¿Esto que me pasa es ansiedad o depresión?

¿Esto que me pasa es ansiedad o depresión?

Tres de cada diez españoles sufren algún tipo de trastorno mental –la ansiedad y la depresión figuran a la cabeza de estas patologías– y seis de cada diez personas de entre 15 y 29 años han tenido algún problema de este tipo en el último año, el doble que en 2017. En el Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra hoy, analizamos desencadenantes, sintomatología y tratamiento de algunos de los trastornos más habituales. Y no, el estrés, de entrada, no es malo…

Luis Gutiérrez Rojas, vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, y Cristian Llach, médico especialista en Psiquiatría, nos orientan sobre las patologías mentales, para aprender a identificarlas y tratarlas.

Melchor y Amaría, un profesor universitario de 67 años y una arquitecta de 26, respectivamente, ponen voz a algunos trastornos: «Las relaciones con la gente han sido siempre distantes porque me causan ansiedad. Así que pongo excusas de todo tipo para eludir cualquier reunión o evento social. Vivo solo y he adaptado mi vida a mi trastorno, cosa que no es recomendable porque se reduce mucho el círculo de confort y se pierden momentos de felicidad». «Tener ataques de pánico en el trabajo, ir al baño a secarme las lágrimas y salir sonriéndoles a mis compañeros es un reto de todos los días».

LAS CIFRAS


  • 286,7

    casos por cada 1.000 habitantes. Es la prevalencia de los trastornos mentales en nuestro país, según los datos de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. En el caso de las mujeres, la cifra asciente hasta los 313,3 casos por 1.000 habitantes. Otro dato para la alarma: ya hay más jóvenes que han meditado suicidarse que los que nunca lo han pensado, según el barómetro de FAD y Fundación Mutua Madrileña.


  • 74,6

    casos por cada 1.000 habitantes es la prevalencia de la ansiedad en España. Entre el colectivo de menores de 25 años la frecuencia es de 20,2 casos por cada 1.000 habitantes.


  • 41,9

    personas de cada 1.000 sufren trastornos depresivos. El 7,1% de mujeres y el 3,5% de hombres declara padecer un cuadro depresivo mayor u otros cuadros depresivos.


  • 4.393

    psiquiatras hay en España, lo que supone un ratio de 9,27 profesionales por cada 100.000 habitantes.


  • 5

    millones de consultas de psiquiatría, aproximadamente, se hacen anualmente en España. La tasa de hospitalizaciones en salud mental se establece en 1,6 por 1.000 habitantes.



ESTRÉS

No es malo. «El estrés no debe tratarse como un trastorno, al contrario, ¡debemos estar agradecidos!», advierte Cristian Llach, psiquiatra y autor de ‘En el laberinto’ (Ariel) . «Es una suerte de ansiedad buena, esa sensación de que tienes prisa, que te activa y te hace rendir más. Se fomenta en el deporte, en la Universidad, en el arte…», coincide el doctor Luis Gutiérrez Rojas.

¿Cómo lo notas?. «Uno de los elementos biológicos que lo explica es el aumento del cortisol en la sangre, una hormona secretada por las glándulas suprarrenales que prepara al cuerpo para actuar: se queman grasas y proteínas y se libera glucosa en la sangre para tener más energía, se activa el sistema inmunitario, se regula al alza la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, se activan áreas del cerebro relacionadas con la atención, se promueve la vigilia y se inhibe el sueño», enumera Llach.



ESTRÉS CRÓNICO

Este sí es malo. La ley de Yerkes-Dodson dibuja una gráfica ascente que, cuando llega al punto más alto, se desploma, simulando la caída de una montaña rusa. Fue enunciada en 1908 y explica ese tránsito brusco del estrés bueno al malo. «El estrés hace aumentar el rendimiento, pero cuando ocurre lo contrario, cuando es tanta la carga que te abruma y se traduce en un descenso del rendimiento, se convierte en patológico», diferencia Gutiérrez Rojas, autor de ‘La belleza de vivir’ y ‘Vivir más libre’. ¿Cómo darse cuenta de que estás arriba de esa montaña rusa y vas a descender? Hay cuatro señales.

Las cuatro alarmas:

  • 1. Somatizo: «Se nos seca la lengua, se nos duermen las manos, respiramos peor, además de notar un nerviosismo tremendo».

  • 2. Estoy abrumado: «Las cosas que tenemos que afrontar nos superan y nos abruman».

  • 3. No me concentro: «Notamos pequeños fallos de memoria, dificultades para concentrarnos…».

  • 4. Y esta tristeza…: «Empezamos a ver la vida con cierto pesismismo, con desesperanza».

La salida. Los especialistas aseguran que, en estos casos, la solución es «frenar» y adecuar las demandas de la vida diaria a nuestra capacidad para afrontarlas. Pone el doctor Gutiérrez dos ejemplos: «A un actor salir al escenario le estresará en sentido positivo, le resultará adictivo, pero para otra persona hablar en público es aterrador. Hay quien coje doscientos vuelos al año y no se estresa y quien está sufriendo una semana antes».



ANSIEDAD

Esto parece estrés… pero no lo es. «Se parece bastante al estrés, pero la diferencia principal es que, normalmente, surge de manera inmotivada, es decir, desconectada de un reto o determinada demanda. Y no ayuda a afrontarlo», señala Llach.

¿Qué noto?. «La ansiedad generalizada se catacteriza porque te levantas y ya te sientes nervioso. Pero no puedes achacar el nerviosismo a nada. Aunque esa sensación de malestar no es intensa, sí es continua», explica Gutiérrez. Añade Llach más sintomatología: «Se puede manifestar con señales del ámbito fisiológico o emocional (temblores, palpitaciones, sudoración…), del ámbito cognitivo o en los pensamientos (preocupación, miedo a perder el control, ideas catastróficas) y del ámbito de la conducta (evitación de ciertas situaciones, rendimiento o comportamiento diferentes a los habituales…». Síntomas que deberían ser, en todo caso, «de intensidad leve y temporal», advierte.

¿Qué sucede en mi cerebro?. «La ansiedad surge de una desregulación de regiones cerebrales como la amígdala o el córtex prefrontal, entre otras, que por varias razones acaban activando nuestro sistema adrenérgico cuando debería estar apagado, y también acaba aportando más cortisol de la cuenta en la sangre», explica Llach.



CRISIS DE ANSIEDAD

No es grave… aunque lo parece. Asegura Luis Gutiérrez que las crisis de ansiedad «o ataques de pánico» son «de lo más leve» que tratan los especialistas, aunque reconoce que la persona que lo sufre «lo pasa fatal». «Es esa sensación de ‘me voy a volver loco’, el paciente puede sufrir palpitaciones, vómitos, sentir que le falta el oxígeno, que incluso no sabe dónde está. Hay gente que se desmaya, otros que sienten dolor en el pecho, sensación de falta de control…». Explica gráficamente Llach que en un episodio así «ocurre lo que debería ocurrir si viésemos un tigre saliendo de la maleza y corriendo hacia nosotros».

¿Por qué me pasa? Suele surgir «de manera progresiva a lo largo de varios minutos» y hay algo que lo desencadena: «Discusiones, disgustos, problemas personales…», enumera Llach. «Se puede desencadenar en cualquier circunstancia, pongamos un concierto en el que la persona siente que va a haber una avalancha, que se agobia con tanta gente…», añade Gutiérrez.

Hay que ir a Urgencias? La persona que lo sufre pensará que realmente está en peligro, pero «no es una urgencia vital». Sí deberían acudir a Urgencias los mayores «para descartar infartos o una crisis asmática mediante pruebas como un electrocardiograma o una exploración neurológica».

¿Qué hacer entonces? «Respirar en una bolsa nos va a aliviar porque respirando nuestro propio aire expirado frenamos esa aceleración que caracteriza la ansiedad. También podemos tumbarnos en el suelo y colocar los pies en alto, tomar un ansiolítico sublingual y asegurarnos de que estamos en un entorno seguro y sin estímulos intensos». Sobre las personas que se ofrecen a ayudar…: «No hay que avasallar al paciente, solo ir respondiendo a lo que vaya pidiendo».

Al tratarse «de una activación del sistema nervioso pasajera que se va a resolver sin secuelas», explica Llach, «hay psicoterapia para entrenar la capacidad de ‘desactivarlo’, aunque es complicado».

¿Cuándo se me va a pasar? Insisten los médicos en que un ataque de ansiedad, desde el punto de vista clínico y por muy angustioso que resulte, «es un cuadro leve» y que suele pasarse «en unos minutos».



TRASTORNO DE PÁNICO

Una crisis de ansiedad a la semana. Una crisis de ansiedad suele ser un episodio puntual, pero cuando se repite con cierta frecuencia, «por ejemplo, una vez a la semana», y aparece «sin motivo concreto» los especialistas hablan ya de trastorno de pánico.

Las consecuencias. «Como son episodios inesperados que es más fácil que sucedan en la calle al haber más estímulos, la persona tiende a quedarse en casa, a dejar de conducir, a aislarse…». Y esa es «una puerta, aunque no la única, a la depresión», advierte el doctor Gutiérrez.



DEPRESIÓN

Enfermedad «incapacitante». Estamos hablando de una enfermedad «incapacitante» que «no implica solo una alteración de nuestro sistema de alerta, sino también de los circuitos que regulan el estado de ánimo y la energía», explica Cristian Llach. «El paciente no puede llevar una vida normal. Y de nada sirve que te digan ‘tienes que salir’ porque el efecto sería el mismo que si te rompes un brazo y tratas de forzarlo», explica gráficamente Gutiérrez.

Los dos síntomas principales

  • 1. Tristeza patológica: «El efecto es como si te pones unas gafas de sol, que ves la vida con un tremendo pesimismo».

  • 2. Apatía (anhedonia): «Hay una desgana generalizada, no encontramos placer en nada».

Los otros síntomas

Sueño: se pueden experimentar alteraciones en dos sentidos, tanto personas que se pasan el día durmiendo como otras que sufren insomnio.

Alimentación: igual que ocurre con el sueño, hay quien come mucho y otros que acaban sufriendo anorexia.

Memoria: falta de concentración, olvidos, sentimiento de culpa, pensamientos del tipo ‘soy un inútil’, ‘soy un desastre’, ‘no me voy a curar’…

Cansancio: la persona siente que no puede tirar de su cuerpo, que se ha quedado inhibido, como sin pila, incluso se nota en las caras inexpresivas. Pero también puede suceder lo contrario, que haya una constante agitación.

Síntomas psicóticos: en los cuadros más graves pueden aparecer cuadros de desconexión con la realidad.

Tratamiento. «Si se confirma que la padecemos en un grado moderado o grave, existen recursos tanto a nivel psicoterapéutico como farmacológico», explica Llach. E insiste en la importancia de trabajar en la prevención: «Dieta mediterránea, evitar el alcohol, dedicar tiempo a socializar, hacer ejercicio moderado…».

A propósito de esto, se acaba de publicar en ‘Journal of Affective Disorders’ un estudio con 141 pacientes con depresión o ansiedad. Unos siguieron un tratamiento con antidepresivos y otros hicieron ejercicios, concretamente, carreras. Casi la mitad de las personas (el 44%) de cada grupo mostraron una mejora en la depresión y la ansiedad: «Ambas intervenciones ayudaron con la depresión aproximadamente en la misma medida. Los antidepresivos son eficaces, pero que ambas terapias tienen cabida», destacaron los investigadores.



  1. Melchor (67), profesor Universidad
    Trastorno de ansiedad social

    «Si tengo que hablar tartamudeo, me ruborizo…»

«De niño era muy tímido y desarrollé la ansiedad social en la adolescencia y la juventud, aunque entonces se hablaba sólo de timidez. La primera dificultad al empezar a trabajar en la Universidad fueron las clases presenciales: tartamudeaba, sufría rubor facial, tenía una relación casi nula con los alumnos… Afortunadamente, en la universidad la otra parte de la actividad es la investigación, me gustó porque se podía hacer en solitario o en pequeños grupos. Eso hizo que no desistiera de mi trabajo. Nadie sabe en mi entorno que tengo este trastorno, aunque supongo que algunos lo pueden intuir, tampoco he recibido burla o rechazo por mi comportamiento callado y solitario. No he desarrollado depresión, pero esta situación me genera mucho cansancio y se va acumulando».

  1. Amaría (26), arquitecta
    Trastorno límite de la personalidad y bipolaridad

    «Siento un dolor en el pecho que hace que todo me sobrepase»

«Estoy en tratamiento desde 2019, con el debut de unas voces. Pero tras años de estar con diferentes psiquiatras no tengo un diagnóstico definido. Trabajar me hace bien porque me puedo concentrar. Mi labor es exigente, así que no es solo una distracción, también me agota mentalmente. Siento a menudo ese dolor en el pecho que hace que cualquier cosa me sobrepase. Tener ataques de pánico en el trabajo, ir al baño a secarme las lágrimas y salir sonriéndoles a mis compañeros es un reto de todos los días. La gente que trabaja conmigo sabe que lo que padezco y me apoyan».

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