‘Bluey’, no te vayas nunca

‘Bluey’, no te vayas nunca

¿Por qué los cuentos siempre tienen finales felices? Porque la vida ya nos da suficientes historias tristes. Esa es la última lección que nos ha dejado ‘Bluey’, la serie sobre una cachorra Blue Heeler, que triunfa en Disney entre un público mucho más variopinto y amplio de lo que podríamos imaginar. El boca-oreja está vez funcionó en el mismo núcleo familiar. La frase se une así a otras célebres que nos ha dejado esta ficción de animación que sorprende por la forma natural en que se abordan los problemas cotidianos de una familia. Porque junto a Bluey, está su hermana pequeña, Bingo, y sus padres, Chilli y Bandit. Acostumbrados a perros con poderes, niños que se convierten en superhéroes por las noches y cerditos bobos esta propuesta se presentaba como una rareza por su aparente normalidad.

«A veces llegan personas especiales a nuestra vida, se quedan un tiempo y se tienen que ir. Pero la parte en la que estuvieron aquí fue feliz, ¿no? Quizá por eso valga la pena«. Esta es la respuesta que la madre de Bluey le da a su hija cuando le pregunta por la ausencia de un amigo canadiense al que ha conocido en un campamento. Eso sucedió en uno de los últimos capítulos de la primera temporada (llevan tres). Para entonces ya había enganchado a una audiencia que reconocía que aquella no era una mera producción infantil, sino que pretendía entretener a los más pequeños, pero también intentar retratar cómo ejecuta la crianza una generación presuntamente más preparada, concienciada con lo emocional, y más frágil e insegura ante algunos dilemas que surgen con los hijos.

Los Heeler, de boda.

Los Heeler, de boda.


RC

En el último capítulo de ‘Bluey’ hay un poco de todo eso. Plantea un conflicto -una posible mudanza- ante el que niños y padres se enfrentan de un modo diferente. Los más mayores asumen que el cambio, que viene motivado por una oferta laboral del padre, les conviene porque mejorará su modo de vida. Las más pequeñas lamentan las renuncias que han de hacer para lograr esos supuestos beneficios y se van a empeñar en impedirlo. Ni Bluey ni Bingo quieren dejar atrás su casa, sus amigos, o sus rutinas, porque les cuesta entender qué puede haber mejor a todo eso. Y, en el fondo, los padres tampoco están demasiado convencidos de la necesidad de emprender una nueva etapa.

Damos por sentado que un trabajo con mayor responsabilidad y mejor remunerado nos va a proporcionar mayor felicidad, pero no siempre es así, si eso trae consigo algunos sacrificios. La ecuación no tiene por qué arrojar un resultado idéntico en todas las ocasiones. Eso es lo que hemos terminado reflexionando tras este especial que nos ha servido la popular serie de dibujos animados.

Pero ‘El cartel’ -así se ha titulado en España- llama la atención por más cuestiones que el argumento. La más llamativa, su duración. Es la entrega más larga emitida hasta ahora, pasa de los 8 o 10 minutos habituales a los 30. Este metraje permite un desarrollo mayor de las tramas. Vamos a ver a los personajes entrar en contradicciones en un mismo capítulo y a que cambien su comportamiento según las circunstancias. Así por ejemplo el padre intenta convencerse a sí mismo de la oportunidad que se les presenta con el nuevo empleo, pero los espectadores somos conscientes en todo momento de sus vacilaciones. La madre tampoco las tiene todas consigo y no le importa reconocerlo ante sus personas más cercanas. Pero se deja llevar por el pensamiento aspiracional.


Tres momentos del capítulo ‘El cartel’ de ‘Bluey’.


RC

Imagen principal - Tres momentos del capítulo 'El cartel' de 'Bluey'.

Imagen secundaria 1 - Tres momentos del capítulo 'El cartel' de 'Bluey'.

Imagen secundaria 2 - Tres momentos del capítulo 'El cartel' de 'Bluey'.

¿Todo eso lo provoca una serie infantil? Sí. ‘Bluey’ siempre se ha distinguido por su ambición creativa, por su intención de gustar a adultos y críos, y por su voluntad de salirse del esquema clásico de las producciones infantiles en las que todos los capítulos están cortados por el mismo patrón, sin dejar espacio a la sorpresa. En esta serie australiana siempre las hay, por la variedad de los temas que trata (de los más simples como los miedos infantiles hasta otros más complejos como la infertilidad), y por la original forma en que suelen resolverse. Joe Brumm, su creador, es padre de dos hijas y siempre tuvo la intención de idear un show con el que pudieran identificarse los espectadores de todas las edades. Y sobre todo que se ajustase a los códigos actuales, a las nuevas aspiraciones familiares, a la importancia del juego en la educación. Al reconocimiento de que no existen los padres y madres perfectos, ni falta que hace.

Las redes sociales se han llenado de reacciones a este último episodio de ‘Bluey’. Los hay que no han podido contener las lágrimas ante todo lo que sucede en el capítulo. Los guionistas quisieron poner toda la carne en el asador. Por eso organizaron una boda que sirviese de excusa para reunir a los personajes principales y traer de vuelta a otros que aparecieron en momentos puntuales (como la tía Brandy o la mariposa Flappy). Con todos ellos en acción y con la amenaza de que los Heeler fuesen a dejar su casa se ha desarrollado una entrega que sin duda va a abrir una nueva etapa en la serie.

Por cierto que el título original de la entrega es ‘The sign’, que podríamos traducir como la señal, que permite dobles lecturas sobre todo lo que pasa en esta trama. Porque a veces hay señales que te indican que no estás haciendo lo correcto. Y algo de eso ocurre al final de este episodio…

Los productores ya han anunciado que esto no es un punto y final, ni mucho menos. La historia de la familia azul continuará adelante, pero no han avanzado cómo, si con nuevas temporadas o de otro modo. Los rumores apuntan a la puesta en marcha de una película, una vez se ha demostrado que las tramas de ‘Bluey’ aguantan metrajes más largos de los que estábamos acostumbrados. Pero eso no quiere decir que los capítulos convencionales vayan a terminar. O eso esperamos los feligreses de la familia azul.

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