¿Quién es Doña Manolita, icono de la Lotería de Navidad?

Con el sorteo de la Lotería de Navidad a la vuelta de la esquina no son pocos los que ultiman los preparativos para atraer la suerte de cara al 22 de diciembre. Hay quienes aprovechan para pasar sus décimos por la cabeza de un calvo o la barriga de una embarazada, o quienes optan por lleva una moneda en el bolsillo o encender una vela amarilla, los rituales para llamar a la buena fortuna son muchos y muy variados. Sin embargo, una de las tradiciones más extendidas es la de comprar uno o varios números considerados de ‘la suerte’, bien porque representan una fecha especial para el comprador o por conmemorar un momento histórico de relevancia, o bien porque durante años ha adquirido ese décimo y no quiere dejar de hacerlo por si, precisamente este año, tocase.

Es por ello que en los últimos días las colas en las administraciones de lotería han ido creciendo conforme la fecha del sorteo se ha ido aproximando, sobre todo en aquellas administraciones que, por su popularidad y fama de repartir premios con asiduidad, se han convertido en lugares de peregrinaje para quienes esperan comprar el décimo ganador de El Gordo. Es el caso de la famosa Doña Manolita, hasta donde ciudadanos de toda España y parte del extranjero acuden a partir de verano para localizar su número favorito.

La administración Doña Manolita abrió sus puertas en 1904 en la calle San Bernardo de Madrid (aunque cambió varias veces de ubicación hasta quedarse en la actual, en la calle del Carmen) y es la que más premios ha repartido de toda España. Pero, ¿quién es doña Manolita? Manuela de Pablo (1879-1951), con 25 años, abrió, junto a sus tres hermanas, el negocio que bautizaría con su nombre y adquiría una gran popularidad, primero entre los estudiantes de la Universidad Central de Madrid por repartir numerosos premios y después, entre los habitantes de la capital.

A principio de los años 30 del pasado siglo, los rumores e historias en torno a la buena suerte de doña Manolita llevaron a la lotera a bromear con un periodista que la gente iba diciendo que «he vendido el alma al diablo, y que por eso me colma de fortuna aquí en la tierra, a cambio de hacérmelas pagar todas juntas el día que estire la pata…».

Sin embargo, ella atribuía su buena fortuna a otros motivos, estos de carácter divino: «Escuche usted el verdadero secreto de mi buena mano. El año 1926, harta de que no correspondiese jamás a esta administración un premio que valiese la pena, hice cuatro viajes a Zaragoza, y en los cuatro tuve la suerte de ver a la Pilarica con su manto rojo, que es signo infalible de fortuna. Pedí unos números que se me ocurrieron sin saber por qué, los vendí en mi casa y el premio gordo de Navidad fue conmigo aquel año, siendo este el comienzo de mi fama como lotera».

En 1937, la suerte de Manolita se vio interrumpida durante el asedio de Madrid en plena Guerra Civil. Durante el bombardeo el antiguo establecimiento sufrió graves daños y la lotera perdió un gran número de clientes, algunos registros indican que en torno a dos tercios de habituales dejaron de ir a comprar sus boletos durante este periodo.

Manuela de Pablo falleció en 1951 y la administración pasó a manos de una de sus hermanas debido a que ella no tuvo herederos. A la muerte de la segunda, las riendas del establecimiento pasaron al hijo de su hermana, Alfredo Salgado, que abandonó el país en 1987 por una importante deuda con Hacienda. Fue entonces cuando la administración Doña Manolita, conservando su nombre hasta nuestros días, cambió de dueño y continuó funcionando hasta ahora bajo la titularidad de Juan Luis de Castillejo y Bermúdez de Castro, conde de Cabrillas.

Pese al cambio de manos, el legado de doña Manolita llega hasta nuestros días tanto en la cultura popular con canciones como ‘A la sombra de un león’ (Joaquín Sabina) o ‘Mañana sale’ (Concha Piquer) como con la tradición que pervive un siglo más tarde y conforma largas colas de gente en torno a la nueva administración con su nombre en busca de la buena suerte que un día atrajo su fundadora.

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