El Barça despierta a tiempo ante el Alavés

Con la caraja habitual. Así salió el Barça. Los culés saltaron fríos al terreno de juego, sin la adrenalina de un gran partido, y lo pagaron caro. Xavi dispuso un rompecabezas en el que Cancelo era a la vez carrilero y centrocampista, Araujo lateral y Fermín trataba de estar en todos lados. El batiburrillo derivó en un equipo desconcertado, en un balón largo a las primeras de cambio, en una pérdida de balón de Gündogan y en un contragolpe fugaz del Alavés que terminó en los pies de Samu.

El joven punta, de apenas 19 años, finalizó a placer entre las piernas de Ter Stegen a los 18 segundos y puso patas arriba un Lluis Companys que ya estaba con la mosca detrás de la oreja antes incluso de que el cuero echara a rodar. Y es que lo que menos esperaba la afición culé era otro «bloqueo» tras los rapapolvos de Xavi en San Sebastián y Hamburgo, pero así fue.

Los culés, que jugaron con tres zagueros en fase ofensiva, no asimilaron los cambios tácticos y estuvieron desordenados, lentos en las disputas y demasiados frágiles. Esa vulnerabilidad defensiva la aprovechó Samu para campar a sus anchas y llevar el pánico a los catalanes con cada estampida que protagonizaba.

El ariete, que pertenece al Atlético, sacó a relucir todas sus fortalezas en un inicio apabullante. Demostró anticipación, velocidad, olfato, corpulencia y personalidad, todo en media hora en la que vio en cada carrera como Iñigo Martínez y Koundé se hacían cada vez más pequeños a través del retrovisor. Su exhibición pudo ser todavía mayor pero disparó fuera un mano a mano ante Ter Stegen y al travesaño otro cuando ya se lamentaba el segundo tanto en la grada.

Fue el mejor momento de un Alavés que jugó con mucha personalidad en la primera mitad y que sufrió menos de lo esperado. Los de Luis García cedieron metros cuando se acabó la gasolina, formaron con cinco defensas y esperaron a un Barça que se quedó sin ideas ante el orden táctico de su rival.

El equipo de Xavi fue incapaz de encontrar entre líneas a jugadores como Pedri o Fermín, estuvo lento en la circulación y acabó abusando de balones laterales que fueron un regalo para los tres zagueros del conjunto vasco. Muy poca producción ofensiva para un equipo irreconocible que se fue con silbatina incluida del Lluis Companys y con la necesidad de reaccionar después del paso por vestuarios.

Tras la reanudación, el Barça mejoró. La charla del descanso le sentó bien a un equipo que intercambió la posición de Koundé y Araujo para defender mejor a Samu y que encontró premio en ese cambio. El ex del Sevilla pisó campo rival con más asiduidad que el uruguayo y en una de sus internadas puso un buen centro que Lewandowski se encargó de convertir en un balón maravilloso con un giro de cuello prodigioso. Su remate empató el encuentro y cambió la cara de un Barça que a partir de ahí fue otro, como si el polaco hubiera encendido un interruptor que hasta ese momento llevaba más de una semana apagado.

De repente, los de Xavi tenían fluidez con la pelota. Cancelo ya no era un elemento extraño en la medular, Pedri y Gündogan conectaban y Lamine Yamal y Joao Félix ya eran una amenaza para un Alavés que se preparaba para la que se avecinaba. Xavi dio entrada a Raphinha, Balde y Ferran Torres y la tendencia se acentuó en la recta final. El ex del City ganó la espalda a la zaga rival y fue derribado por Abqar en el área. Lewandowski transformó la pena máxima y cerró un partido en el que los culés empezaron con susto y terminaron pidiendo la hora con el agua al cuello, pero en el que supieron sobreponerse a una nueva caraja.