Sánchez clama contra «el ruido» por la amnistía y buscará su reelección «debajo de las piedras»

Sánchez clama contra «el ruido» por la amnistía y buscará su reelección «debajo de las piedras»

Pedro Sánchez camina sobre un finísimo alambre para intentar retener la Moncloa, el más espinoso de un liderazgo marcado tantas veces por el funambulismo político. El presidente en funciones, en su reaparición pública el viernes tras su contagio de covid y en medio del mutismo oficial que guardan los socialistas sobre las negociaciones con Junts para la investidura, lanzó dos promesas en su acto sobre la presidencia española de la UE ante los empresarios de la CEOE: que se afanará «en cuerpo y alma» en buscar una reelección que pasa por ganarse el aval de Carles Puigdemont con la exigencia previa de la amnistía y, después, del referéndum de autodeterminación; y que cualquier movimiento que haga se ceñirá al marco de la Constitución. Hoy, en un acto ante 3.000 militantes -según el recuento del PSOE- en la localidad coruñesa de Oroso para celebrar la tradicional Fiesta de la Rosa del PSdeG, Sánchez ha tratado de hacer pedagogía ante los suyos ante la contestación, externa pero también interna a través, sobre todo, de voces de históricos del partido, que está suscitando el eventual perdón para todos los encausados del ‘procés’ por la vía de referirse indirectamente a la polémica y revestirla como un nuevo intento del PP y Vox de impedir la continuidad del «Gobierno progresista».

Una continuidad que el secretario general del PSOE ha vuelto a dar por hecha -«¡Claro que lo va a haber!», ha clamado- y no para una legislatura de circunstancias, sino ambicionando que dure los próximos cuatro años. Sánchez ha incidido en el relato que vienen desplegando él y su partido del escrutinio de las elecciones generales del 23 de julio: que «la propuesta derogativa de PP y Vox» salió «derrotada» y que le dan «los números» para intentar ser investido de nuevo, aunque no ha explicitado en ningún momento cuál es la ecuación que le permitiría seguir en la Moncloa y el precio que pretende cobrarse el huido Carles Puigdemont y, por extensión, el resto de las fuerzas soberanistas cuyo aval precisa.

La amnistía se ha convertido en el elefante que ocupa ahora la habitación del debate público español -el término lleva semanas convertido en tabú en las declaraciones de ministros y dirigentes socialistas, no así en el discurso de sus aliados de Sumar-, con el gran escollo político y jurídico situado no solo en la constitucionalidad o no de una decisión de esta envergadura, sino en la evidencia de que Puigdemont, lejos de asumir las consecuencias del frustrado desafío del ‘procés’, amenaza con volver a hacerlo. La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que dio el paso de romper el aislamiento del expresident catalán reuniéndose con él en Bruselas hace dos semanas y cuyo protagonismo en estas negociaciones no reconoce el ala socialista del Ejecutivo, ha comenzado a recoger cable este domingo en una entrevista en La Vanguardia. Díaz sostiene ahora que la hoy aún hipotética ley para el borrado de los procedimientos contra los independentistas debe ser la culminación de «un pacto histórico» de carácter «político» que incluya a «los empresarios, los sindicatos y la sociedad civil» y en el que «no cabe unilateralidad alguna».

Vuelta a campaña

Este mediodía en La Coruña Sánchez ha seguido evitando hacer mención alguna por sus letras a la amnistía, pero lo ha hecho recurriendo a la paráfrasis para pedir a los suyos que no se «despisten» ante «la cascada de improperios»; que se abstraigan del «ruido» de las derechas, porque lo que continúa estando en juego es que el país avance en el terreno de los derechos sociales (la revalorización de las pensiones, la subida del SMI o la reforma laboral), la igualdad entre hombres y mujeres, «la concordia entre los pueblos de España y la convivencia entre ciudadanos». Un mensaje que engarza con el leit-motiv de la campaña socialista que permitió a Sánchez conservar sus opciones de gobernar la noche del 23-J, en un contexto vidrioso en el que Moncloa y Ferraz mantienen la apuesta por el arriesgado pacto con Puigdemont sin cerrar la puerta, aunque formalmente el mensaje es que mejor no llegar ahí, a una repetición electoral.

De hecho, el mitin de hoy ha servido de reencuentro del líder socialista con su militancia tanto para arropar las controvertidas conversaciones con los secesionistas como para desempolvar el discurso de los últimos comicios por si el bloqueo lleva a las urnas en enero. Señalado porque hace apenas dos meses él mismo aseguraba que su Gobierno nunca promulgaría la amnistía para la intentona rupturista en Cataluña de 2017, Sánchez ha tratado de darle la vuelta justificando posibles acuerdos de futuro recuperando el compromiso, precisamente, que contrajo en campaña: que buscaría «votos hasta de debajo de las piedras» para poder seguir caminando por la senda del bienestar y progreso emprendida la pasada legislatura. España «no se rompe» y «no se hunde», ha arengado a su militancia; de hacer algo, el país «bosteza ante la descomunal pérdida de tiempo» que va a suponer, a su juicio, el intento condenado al fracaso de Feijóo de ser presidente.

El presidente en funciones, que hoy mismo vuela a Nueva York para participar en la asamblea general de la ONU, ha vuelto a agitar el miedo a la conjunción de las dos derechas frente a su Gobierno. Ese es el objetivo del PP y de Vox y no otro, ha remarcado: impedir la reedición de ese Ejecutivo progresista y lo que comporta en políticas para los ciudadanos, como corolario de una intervención en la que ha bromeado con la supuesta falta de hechuras de Feijóo para comandar la Moncloa -con su llegada a Madrid «ganasteis los gallegos y perdisteis en resto de españoles»- y en la que le ha reprochado su «último dislate»: el de convocar un acto contra la amnistía el próximo domingo, instigado según ha acusado por el expresidente Aznar, antes de la investidura del líder del PP pero dirigida frente a la investidura por llegar de Sánchez. Una ironía en la que ha abundado al dar por seguro que su rival fracasará y será «el jefe de la oposición» porque él sí sacará adelante la reelección. No ha aclarado cómo. Pero ha vuelto a hacer bandera del «ejemplo democrático que dimos al mundo» al ser el 23-J «dique de contención» contra la ola reaccionaria y ha dejado traslucir que el martilleo de Feijóo con que la amnistía a Puigdemont rompería «la igualdad entre españoles» le hace mella. Porque la «única igualdad en riesgo», ha subrayado, es la de hombres y mujeres puesta en peligro por los pactos del PP con Vox.

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