La emancipación de la mujer pone patas arriba la sociedad china

La emancipación de la mujer pone patas arriba la sociedad china

Hubo un tiempo en el que tener una hija en China era lo peor que le podía suceder a una familia. En la sociedad patriarcal y subdesarrollada del siglo pasado, solo los varones podían perpetuar el linaje -únicamente se utiliza un apellido, antes siempre el del padre- y su valor como mano de obra era muy superior al de ellas, que se mudaban a vivir con la familia del marido. Así que, cuando en la década de 1980 se impuso la política de natalidad que restringía a uno el número de descendientes para la mayoría de parejas, los abortos selectivos y los infanticidios se hicieron habituales. De ahí surgió la singular disparidad de género en el país más poblado del mundo: nacen 109 hombres por cada cien mujeres. En España son 96.

La caída de la natalidad se siente incluso en los orfanatos, donde cada vez hay menos niños.

La caída de la natalidad se siente incluso en los orfanatos, donde cada vez hay menos niños.


Zigor Aldama

Pero la tortilla ha dado la vuelta. La China de ahora tiene poco que ver con la que dejó Mao Zedong a su muerte. Es la segunda potencia mundial, ha culminado un proceso de urbanización sin parangón, y cuenta con una juventud tan formada -o más- que la occidental. Su sociedad ha recorrido en apenas dos décadas el camino que a España le ha llevado casi un siglo. La mujer urbana se ha emancipado, tiene ambición profesional, y da la espalda a tradiciones que ensanchan la brecha generacional. «Nuestros padres y abuelos, que crecieron en la Revolución Cultural o antes, quieren perpetuar el patriarcado, pero las jóvenes urbanas lo aborrecemos», explica Ren, una treintañera de Shanghái que «está felizmente sola».

Sin hombres a su altura

En muchos lugares de China sería considerada una ‘mujer sobrante’, el término despectivo con el que se etiqueta a las mujeres de más de 25 años que aún no se han casado. «No nos dejan tener pareja hasta la universidad, pero quieren que nos casemos justo después de graduarnos y que tengamos un hijo un año después. Yo me revelo. Y no soy la única. Quiero disfrutar de la vida, tener un buen trabajo y ver el mundo», explica. Por si fuese poco, tampoco encuentra hombres que le atraigan. «Han crecido demasiado mimados en un entorno machista y ahora se encuentran con que las mujeres no toleramos su comportamiento», sentencia Ren.

Novias chinas, cada vez más codiciadas.

Novias chinas, cada vez más codiciadas.


Zigor Aldama

Cada vez son más las mujeres heterosexuales chinas que deciden no comprometerse con nadie porque no encuentran a un hombre que esté a su altura. Tanto en lo físico como en el carácter y en lo material. Una encuesta online de Weibo dejaba claros los requisitos: al menos 1,75 de altura -casi tres centímetros más que la media-, que esté dispuesto a colaborar en las labores domésticas -ahora ellas les dedican el doble de tiempo que ellos-, y que tenga un salario mínimo de 12.000 yuanes (1.560 euros).

He Gang se queja. Tiene 28 años y un trabajo decente en Suzhou, pero asegura que lo más cerca que está de una relación sentimental son las relaciones sexuales que organiza a través de ‘apps’ de citas. «No hay manera de ir más allá. Las mujeres son demasiado selectivas», comenta. Y critica que, «aunque se digan feministas, luego exigen que nosotros aportemos la casa y el coche», muestra del choque aún no resuelto entre el concepto tradicional de la familia -en el que la dote aún está presente- y el avance de un modelo más moderno y occidental.

La mujer china se revela como guerrera.

La mujer china se revela como guerrera.


Zigor Aldama

Las estadísticas reflejan a la perfección este vuelco: la natalidad cae cada año y marca mínimos históricos -en 2022 nacieron 9,56 millones de bebés, la primera vez que la cifra cae por debajo de los diez millones-, los chinos se casan cada vez más tarde -casi 29 años en 2020-, ellas continúan retrasando la maternidad -27,4 años-, y el número de matrimonios se acerca peligrosamente al de divorcios: en 1981 se celebraron 10,4 millones de bodas y 187.000 divorcios; en 2022 se produjeron 6,83 millones de uniones y 2,1 millones de rupturas. Teniendo en cuenta que los hijos fuera del matrimonio aún son un quebradero de cabeza, esta coyuntura se convierte en todo un reto social de primer orden.

La losa de la crianza

El Gobierno ha reaccionado tarde. Ahora ya permite que todas las parejas tengan tres hijos. «El problema es que nadie quiere», explica Ren con una carcajada. «Solo espero que no obliguen a procrear, algo que no descarto teniendo en cuenta cómo funciona nuestro gobierno», añade. De momento, lo que está haciendo el Partido Comunista es tratar de estimular la natalidad con cheques-bebé, ayudas y exenciones fiscales. «Es demasiado poco para el peso que supone tener un hijo», sentencia la shanghainesa.

Unos novios se fotografían en Shanghái.

Unos novios se fotografían en Shanghái.


Zigor Aldama

Precisamente debido a la política de natalidad que China ha impuesto, hay más de cien millones de hijos únicos sobre los que recaerá el peso de cuidar de padres y abuelos, todo con una red de seguridad social muy fina. Por si fuese poco, el gigante asiático es el segundo país del mundo en el que criar a un niño hasta los 18 años es más caro, por detrás solo de Corea del Sur. Concretamente, el esfuerzo económico que las familias deben hacer, en relación a su renta, es equivalente a 6,9 años de sus ingresos totales. El triple que en Francia, según el estudio realizado este año por Instituto de Estudios Demográficos Yuwa.

Según las propias estadísticas gubernamentales, el 77,4% de las mujeres chinas consideran que la maternidad es «una gran losa económica», mientras que entre las razones más citadas para no tener hijos se encuentran también «ser demasiado mayor» y «no tener quién cuide de los niños». Por si fuese poco, antes los jóvenes bien formados tenían garantizado un buen trabajo, pero este año el paro juvenil chino ha alcanzado un récord del 21%, después del cual las autoridades han decidido dejar de publicar esta estadística.

Sin pirámide, hay que subir impuestos

De esta manera, hace ya tiempo que la estructura de la población china dejó de parecerse a la forma ideal de pirámide. Porque el país envejece a velocidad de vértigo y, a diferencia de lo que sucede en otros países de renta similar, la política de natalidad impide que haya un grupo de treintañeros y cuarentones más nutrido que pueda asumir el coste. Además, en China la inmigración no hace de contrapeso. Eso se traduce en que, en un momento de desaceleración como el actual, la transición hacia el estado del bienestar que ansían tanto el Gobierno como la población resulta más complicado. Y empieza con un aumento de los impuestos.

Trabajadoras en una fábrica de la marca de móviles Oppo.

Trabajadoras en una fábrica de la marca de móviles Oppo.


Zigor Aldama

La introducción de los pagos digitales está facilitando que aflore paulatinamente la inmensa economía sumergida del país, un tesoro para la hacienda china. Actualmente, solo el 10% de los chinos pagan impuestos, lo cual supone que el país ingresa un 21% del PIB por impuestos, muy lejos del 51% de Alemania o el 45% de Japón. Y solo el 6% del total procede del IRPF, muy por debajo de la media mundial.

Sin embargo, el gasto público se encuentra en el 37%, una brecha importante. Por eso, en una sociedad envejecida y con natalidad en picado, la única solución pasa por subir los gravámenes: en solo un año la ratio de impuestos frente a PIB ha crecido un punto. Es el coste indirecto de la emancipación de la mujer. No obstante, será difícil apretar las tuercas de la gente en medio de la mayor desaceleración económica de los últimos 40 años. Ese es el gran dilema chino.

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