Ginés Marín abre la puerta grande

Ginés Marín abre la puerta grande

Dio comienzo la feria taurina de Murcia con los cabales en los tendidos. No tuvo el tirón esperado el cartel en la taquilla y apenas un cuarto del aforo se cubrió para presenciar esta primera corrida de abono, en la que los tres toreros que trenzaron el paseíllo lo hicieron destocados, por ser su presentación en esta plaza.

En cuanto al ganado, se lidió un encierro de Luis Algarra, que tuvo nobleza, resultando manejable, excepto un cuarto de la tarde que se paró.

Abrió plaza Emilio de Justo. No terminó de coger el pulso a la tarde. Al primer toro de la feria, de nombre ‘Zalamero’, un negro mulato que dio en la báscula 526 kilos, lo recibió con lances a pies juntos. Fue toro de buenas hechuras, como el conjunto del encierro.

Los tres toreros hicieron el paseíllo destocados por tratarse de su presentación en la plaza de Murcia

En varas, recibió la res un solo puyazo, que cayó trasero. Tuvo nobleza el de Algarra, pese a embestir en los primeros compases con un calamocheo que le corrigió el extremeño en un inicio por bajo, con pases rodilla en tierra, y una primera tanda diestra que tuvo temple.

Molestó la brisa en esos primeros compases de faena y Emilio cambió la muleta por otra más pesada. Con ella quiso mandar por abajo, sin terminar de acoplarse. A partir de la tercera serie fue compactando la faena, ganando en ligazón, tomando vuelo el trasteo en una cuarta tanda rematada con una buena trincherilla. Fue faena de largo metraje en la que tomó la pañosa con la zurda a la quinta serie. Bajó la intensidad del trasteo, recurriendo al molinete y los de pecho para alegrar una labor que siguió con una tanda sin ayuda, de nuevo con la derecha, a pies juntos, abrochada con un buen forzado de pecho en el que se echó a la res por delante.

De Emilio de Justo se esperaba más; no terminó de coger el pulso a la tarde y pinchó en dos ocasiones a su primer astado

Entre las rayas entró a matar y pinchó en lo alto en dos ocasione antes de dejar una media estocada, sonando el aviso justo cuando el toro doblaba.

Un zapato fue el burraco que hizo cuarto. Lo lanceó con galanura Emilio en los medios de la plaza. Recibió un puyazo en el que cumplió sin más el astado. Salió afligido del encuentro con los montados, se refugió en tablas y fue costoso de banderillear. Ni lo brindó el de Cáceres. Se paró el toro por completo y un pinchazo bastó para que el animal doblara. Hubo pitos en el arrastre para el toro y palmas para el diestro.

La tarde se la llevó de largo Ginés Marín, que entró en la feria por la vía de la sustitución en el puesto de Cayetano. Se lució en un gran saludo a la verónica con el segundo de la tarde, siendo especialmente buenas las ejecutadas por el pitón izquierdo, rebozándose el burel. Pidió el cambio del primer tercio con una sola puya y realizó un buen quite a la verónica, echando la pata adelante. Brindó al público, y en la muleta, el toro, muy colaborador, se dejó torear. Lo exprimió Ginés en una faena larga con dos fases.

El sevillano Pablo Aguado brindó al público y se gustó con personalísimos cambios de mano y molinetes

Muy buena la primera parte, interpretando el toreo clásico, en tandas de naturales ligadas y de gran temple. Una vez cerró en tablas a la res, llegó el toreo de cercanías. Es una manía esta del toreo moderno de llevar las faenas más allá de lo que dan de sí y Marín lo hizo. Aguantó los parones del toro y se adornó para salir de la suerte antes de cobrar una media estocada en todo lo alto que fue suficiente para pasear la primera oreja de la feria.

Otra obtuvo del quinto, toro más alto, al que Ginés saludó con lances a pies juntos. Cuidó al cornúpeta en el caballo, al comprobar que no andaba sobrado de fuerzas y su faena fue más de público que para aficionados. Leyó bien el libreto que tenía enfrente, se inventó un toro, y salvo dos buenos naturales, la faena fue muy para la galería, vendiendo muy bien su producto. Aprovechó con inteligencia los viajes hacía los adentros del bovino, pegó muchos pases y salió sin problemas de las apreturas. Tras un pinchazo y un descabello, paseó el trofeo que le abría la puerta grande.

EL FESTEJO

  • Plaza de toros de Murcia
    Primera corrida de abono de la feria de septiembre. Un cuarto de entrada.

  • Los toros
    Seis astados de Luis Algarra, el sexto como sobrero, bajos y entipados, manejables salvo el cuarto, que se paró.

  • Los toreros
    Emilio de Justo, de azul pavo y oro, ovación con saludos tras aviso y palmas. Ginés Marín, de canela y plata, una oreja y una oreja. Salió en hombros. Pablo Aguado, de azul rey y oro, ovación con saludos tras aviso y una oreja.

Toro bien hecho fue el tercero. Le faltó algo de transmisión para que la faena de Pablo Aguado hubiera tenido más repercusión, pero fue muy noble. El sevillano lo toreó fenomenal de salida, meciendo la capa en bellas verónicas. Empujó el de Algarra en el caballo y a la salida del mismo, quitó por verónicas el matador, se le escapó el capote y resolvió por chicuelinas, cerrando con una larga cordobesa realmente preciosa.

Brindó al público. La faena tuvo un inicio a media altura, en el tercio. Personalísimos fueron los cambios de mano y los molinetes para comenzar las series, y arte tuvo en el cierre de las series, como en un pase de pecho de costadillo. Tenía la oreja ganada pero mató de un pinchazo hondo al tercer encuentro y escuchó un aviso.

El sexto fue devuelto a los corrales, después de que la cuadrilla hiciera aspavientos al palco indicando que tenía un defecto en la vista. Los cabestros se llevaron al burel de regreso a chiqueros y el público aprovechó para divertirse con los olés al arenero que retiró, con mucho arte, las boñigas que dejaron los mansos en el ruedo. Con ese ambiente salió el sobrero, un toro que bajó en presencia respecto a sus hermanos. Hubo algo de desorden en el primer tercio pero cuando toro y torero quedaron a solas, sirvió el de Algarra para la muleta. Fue faena de acompañamiento la del sevillano, de suavidad en los toques y de darle continuidad al viaje del toro. Los ayudados por alto finales, los últimos rodilla en tierra, gustaron al público por su elegancia. Se fue detrás de la espada para ejecutar el mejor volapié de la tarde. Le fue concedida una oreja y hubo petición de la segunda.

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