concluye el edil. Esta redacción ha intentado ponerse en contacto con las arqueólogas directamente responsables del proyecto sin éxito por el momento.

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