La Virgen de Lourdes habita en una cueva de Orihuela

La Virgen de Lourdes habita en una cueva de Orihuela


Jesús Nicolás

Domingo, 22 de octubre 2023, 08:16

La espeleología a menudo suele ser una actividad de alto riesgo. Una experiencia no exenta de adrenalina, donde la claustrofobia o los nervios pueden jugar una mala pasada. Pero también puede ser una experiencia placentera, tranquila, cuasi religiosa o religiosa del todo. Pese a poco comunes, existen lugares en los que pueden presumir de haber convertido un templo de la naturaleza en un santuario. Orihuela ahora cuenta con dos. No es el santuario de la Virgen de la Esperanza, de Calasparra, ni la capilla del Hallazgo de Monserrate, pero igualmente sorprende. Este mes la casa de acogida para personas sin hogar de Cáritas inauguraba su particular lugar de recogimiento y oración. La advocación, además, es única en el municipio: la Virgen de Lourdes.

La talla que atrae a multitud de peregrinos a aquel pueblo del Pirineo francés tiene hoy su hogar en el monte San Miguel y en pleno punto neurálgico del casco histórico oriolano. La inauguración corrió a cargo del más ilustre entre los ilustres del clero oriolano, el recién ‘jubilado’ José Luis Satorre, pero la idea, cuenta el director de la casa de la plaza Comedías, Manolo Sáez, partió de más arriba, del mismísimo obispo, José Ignacio Munilla. «En octubre del año pasado vino y tenía interés en ver la cueva. Se paró y le dijo al cura que había al lado: ‘Qué buen sitio para hacer aquí una capillita a la Virgen’».

Los deseos del prelado fueron órdenes para Sáez que, enseguida, dio encargo del proyecto. Una cosa bastante austera, nada grandilocuente. Un pequeño techado de madera, un altar, un par de luces y, por supuesto, la imagen. «La mayoría de los que preguntamos son de la hospitalidad de Lourdes», despeja dudas. Así fueron ellos los encargados de traer del país galo una imagen a tamaño del hueco y la cubrieron con una urna de metacrilato para evitar que se ensucie.

El proyecto, asimismo, no ha podido ser más colaborativo. De él han participado también alumnos de Bachillerato del colegio Santo Domingo. «Ellos y su profesora, Mari Ángeles Navarro, que también es de la hospitalidad, se encargaron de recaudar todo el dinero, unos 900 euros», agradece Sáez.

El paso de la DANA

Antes de que la gracia del prelado reconvirtiera esta caverna, confiesa Sáez, era más o menos el trastero. «Lo teníamos para enredos». Ahora, claro, está mucho más adecentado. Nada que ver, recuerda, con como estuvo durante la DANA de 2019. Aquel septiembre parte del muro del Seminario colapsó y una lluvia de piedras cayó sobre la casa y se metió hasta la cocina. «Se guardó todo aquí y luego se fue sacando poco a poco al contenedor hasta que se limpió todo». Hoy los últimos restos que quedan son un puñado de piedras que ahora delimitan los diferentes parterres del jardín, donde, entre tomates, pimientos y especias, los acogidos aprenden de agricultura regenerativa.

Con todo, espera que no venga nadie a desahuciarles de las cueva. En las escrituras de la casa solo viene el jardín, pero la cueva, hasta donde se sabe, no tiene dueño conocido. «Por eso hemos decidido no tocar ni una piedra», bromea Sáez. «Yo creo que, como pueden haber desprendimientos, nadie quiere saber nada».

Aun así, su evidente atractivo con esa luz y ese verde de la enredadera que enmarca la entrada ya ha llamado la atención, cuenta Sáez, hasta a alguna comparsa de moros. «Al final no terminó de concretarse, pero es cierto que, para hacer algo, antes habría que aplanar un poco el terreno», reconoce.

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