Así se cuidan los ojos y la piel en invierno

Así se cuidan los ojos y la piel en invierno

En los meses de verano no paramos de escuchar por todas partes cómo debemos proteger nuestra piel e incluso los ojos para evitar las temidas quemaduras solares, pero también la aparición de manchas, las reacciones alérgicas, las picaduras, las molestias por el salitre del mar o el cloro de la piscina… Sin embargo, «cuando bajan las temperaturas si te he visto no me acuerdo. Ya nadie nos pide consejo», lamenta la dermatóloga Ana Molina, que recuerda la importancia de los cuidados dermatológicos y oftalmológicos también en invierno.

«El frío, el viento, la lluvia, la calefacción y los continuos cambios de temperatura afectan tanto a la piel como a los ojos, que suelen reaccionar a todas estas agresiones externas con sensación de sequedad, tirantez, ardor o picazón», coinciden los especialistas. Estas son algunas recomendaciones para cuidar estos dos órganos durante los meses en los que aprieta el frío.

Gafas de sol y humidificadores

En el caso de la salud ocular, «el frío incide directamente en los ojos. De hecho, el invierno es la peor estación para las personas con problemas de sequedad ocular. Las bajas temperaturas y la menor humedad ambiental hacen que aumente la evaporación de la película lagrimal que recubre y protege el ojo, y que resulta esencial para mantener su superficie suave y libre de irritaciones. Esta sequedad puede ser especialmente incómoda en lugares con calefacción central, ya que el aire caliente y seco que se encuentra en el interior de los edificios puede causar molestias añadidas», explica Elena Barberan, responsable de servicios de salud visual de General Óptica.

El viento tampoco ayuda demasiado. «Actúa sobre los ojos de manera parecida al frío, puesto que también acelera la evaporación de las lágrimas, lo que suele causar irritación y enrojecimiento. Si encima transporta partículas de polvo o alérgenos, la sensación de malestar empeora», añade la óptica-optometrista. Por su parte, las personas que viven en lugares donde nieva habitualmente y los amantes de los deportes de invierno deben proteger sus ojos de los rayos ultravioletas con unas gafas de sol adecuadas. Los expertos aconsejan usar «lentes polarizadas con protección total contra UVA y UVB».

Para cuidar nuestra salud ocular también es conveniente beber agua aunque no se tenga sed (ayuda a mantener la producción de lágrimas) y usar humidificadores para combatir la sequedad ambiental. Si no tenemos, una buena alternativa es colocar un recipiente cerámico con agua en los radiadores, además de usar lágrimas artificiales para facilitar la hidratación de la córnea. Otro consejo de experta: parpadea a menudo y lleva una dieta rica en vitaminas (A, C y E) y antioxidantes. «Con una protección adecuada y un pequeño cambio de hábitos podemos prevenir las molestias oculares propias del invierno», resume Elena Barberan.

Hidratar, hidratar e hidratar

En cuanto a la piel, la doctora Molina recuerda que «la hidratación es al invierno lo que crema solar al verano, así que la clave es hidratar, hidratar e hidratar». Lo primero que solemos notar cuando hace frío es mucha sequedad, sobre todo en brazos y piernas. Todas las estaciones afectan a la piel de una manera u otra, pero el invierno es una de las más duras. Al igual que ocurre con los ojos, el frío, el viento, las calefacciones… hacen que la piel se seque. «¿Y qué hacemos? Pues rascarnos. Y si nos rascamos, nos escuece más porque al frotarla libera histamina, que es una sustancia que aumenta el picor, y entramos en un círculo vicioso. El truco está en aprovechar un ‘fallo’ de la piel a nuestro favor para engañarla. Como es un poco ‘tonta’, le cuesta transmitir dos sensaciones diferentes a la vez como, por ejemplo, picor y frío. De esta forma, si aplicamos frío cuando nos pica, el picor cesará. Y si ese frío que aplicamos es una crema hidratante espesa y fresquita haremos magia de la buena», aconseja la doctora Ana Molina.

Además de sequedad y tirantez, a medida que baja el mercurio «también se produce un efecto de vasoconstricción (los vasos sanguíneos se vuelven más estrechos) que obstaculiza el riego sanguíneo y la microcirculación encargada de aportar sangre, oxígeno y nutrientes a todo nuestro organismo, incluida la piel. Por este motivo, es más frecuente que en invierno la epidermis luzca un aspecto más apagado que en primavera o verano», explican los especialistas de la Unidad de Belleza y Bienestar del Grupo Pedro Jaén. Todos estos efectos se multiplican si además sopla erl viento.

Un último consejo de los especialistas: «ciudado con sentarse cerca de los radiadores porque se favorece la aparación de arañas vascualares y varices».

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