Las razones por las que en el siglo XXI 783 millones de personas siguen pasando hambre

Las razones por las que en el siglo XXI 783 millones de personas siguen pasando hambre

Parece uno de los problemas más viejos de la humanidad y, a pesar de ello, es uno que no se ha logrado resolver todavía. 783 millones de personas pasan aún hambre en el mundo, según el informe ‘El Estado de la Seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo’, de Naciones Unidas. A esto se suma que prácticamente la mitad de la población mundial no puede acceder a una dieta saludable. Al mismo tiempo, se produce más comida que nunca y no poca de ella acaba convertida en un residuo.

Pero ¿por qué el hambre sigue estando ahí? ¿Por qué no se ha conseguido poner en la mesa de todo el mundo un plato de comida? La clave para responder a todo esto está en que la respuesta tiene más de una cara y está conectada a muchos factores geopolíticos, es mucho más que simplemente dar a cada persona un plato de comida. «Ojalá que el tema fuese solo cuestión de un plato de lentejas», concede Amador Gómez Arriba, director de I+D+i de Ayuda en Acción.

«Es una cuestión complicada», suma Sharon Marshall, directora senior de Public Engagement de World Vision. El hambre, recuerda, estaba en proceso de caída desde los años 80, hasta que alcanzó una zona valle. El problema en los últimos años no está solo en que la evolución se haya estancado, sino que, como explica la experta, han notado un aumento en la gente que confiesa que no sabe cómo va a alimentar a su familia.

Quizás por eso, aunque el ya citado informe de Naciones Unidas tenía un elemento positivo (los números se habían mantenido estables entre 2021 y 2022), las cifras siguen siendo muy mejorables (y muestran crecimiento frente a 2019). Todavía existen disparidades entre regiones. Mientras el hambre ha disminuido en América Latina y zonas de Asia, crece en África, Caribe y sudeste asiático. África es, de hecho, la región del mundo más afectada: según los cálculos de la ONU, una de cada cinco personas en el continente pasa hambre. Es más del doble que la media global.

«Cumplir la meta de los ODS de alcanzar el hambre cero de aquí a 2030 supone un reto abrumador», reconocen en la introducción del informe de Naciones Unidas sus autores. «De hecho, se prevé que casi 600 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030», suman.

Las razones del hambre

Gómez cifra en tres elementos básicos las razones por las que todavía sigue existiendo una brecha en el acceso a una alimentación que permita no pasar hambre. Son la extracción económica, el clima y los conflictos. Son también, en líneas generales, las cuestiones de las que habla Marshall cuando se le pide que responda a la misma cuestión.

En el primero de estos elementos, entran factores como la capacidad económica de las personas, las crisis o los efectos que tienen cuestiones como la inflación. Es este punto, de hecho, el que ayuda a entender por qué también se habla de inseguridad alimentaria en los países desarrollados. No es lo en lo que tradicionalmente se piensa cuando se habla de hambre, pero es el no poder acceder a comidas nutritivas.

Aunque se produce muchísima comida cada año, cientos de millones de personas siguen hambrientas o alimentándose de forma deficiente. Las brechas económicas, el cambio climático y las guerras son las culpables

 

«Pensamos que la inseguridad alimentaria tiene que ver con la desnutrición, pero en países como España se traduce en obesidad», apunta Gómez. Términos como «desiertos alimentarios» se han convertido en cada vez más comunes cuando se habla de alimentación. «La gente tiene que ir más lejos para conseguir comida», indica Marshall, que señala que es algo que están viendo en cada país que analizan. Se está produciendo una brecha en las poblaciones, conectada a una económica, y para parte de la población sube la distancia y baja la calidad de la comida accesible.

El 46% de las personas en todo mundo reconoce que se ha preocupado por encontrar dinero con el que pagar sus alimentos y el 30% confiesa que no sabe cómo accederá a su próxima comida, señalan desde World Vision partiendo de los datos de un estudio de Ipsos. Es «un problema global», explica Marshall, «pero con vías diferentes». Los países desarrollados juegan, eso sí, como recuerda Gómez, con un elemento de ventaja, que es que suelen contar con sistemas de protección que se activan para hacer frente a los golpes de la economía.

Por lo que respecta al clima, los efectos del cambio climático en el hambre del mundo no son algo sobre lo que pensar a futuro porque, como indica Gómez, «ya está pasando». «Se traduce en una recurrencia en los desastres climáticos», apunta Gómez. Suponen sequías, inundaciones, erosión de la tierra… Todo ello hace que los cultivos se vuelvan más precarios. Para quienes dependen de la agricultura de autoconsumo —como ocurre en muchas de las zonas en las que el hambre se ha recrudecido en los países en vías de desarrollo—, esto es especialmente problemático. Lo que producen «no es suficiente», lo que los lleva a entrar en una espiral de precarización y hambre.

Y, finalmente, los conflictos son uno de los grandes motores del hambre global. Un estudio reciente de World Vision ha preguntado a la población mundial por qué sigue habiendo hambre en el mundo: el 45% de los encuestados apunta a las guerras. Las cifras son mucho más claras en aquellos países que están en medio de una situación de conflicto. Ahí, una de cada cinco personas asegura que es por eso que sus hijos pasan hambre. «Los conflictos están destruyendo las vidas de millones de niños y niñas en todo el mundo», sintetiza, al hilo de los resultados, Dana Buzducea, líder de esta ONG para Incidencia y Compromiso Externo.

Los niños, recuerda Marshall, no son una parte combatiente, pero sí uno de sus daños. Cuando tienen que abandonar esas zonas, se enfrentan a la pérdida tanto de comida como de comida de calidad. Y esto es importante, porque pasar hambre o recibir una alimentación de pobre valor nutritivo tiene efectos no solo en el momento en el que se vive sino también para su desarrollo futuro.

Las niñas y las mujeres suelen ser las últimas en la pirámide de la alimentación familiar

 

Gómez explica que en algunas zonas los conflictos se han asentado como elementos «enquistados», aunque se hayan convertido en una noticia un tanto olvidada a nivel general. «Existen zonas grises que no se hablan en los medios», indica. Eso no quita que allí la guerra siga y sus habitantes continúen pasando hambre.

Además, en todo este contexto del hambre se puede sumar un factor de género. Las niñas y las mujeres suelen ser las últimas en la pirámide de la alimentación familiar o verse expuestas, como señala Marshall, a que se tomen ciertas decisiones por culpa del hambre que las perjudican. Aumenta la probabilidad de que hagan un matrimonio temprano o que dejen la educación antes.

El fin del hambre

Tanto un experto como la otra son categóricos ante la idea de una posible solución. «Por supuesto que se puede acabar con el hambre en el mundo», promete Gómez. Lo ejemplifica con iniciativas que ya lo han logrado, como el programa Hambre Cero de Brasil o los movimientos en algunos países asiáticos o en Tanzania. Marshall suma los proyectos que parten de la escuela, porque ayudan a mejorar la alimentación de las familias y suman en paralelo educación.

«Hay comida en el mundo, es realmente una cuestión de voluntad», apunta Marshall. «No es un reto técnico. Es un reto político», resume Gómez, que apunta que sí se sabe ya qué hay que hacer y cómo, pero hay que darle prioridad y poner para ello una agenda con recursos.

Hacerlo es una cuestión de ética y justicia, pero también una más pragmática de geopolítica. «Menos hambre crea entornos más seguros, más estables», explica Gómez, que habla de que es «la clave para el desarrollo y para un futuro sostenible».

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