
Lleva con la persiana echada desde la víspera de Reyes, pero muchos de los vecinos que han estado pasando por allí estos días lo han achacado a que se trataba de un periodo de descanso que había decidido tomarse su propietario, Juan Antonio Navarro, heredero del negocio que este año hubiera cumplido 85 años, y que regentaba desde 1982, la droguería San Julián. Ubicada en la plaza del mismo nombre, en pleno barrio de San Pedro, colindando con el de San Antolín, Juan Antonio tomó ese año el relevo del comercio que fundó en 1939 su abuelo Juan.
Pepe Jiménez, que durante los últimos 40 años ha trabajado como empleado en la droguería, es el encargado de dar la «mala noticia» a quienes lo ven tomando un café matutino en cafés Moreno, a unos pocos metros de su anterior trabajo, en la calle San Pedro, para no perder las buenas costumbres.
«Pepe, cuándo puedo pasar a por mi cepillo», le pregunta una de las clientas al pasar a a su lado. «Pues me temo que te has quedado sin cepillo, porque la tienda está cerrada». «¿Pero para siempre?», insiste ella. «Sí», le contesta con cara de circunstancias. «¿Por qué?», se suma a la conversación otra clienta. «Por que Juan Antonio se ha jubilado», vuelve a responder. Y lo ha hecho por cuestiones de salud.
Se pierde un comercio familiar que supo capear el temporal de las compras ‘online’ por su trato personalizado
No es la primera vez, ni será la última que tendrá que responder a la misma pregunta, toda vez que los vecinos del barrio regresan a sus quehaceres cotidianos pasadas las fiestas navideñas.
La sorpresa es grande porque para quienes han vivido allí años o han decidido hacerlo desde hace poco la droguería San Julián era, junto con la vecina plaza de abastos de Verónicas, el mayor icono de esta zona. Un comercio familiar que supo capear el temporal de las compras ‘online’ por su trato personalizado y porque allí se podían encontrar artículos poco habituales.
En el imaginario colectivo siempre quedará impreso el bidón de la entrada de color verde, a mano derecha, que exponía escobas de todo tipo, o el mostrador en forma de ‘L’ o sus repisas de arriba a abajo, en las que los artículos se mostraban en orden. Y, de vez en cuando, incluso había que mirar al techo para encontrar el objeto que se buscaba, como plumeros, recogedores o regaderas.
Con su cierre, se va un pedazo de la historia de este barrio castizo y se abre un hueco en el sentir comunitario, un hecho que tampoco ha pasado desapercibido en la redes sociales. Los comentarios publicados también coincidían en lo mismo: la lástima por la pérdida de un negocio emblemático de Murcia.

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Enlace de origen : La droguería San Julián de Murcia echa el cierre tras 85 años