En homenaje a García del Toro

En homenaje a García del Toro

Fue en enero del 2008, la misma semana del intento de derribo del molino de Oliver, cuando entramos en contacto con Javier García del Toro (1942-2023) y apoyó la defensa de este bien patrimonial, ahora ya protegido dentro del BIC de las acequias mayores de la Huerta de Murcia. El propio profesor de la Universidad de Murcia hacía extensiva a toda la comunidad universitaria un escrito defendiendo el molino, la milenaria acequia mayor Aljufía, y la lucha en defensa del patrimonio hidrológico huertano.

No era la primera vez que don Javier apoyaba a los colectivos patrimonialistas murcianos, ni iba a ser la última. Pero a unos cuantos jóvenes de este rincón de la huerta murciana nos ganó para siempre. Sabía transmitir el entusiasmo y el amor por el patrimonio, por la historia, por la cultura. Le gustaba considerarse un «Pepito Grillo» luchando, con la palabra, las ideas y la voz, contra los caballos de Atila que destruyen nuestra memoria hecha piedra.

Javier siempre estuvo un paso por delante de la institución a la que dedicó toda su vida laboral. Mientras que la universidad pública, la de todos, la que dice nacer de la voluntad del Rey Sabio, ha guardado descorazonadores silencios en no pocas ocasiones, algunos valientes profesores, como García del Toro, demostraban que quedan hombres y mujeres, dentro de lo público, que defienden su tierra y saben ir más allá de aulas y despachos a tomar el pulso de la sociedad e, incluso, a espolearla cuando parece mirar hacia otro lado.

En la defensa del yacimiento del arrabal de San Esteban fue cuando miles de murcianos pidieron en 2009 salvar un patrimonio único en Europa que sigue sin una solución definitiva

Lo demostró muchas veces a lo largo de su vida. En su amada y milenaria Cartagena, en la que nació, y en su querida Murcia, con tres ejemplos que muchos guardamos en el corazón: en Senda de Granada defendió unos hallazgos que muchos minusvaloraban, pero que luego esos mismos elevaron a la categoría de monumentalidad años después, cuando incluso los protegieron por su relevancia cultural, a pesar de haber dejado construir cientos de casas sobre un yacimiento que cambiaba para siempre la historia y los tiempos fijados de los poblamientos en el corazón del valle de Murcia. Él lo anunció y lo defendió, no le hicieron caso en su momento, pero acabaron dándole la razón en el mismo Boletín Oficial de la Región de Murcia.

Después, con la Huerta de Murcia, estuvo siempre apoyando en cada reivindicación en la que intentábamos salvar un molino, una acequia, un patrimonio que es de todos los murcianos pero que tenemos que seguir defendiendo palmo a palmo, quijero a quijero, intentando transmitir a la sociedad la importancia de un patrimonio en el que él creía y valoraba más que muchos: con un origen bimilenario por el que sentía pasión, siendo un pionero de la divulgación pública, un primer ‘influencer’ en tiempos en los que se llevaba el ladrillo y un falso progreso.

Ya en el año 1983 escribía sobre la concienciación ciudadana en torno al patrimonio, incidiendo en los escolares, y sobre llevar la difusión del patrimonio cultural a toda la población, más allá de los ámbitos académicos, universitarios y científicos. Algo que hoy vemos todos como absolutamente necesario, pero que hace 40 años solo gente valiente, como Javier García del Toro, defendían en ámbitos más propensos a otras posturas.

En la defensa del yacimiento del arrabal de San Esteban, bajo el jardín de San Esteban, fue cuando miles de murcianos nos acabamos reuniendo en 2009 para salvar un patrimonio único en Europa que sigue sin una solución definitiva que lo proteja quince años después. Sus «mítines arqueológicos» comenzaron a congregar a una ciudadanía que todavía sentía el haber dejado que arrasaran los Baños Árabes y buena parte de una Murcia perdida para siempre. Javier, don Javier, nos hizo mirar dentro de aquella valla que escondía el pasado de nuestra ciudad, y salvar de la piqueta unas calles, unos muros, un urbanismo medieval que estaba condenado a desaparecer por los que acabaron declarándolo Bien de Interés Cultural tiempo después.

Javier, te has ido sin hacer ruido, dejándonos un poco más solos a todos los que disfrutábamos escuchándote, ya fuera en San Esteban, en algún rincón de la Huerta, en un desconocido azud o subiendo a ver las pinturas rupestres del monte Arabí, pero que nunca te olvidaremos. Entre tu familia y amigos, y con algunos de los que acompañamos en luchas, victorias y batallas, y que esperamos juntarnos pronto para honrarte, degustando tu querido garum romano y con dulces morunos, que tantas veces nos regalaste.

Hasta siempre, profesor.

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