‘Gatillazo’ en Murcia de los gofres con forma de pene

‘Gatillazo’ en Murcia de los gofres con forma de pene

La picardía de los gofres con forma de aparato reproductor ha dejado de hacer gracia en Murcia. Un trágico final difícil de vaticinar en el inicio de su corta trayectoria, cuando las colas para degustar un ‘pollofre’ o un ‘coñofre’ alcanzaban las calles aledañas. Tras su éxito en el barrio madrileño de Chueca, la pastelería erótica se postulaba como un negocio prometedor. Tanto que en 2021 este atípico postre aterrizó con fuerza en la capital de la Región, donde en menos de una semana se inauguraron tres locales.

La primera incorporación vino de la mano de La Pollería, el 24 de septiembre de ese año en la calle Platería. Cuatro días más tarde fue el turno de La Pijería, que colocó un estand en el centro comercial Nueva Condomina. La oferta gastronómica se amplió en cuestión de 48 horas con la apertura de La Polloteca, en el Zig Zag. La masa viril se apoderó así de los puntos más concurridos de la ciudad, en los que se formaba un auténtico hervidero de clientes que se acercaban a observar el espectáculo por unos cuatro euros.

Ahora, el boyante negocio ha sufrido un ‘gatillazo’. Ya no hay atisbo de esas flamantes colas ni tampoco queda rastro del ambiente jocoso con el que los dependientes daban la bienvenida. «Cuando abrió había bastante gente, pero es algo que llamó la atención al inicio y ya no tuvo continuidad», asegura la empleada de un local colindante a La Pollería, que cerró antes del pasado verano.

Un bullicio que corrobora otra trabajadora de esta transitada vía, en la que presenció una hilera de personas que llegaba hasta Marvimundo, a unos 50 metros de distancia. Sin embargo, sus planchas de 17 centímetros de largo han sido sustituidas por un comercio de joyas. El infortunio se repitió en las instalaciones de la competencia, que también acogen actualmente un ‘stock’ distinto: servicio de manicura en el Zig Zag y un puesto de crepes en la Condomina.

Un postre digno de posturear

Los gofres fálicos son el fiel reflejo de la expresión ‘comer por los ojos’. Y es que cuando un producto se vuelve viral, el paladar descuida su papel y se lanza a probar el invento que gana más en originalidad visual que en sabor. «Es un producto que se consume sobre todo por la broma», apunta sobre la motivación de compra Sergio Montes, director ejecutivo de Formación de ENAE Business School. Su gran atractivo se basa «en el momento de risas», ya que «en un amplio porcentaje es una experiencia en grupo, entre varios y para pasar un buen rato, pero que por lo general no repites porque ya no te atrae».

El postureo hizo de esta exquisitez un auténtico ‘boom’. «La visibilidad en redes es crucial para la supervivencia y expansión de un producto como este», expone Alexandra Pop, responsable de Social Media de ENAE. Y así fue, la hoja de ruta del cliente solía seguir un mismo patrón: personarse en el local, escoger una combinación, capturar la escena y presumirla en redes sociales. Consumado este ‘postureo’, se producía un éxodo de clientes que veían en esta delicia algo puntual y rara vez repetible.

Desde el punto de vista empresarial, Santiago Foulquié, CDO y Marketing Manager de la misma escuela, apunta la caída a aspectos como una carta sin gran variedad, una competencia intensa que satura el mercado y la falta de innovación. A esto se suma que «los gustos de los consumidores cambian rápidamente», de modo que lo que es «popular hoy, puede no serlo en el futuro». Todo ello en un contexto en el que «las fluctuaciones económicas pueden afectar la disposición para gastar en productos no esenciales como este». El resultado no fue otro que un negocio que no evolucionó en el tiempo, quedó obsoleto y, en consecuencia, perdió relevancia.

Por ello, a pesar de que los ‘pollofres’ y ‘coñofres’ estaban en boca de todos, su éxito fue una mera moda pasajera que tan solo fue capaz de satisfacer las fantasías sexuales en un momento puntual. Y es que su efecto exponencial no llegó a buen puerto y, tras un periodo de tiempo intentando permanecer a flote, estas franquicias colapsaron ante la falta de clientela. Así, los lugares en los que reinaba el cachondeo y la desvergüenza han desaparecido del mapa a la par que los gofres han recuperado su estilo belga y se devoran a la vieja usanza.

Modas gastronómicas pasajeras

Estos cierres se suman a algunas recetas que tampoco consiguieron calar entre los consumidores de Murcia. Los locales de cereales ya adelantaron la desdicha de las modas gastronómicas. En el 2017, los tazones de leche decorados con aros de colores azucarados sedujeron al sector más adolescente. La merienda se convirtió en una carrera de fondo protagonizada por un trío de franquicias que abrieron casi al unísono: Cereal Shooter, en noviembre en la calle Andrés Baquero; unas semanas más tarde, Cereal House en Ronda de Levante; y poco después Spoon Cereals, en el paseo Menéndez Pelayo.

El éxito fue arrollador. Sentarse frente a un bol de lácteo pigmentado con colorantes y endulzado por unas bolitas procedentes de Estados Unidos era una oportunidad para volver a degustar el sabor de la infancia. Sin embargo, a pesar de que estos coloridos locales se adueñaron de las primeras historias de Instagram, muy pronto los granos dejaron de ornamentar los tazones y fueron embalados en cajas de mudanza.

Los helados en forma de rulos congelados, más conocidos como Ice Roll, también fueron un espejismo del triunfo efímero de estos locales. Su elaboración era una especie de ‘show cooking’. Con unas planchas que helaban el mejunje de leche, yogur y varios ‘toppings’ a -35ºC, el espectáculo incrementaba cuantiosamente la caja. No obstante, la habilidad de los dependientes tan solo motivaba a realizar una visita, quizás dos, pero no tres. Nuevamente, estas innovadoras heladerías perdieron fuelle y colgaron el cartel de traspaso.

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