El Cervantes viaja a Celama, el territorio mítico de Luis Mateo Díez

El Cervantes viaja a Celama, el territorio mítico de Luis Mateo Díez

Luis Mateo Díez, el gran fabulador de las letras españolas, el prolífico creador del mítico territorio rural de Celama, ganó este martes el Premio Cervantes, tres años después de recibir el Premio Nacional de las Letras Españolas. Con 81 años cumplidos, subía el penúltimo escalón para llegar al más alto galardón de las letras hispanas, un Cervantes que ratifica el magisterio del gran escritor leonés. Un autor que se define a sí mismo como «irrealista» cuya obra, heredera de una cultura oral presidida por el dominio de una técnica y un lenguaje poético de extraordinaria riqueza, se caracteriza por su singularidad y su preocupación por la dimensión moral del ser humano.

«Este premio no es mío, sería muy complaciente y pagado de mí mismo decir eso. El destino de todo lo que escribo y el reto por el que lo hago está en mis lectores», aseguró el premiado en la sede de la RAE, donde ofreció una rueda de prensa.

«La creación de ficciones, la vida imaginaria, esa realidad paralela, es para mí más importante que lo real. Ha sido un camino de destino y perdición y vivo mucho más lo que escribo que lo que vivo», aseveró el prosista.

Conectado con la tradición fabuladora de Castilla y León, escritor de largo aliento y titular del sillón I de la Real Academia Española (RAE) desde el 21 de mayo de 2001, Luis Mateo Díez es dueño de uno de los universos más ricos y personales de la narrativa en español. Autor de novelas, cuentos, microrrelatos, artículos y otros textos a caballo entre la memoria, la reflexión, la ficción y el ensayo, Mateo Díez ha escrito una obra surgida al calor de la lumbre, heredera de la cultura oral en la que nace y de la que registra su progresiva desaparición.

El premiado sorprende por sus «continuos y nuevos desafíos con los que traspasa un mundo de fantasía y adquiere realidad en los lectores», dijo el ministro de Cultura, al describir las cualidades del prosista. Nacido el 21 de septiembre de 1942 en Villablino, en el brumoso Valle de Laciana, donde su padre era funcionario municipal, Luis Mateo Díez se trasladó en 1954 con su familia a León. El contacto con el rico acervo del medio rural determinó su temprana disposición hacia lo imaginario, ya fuera oral o escrito.

Estudió Derecho en Oviedo y Madrid e ingresó en 1969, por oposición, en el Cuerpo de Técnicos de Administración General del Ayuntamiento de Madrid, alternando la oficina funcionarial con la creación literaria «en un equilibrio óptimo» hasta su jubilación.

Con la trilogía formada por ‘El espíritu del páramo’, ‘La ruina del cielo’ y ‘El oscurecer’, creó su propio territorio imaginario: el reino de Celama, metáfora rural y «ventana a lo más hondo y misterioso del corazón humano». Un territorio que conecta con esa España vacía de futuro incierto «sin destino» y tendente «al olvido absoluto», a juicio de este dotado creador de nebulosas «ciudades de sombra». Celama es a Luis Mateo, lo que Macondo a García Márquez, Yoknapatawpha a Faulkner, Santa María a Onetti o Región a Juan Benet.

Repite el autor de ‘La fuente de la edad’, su obra más reconocida, que sus libros «nunca serán ‘best-sellers’», que se reta a sí mismo en cada página y que se considera «privilegiado por tener lectores fieles y esforzados; cómplices que dan la cara».

Luis Mateo Díez se define como un contador de historias y un constructor de personajes que también establecen complicidad con los lectores. Según el jurado, el galardonado es «uno de los grandes narradores de la lengua castellana, heredero del espíritu cervantino, escritor frente a toda adversidad, creador de mundos y territorios imaginarios».

«Realismo irrealista»

No piensa apearse Díez del «realismo irrealista» que trufa sus historias también en su madurez. Tampoco piensa a su edad cambiar de estilo, caracterizado por la «pericia y el dominio indiscutible del lenguaje, que el autor acredita en una escritura en la que mezcla con maestría lo culto y lo popular», según el acta del jurado.

Sus novelas abordan temas universales, como la memoria, la identidad y la muerte, asuntos recurrentes en su prosa, en la que «prevalece el humor expresionista, paródico o esperpéntico como el mejor resorte para relativizar lo que sucede». Con estas credenciales, el autor imprime a su escritura una «perspectiva lúcida y ambigua que permite comprobar la complejidad de la condición humana».

Este Cervantes, al que era reiterado y claro aspirante, se suma a la larga lista de premios que Luis Mateo inauguró con el Café Gijón por ‘Apócrifo del clavel y la espina’ (1972). Llegaron luego el Ignacio Aldecoa por ‘Cenizas’ (1976), dos veces el Nacional de Narrativa (1987 y 2000) por ‘La fuente de la edad’ y ‘La ruina del cielo’, también el Premio de la Crítica, o el Francisco Umbral por ‘La cabeza en llamas’ (2012).

Algunas de sus obras se han llevado al cine, como ‘La fuente de la edad’, rodada por Julio Sánchez Valdés, además de los cuento ‘Los grajos del sochantre’ o ‘El filandón’.

«Este premio redunda en mi tranquilidad, me consuela y tiene su dosis de sorpresa y reconocimiento de algo que uno viene haciendo durante tanto tiempo», alegó el autor, cuyo próximo libro, de inminente aparición, se titulará ‘Guardián de ruinas’. Será una obra de corte memorialístico y estará ilustrada por el hermano del escritor, Antón Mateo Díez.

El jurado este año estuvo integrado por los dos ganadores de las ediciones anteriores, Cristina Peri Rossi y Rafael Cadenas, y por el director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, entre otros miembros.

Dotado con 125.000 euros y considerado ‘el Nobel’ de la Literatura en español, el Cervantes reconoce la labor de un escritor que ha enriquecido el español a lo largo de su obras. En sus últimas cinco ediciones, el Premio Cervantes ha mirado a la poesía, al recaer en el venezolano Rafael Cadenas (2022), las uruguayas Cristina Peri Rossi (2021) e Ida Vitale (2018) y los españoles Francisco Brines (2020) y Joan Margarit (2019). El galardón se entregará el el 23 de abril, , en una ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).

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