El ‘guardián’ tras la bestia

El ‘guardián’ tras la bestia

‘Opikum’ significa ‘guardián’ en ucraniano. La Guardia Civil bautizó con este nombre la operación en la que los agentes dieron caza a un depredador sexual que agredió sexualmente a cuatro niños refugiados de ese país en guerra en pisos de acogida en Cartagena.

Los investigadores llamaron así al operativo, ya que fue el término con el que hicieron entender a las madres de las víctimas, que no hablaban castellano, que iban a perseguir y detener al hombre que había abusado de sus hijos. Y les aseguraron que no descansarían hasta dar con él.

Una intérprete de la ONG que prestaba apoyo psicosocial al grupo de desplazados en la ciudad portuaria fue la que dio la voz de alarma el 27 de septiembre. En una de las sesiones de acompañamiento con los ciudadanos ucranianos, una mujer le contó que dos de sus hijos le habían dicho que habían recibido tocamientos por parte de un hombre también ucraniano que estaba desplazado con este grupo.

Los agentes descubrieron que había otras dos denuncias de niños, y en una de ellas llegó a haber agresión sexual con acceso carnal

La ONG se puso en contacto con la Unidad de Familia y Menor de la Policía Nacional (Ufam) para ponerles en conocimiento este testimonio. Al ocurrir los hechos en la demarcación que es competencia de Guardia Civil, los policías nacionales trasladaron la información a los agentes de la Benemérita y, de inmediato, los agentes pusieron en marcha toda la maquinaria investigadora. «Las primeras horas de una investigación son esenciales, por lo que hay que actuar muy rápido», explica uno de los guardias civiles que estuvo a cargo del operativo.

El testimonio que ofreció a los agentes la madre de los menores, acompañada por un trabajador psicosocial y de una intérprete en ucraniano, daba cuenta del perfil enormemente vulnerable de las víctimas de las agresiones sexuales. Menores de muy corta edad, sin un entorno de arraigo familiar y desplazados por un conflicto bélico. «Dejamos todo aparcado y le dimos una prioridad absoluta». Los primeros datos que recabaron les condujeron a un sospechoso, «pero había desaparecido».

Con la recopilación de las declaraciones de otros miembros del grupo de desplazados, los guardias civiles comenzaron a trazar un patrón de comportamiento y situaciones que coincidían en tiempo, lugar y hora. «Dedujimos que debía ser una persona que había llevado a cabo determinados roles en ese grupo de desplazados. Se ganaba la confianza de los padres para que les dejaran a sus hijos a su cargo. Organizaba juegos con ellos y proponía actividades. Cuando se quedaba a solas, es cuando, presuntamente, abusaba de los niños».

Localizarlo, prioridad absoluta

Analizando todo el material del que disponían, llegaron a la conclusión de que era muy posible que no fueran los dos únicos casos y descubrieron que había otras dos denuncias, una de ellas en la que llegó a haber acceso carnal con el menor de edad.

Había que encontrarlo lo antes posible. Pero una de las principales dificultades con las que se toparon los investigadores es que estaban buscando a un hombre con rasgos físicos demasiado genéricos. Se trataba de un varón, de 40 años, que no era ni muy alto, ni muy bajo; ni muy delgado, ni demasiado grueso; de raza caucásica; que solía vestir con ropa muy discreta, gorra y gafas de sol; que hablaba cuatro idiomas y que no tenía arraigo en España.

La capacidad de hablar varios idiomas le hacía aún más peligroso, ya que podía facilitarle el desplazamiento a otro país y fugarse. Todo indicaba que iba a ser muy difícil de localizar. «Movimos Roma con Santiago. Esa semana nos volcamos por completo siguiendo su rastro, visionamos fotogramas de cámaras de seguridad, comprobamos si había cogido un tren, un autobús, si podía seguir por la zona», recuerda el guardia civil.

Los especialistas de la Guardia Civil pusieron en práctica una técnica para estos casos y es analizar la trayectoria temporal en los meses y años previos a los delitos del sospechoso. No podían ir hasta los años en los que vivía en Ucrania, pero sí desde el momento en el que entró en territorio nacional.

Él llegó con un grupo de desplazados ucranianos a principios de 2022 a España, al municipio leridano de La Seu d’Urgell. De allí se desplazó a Barcelona y, posteriormente, llegó a Cartagena.

«Nos pusimos en contacto con los compañeros de Policía Judicial de la zona y le solicitamos una colaboración. Hicieron un trabajo tremendo. Con un caso de esta gravedad, hubo compañeros que incluso llamaron a sus superiores para que les anularan las vacaciones para poder trabajar en la búsqueda. Estuvieron peinando la localidad sin parar. Mañana, tarde y noche. Se centraron en las inmediaciones de los centros educativos, parques, jardines… lugares donde hubiera menores con el mismo perfil, pensando que se podía sentir atraído por ellos. Además, controlaron todas las vías de salida de La Seu d’Urgell hacia Francia para evitar su huida».

El personal de las ONG que trabaja en la localidad colaborando en la recepción de los desplazados de Ucrania en Cataluña les confirmaron que se acordaban de este hombre y que en alguna ocasión tuvieron que decirle que se separara de los críos, porque estaba siempre con ellos jugando. Aseguraron que tenía un especial interés por estar en compañía de menores. «Todo eso reforzaba el perfil del individuo que habíamos establecido en Lérida», recuerda el investigador del Instituto Armado de Cartagena.

Cuando se le detuvo, llevaba consigo unas gafas de sol con un dispositivo de grabación integral. Las imágenes y vídeos están siendo analizadas

Una informante les indicó que el sospechoso estaba intentando abandonar el país porque sabía que lo habían descubierto. Mientras preparaba la fuga, precisaba un techo donde dormir. Los guardias civiles descubrieron que tenía confianza con una familia española con la que estableció vínculos en su anterior etapa en la localidad. «Él se puso en contacto con ellos y les pidió quedarse a dormir, y allí es donde se le atrapa. Acertamos en nuestra hipótesis». Cuando se detuvo al supuesto pederasta, llevaba consigo unas gafas de sol con un dispositivo de grabación integral, tarjeta de memoria y una cámara en el puente que une las lentes. Las imágenes y vídeos que extrajeron están siendo analizadas y se está comprobando si pudo compartir ese contenido con otras personas a través de internet.

Una vez que lo amarraron con grilletes, los guardias civiles respiraron tranquilos y descansaron después de pasar varios días frenéticos tras el rastro del depredador sexual. El detenido fue puesto a disposición del juzgado de Instrucción de La Seu d’Urgell, cuyo titular ordenó su ingreso en prisión provisional.

«La satisfacción no fue tanto la detención de esta persona, sino haber podido evitar que siguiera haciendo daño, porque, con su perfil, estamos casi seguros de que antes o después hubiera vuelto a actuar contra un niño». La ‘operación Opikum’ continúa abierta hasta que sean analizados los dispositivos de almacenamiento tecnológico incautados y se determine si contienen archivos relacionados con la investigación.

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