José María Lassalle: «La inteligencia artificial debe regularse de una manera estricta y ambiciosa»

José María Lassalle: «La inteligencia artificial debe regularse de una manera estricta y ambiciosa»

José María Lassalle (Santander, 1966) fue una ‘rara avis’ de la política española. Durante sus años como diputado del PP y como secretario de Estado en los gobiernos de Mariano Rajoy trató de escaparse del ruido del día a día para centrarse en pensar los desafíos que afrontaba España y singularmente, el reto digital. Ahora lo hace como consultor y profesor de Filosofía del Derecho en ICADE, donde reflexiona sobre el avance de las tecnologías y de la inteligencia artificial.

–¿El caso de Almendralejo muestra que la inteligencia artificial va por delante de la sociedad?

–La sensación es que a la sociedad se le escapa la inteligencia artificial, pero también se le escapa a la democracia la capacidad de identificar el interés general de los menores o de cualquiera que se pueda ver perjudicado por ella. Parece que la inteligencia artificial se desarrolla y se despliega sin haber previsto un control previo. Durante mucho tiempo se ha insistido en la necesidad de regularla, pero ha habido resistencias a hacerlo, y ahora afrontamos las consecuencias de no haber acometido esa regulación.

–¿De dónde llegan las presiones para no regular la inteligencia artificial?

–Es el reflejo de una cierta mentalidad que aboga por no poner puertas al campo del progreso tecnológico y de los avances científicos, y detrás de esa idea están grandes empresas y corporaciones. La regulación por la regulación no es buena, pero sí cuando lo está al servicio del interés general.

–¿Cómo se debe plantear el debate de la inteligencia artificial si los afectados son menores?

–Igual que con otros delitos, no se les puede reclamar una imputabilidad penal, pero es imprescindible concienciar a la sociedad desde la pedagogía y la educación para la ciudadanía. En los colegios hace falta transmitir a los niños y los jóvenes cuáles son los usos correctos del manejo de la tecnología y las consecuencias de un uso incorrecto. Por tanto, es imprescindible afrontar este reto no solo con una formación técnica, sino también con una formación ética que identifique el bien y el mal.

–¿Podría plantearse una regulación de la inteligencia artificial o de las redes sociales similar a la del tabaco, para que no accedan a ellas los menores de edad?

–Sobre las aplicaciones y los servicios, todo depende del uso que se les dé. No es lo mismo la utilización del ChatGPT para elaborar un texto que para desarrollar un arma letal. La inteligencia artificial debe ser regulada de una manera estricta y ambiciosa, y respondiendo al interés general en función de los segmentos sociales o de los intereses que están en juego. Y todo ello requiere un gran interés legislativo.

–¿Están los adultos o los profesores preparados para educar a los jóvenes en este campo?

–Se requiere un esfuerzo de los adultos, de la comunidad educativa y del conjunto de la sociedad porque gestionar la tecnología y su desarrollo disruptivo, que va a suponer una transformación de nuestras sociedades hacia una civilización artificial, supondrá un ejercicio de responsabilidad colectiva, que vayamos desarrollando una inteligencia conjunta basada en la colaboración social que permita estar a la altura del enorme poder que estamos acumulando como sociedad alrededor de nuestra transformación tecnológica. La tecnología no es neutra, sino que despliega un poder en sí misma que nos cambia como seres humanos, hay algo fáustico en ella, y por eso necesitamos un desarrollo pedagógico que afecte a toda la sociedad, a los padres, a la comunidad educativa. Avanzamos en un terreno parecido a lo que fue la energía nuclear tras la Segunda Guerra Mundial o el desarrollo de la genética en los 90 o los primeros 2000 que implicó una concienciación social sobre los límites que se debían establecer alrededor de estos poderes, que tienen la capacidad de provocar la aniquilación del ser humano.

Polarización

–¿Pero una sociedad tan polarizada como la actual está preparada para repensar el futuro de la civilización?

–No nos queda otra. Si no, esta profunda transformación nos llevará por delante. Para ello, debemos salir de los debates políticos estériles, más propios del interés partidista de las formaciones políticas y de los gobiernos que del interés general. Nos jugamos la posibilidad no solo de ser sustituidos, sino de ser cancelados como especie. Es nuestro reto más profundo, y no es algo distópico, es la realidad.

–El Parlamento Europeo está elaborando un reglamento sobre inteligencia artificial. ¿Qué le parece?

–A la vista de acontecimientos como la huelga de guionistas de Hollywood o el suceso de Almendralejo, necesitamos un proyecto más ambicioso que el planteamiento actual del Parlamento Europeo, que se ha centrado en identificar los riesgos potenciales de la inteligencia artificial y sus posibles respuestas, pero eso no llega al punto central de la cuestión. El diseño de este reglamento se planteó sobre la base de un documento elaborado por expertos en 2017, pero ha quedado desbordado por la realidad de los últimos años.

–¿Qué mensaje se le puede trasladar a un ciudadano que ve con temor la irrupción de la inteligencia artificial?

–Es verdad que la inteligencia artificial está proyectando el riesgo de la sustitución, no solo en el ámbito profesional, sino incluso en las decisiones que han acompañado el ejercicio de la responsabilidad humana. En el futuro es probable que máquinas alimentadas por inteligencia artificial soporten lo que tradicionalmente ha sido el trabajo humano, y lo que tendremos que hacer será gestionar la inmensa complejidad de una civilización artificial. El hombre tiene que aprender a ser sabio y debe exigir a la política la capacidad de pensar el futuro.

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