Es una pena que la última entrada de la cuenta que posee en Twitter Juan Carrasco, el ex ministro de Agricultura, ex vicepresidente del Gobierno y exprofesor logroñés, al que bordaba Javier Cámara, sea de octubre del pasado año. Es una pena porque unos comentarios de este sagaz analista, político español y berlanguiano que jamás dejaba entrever su ideología, hubieran arrojado luz en el hilarante panorama postelectoral en el que ahora nos encontramos, con un PP pidiendo a Sánchez que, por favor, le deje jugar a la pelota, después de una de las campañas electorales más feroces y sucias que se recuerdan.
‘Vota Juan’, ‘Vamos Juan’ y ‘Venga Juan’ son las tres temporadas de la ficción que siguieron el periplo vital de Carrasco, un político mediocre y mezquino que un buen día abandonó su Logroño natal para labrarse una provechosa carrera en Madrid. A Carrasco lo conocemos cuando dirige, con nulo interés y una total falta de conocimiento, la cartera de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. Fan de dibujar comillas en el aire con sus dedos, aunque no tengan ningún sentido con la oración que esté expresando, viendo los primeros compases de la historia y lo mal que se desenvuelve con los medios de comunicación, uno diría que el político, casado y con una hija de la que pasa todo lo que puede, ya ha alcanzado su cima, pero, ¡ay!, la ambición es mala consejera. Arrinconado por su partido, comienza a urdir un plan para hacerse con la secretaría general de su partido y así optar a la Presidencia del Gobierno. No lo consigue, pero una vicepresidencia a tiempo tampoco amarga a nadie.
Más negra y oscura es la segunda temporada, que nos muestra a Juan, dos años más tarde de lo sucedido en la anterior entrega, nuevamente como profesor de instituto en Logroño, vejado por sus propios alumnos. Al parecer, tanto a su jefa de prensa, Macarena (María Pujalte) como a él, les implicaron en un caso de corrupción en el que en realidad no habían participado pero que a la postre dio al traste con sus carreras en la capital. Y claro donde hubo fuego y llamas aún quedan brasas. El ansia de poder y de reconocimiento sigue fuerte en Carrasco que, con unos gintonics de más y junto a Macarena, apuesta por montar un nuevo partido que alcance definitivamente el éxito. A las pocas luces del dirigente habrá que sumar esta vez una falta de escrúpulos total -lo mismo le baila el agua a unos poderosos empresarios que se humilla sin contemplaciones- para tratar de conseguir sus objetivos.
Para cuando llega la tercera temporada, Carrasco ya ha cruzado la puerta giratoria, se ha acomodado en la poltrona de una empresa de energía y ha hecho crecer, viaje a Estambul mediante, una generosa mata de pelo sobre su brillante calva. Vive en un precioso chalé, folla lo que puede -su esposa y su hija siguen en Logroño- y asegura a su vecino, Carlos Baute, a quien llama Chayanne, que es muy fan de su música. Vamos, que lleva una plácida existencia hasta que una investigación en torno a un caso del pasado sacude su tranquilo mundo. Es su descenso a los infiernos. Una caída de la que parece difícil que, subamos los deditos y dibujemos comillas en el aire, ‘Juan se recupere’.
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Enlace de origen : Juan Carrasco, el político más berlanguiano