Un viaje de 50 días que vale un despido

Un viaje de 50 días que vale un despido

«Esta decisión me costó el trabajo». Esta frase puede ser un buen comienzo de una carta de disculpas o el inicio de un arrepentimiento, pero no lo es. «Sigo pensando que fue lo correcto». Ambas declaraciones son del investigador Gianluca Grimalda, trabajador del Kiel Institute for the World Economy o, más bien, antiguo trabajador, porque el no estar a tiempo en su puesto le ha costado el despido.

«Me dieron tres días para volver a Alemania», explica Grimalda. Sin embargo, el requerimiento le pilló a más de 27.000 kilómetros de su puesto en Kiel, al norte de Alemania. Este investigador italiano se encontraba en Bougainville (Papúa Nueva Guinea) finalizando una estancia de 6 meses que se extendió unas semanas más por un retraso. «Tuvimos que interrumpir la investigación varias veces debido a amenazas a la seguridad. En una ocasión, mis asistentes y yo fuimos tomados como rehenes por bandidos armados con machetes», explica Grimalda. «Informé a mi jefe de departamento de todo lo que estaba pasando», añade.

Su permiso para investigar la globalización y el cambio climático expiró el 10 de septiembre y el ultimátum para presentarse en la oficina llegó el 2 de octubre. Le acompañó un billete de avión para su vuelta a Europa que rechazó por conciencia climática. Grimalda no coge aviones salvo contadas excepciones. «Mucha gente me ha preguntado por qué es tan importante para mí viajar con las emisiones de carbono más bajas posibles. (…) En primer lugar, quiero ser coherente con mi compromiso moral de evitar volar. La aviación es el medio de transporte que más contribuye al cambio climático», explica.

«Si, en mi camino, logro persuadir a la gente de que nuestro planeta está en grave peligro y que se necesitan medidas radicales y extraordinarias, perder mi trabajo habrá sido un precio que valdrá la pena pagar»

Un viaje en avión desde Papúa Nueva Guinea hasta Alemania produce, en 32 horas, 5,3 toneladas de CO2 por pasajero. Unas emisiones que el investigador transalpino no está dispuesto a asumir. Las 32 horas las cambió por un viaje lento con una hoja de ruta que incluía ferris, barcos, autobuses y trenes, pero nada de avión.

Eso sí, un largo trayecto de 50 días, pero con una huella de 420 kg de CO2. Inadmisible para el Kiel Institute que le reclamaba su presencia no más tarde del 14 de octubre. «Les expuse que mientras viajo puedo ser tan eficientemente como en mi oficina de Kiel, pero se negaron», explica. «En el pasado siempre se aceptaba que un día de viaje era un día de trabajo, como así era», añade. Pero de nada sirvió.

Antes de coger el primer ferri le llegó el despido. «Parece un castigo increíblemente duro para un investigador que al final sólo quería terminar su recopilación de datos en buen orden», denuncia. En un comunicado, el centro alemán defiende que «el instituto apoya a sus empleados para que los viajes de negocios sean respetuosos con el medioambiente. Nos esforzamos por evitar en la medida de lo posible los viajes en avión, pero solamente en Alemania y Europa. Si no se pueden evitar los vuelos, por ser demasiado largos los trayectos, financiamos medidas de compensación de emisiones a través de Atmosfair».

5,3
toneladas de CO2 por pasajero

es la contaminación del vuelo Alemania-Papúa Nueva Guinea

Tras el despido y antes de iniciar su regreso a Europa, Grimalda ha anunciado en X (antes Twitter) que emprenderá acciones legales contra su antiguo empleador al que acusa de «chantaje psicológico». «El año pasado, después de participar en algunas acciones de desobediencia civil con Rebelión Científica, ya me habían amenazado con el despido», advierte.

A pesar de haberse quedado sin trabajo, el investigador italiano se mantiene firme en sus convicciones: «Si, en mi camino, logro persuadir a la gente de que nuestro planeta está en grave peligro y que se necesitan medidas radicales y extraordinarias, perder mi trabajo habrá sido un precio que valdrá la pena pagar».

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