En Valdebebas emprendieron los jugadores del Real Madrid un caluroso domingo con varias paradas en el asfalto hasta poder reunirse con los auténticos protagonistas de las celebraciones: los aficionados que se congregaron en las calles de los alrededores de Cibeles. Decenas de miles de personas que se armaron de paciencia hasta ver a sus ídolos aparecer, después de rendir pleitesía a las distintas instituciones madrileñas así como a la Almudena, en la tradicional ofrenda a la patrona de la capital.
Hasta la fuente de la diosa llegó el autobús descapotable de los campeones de liga por trigesimosexta vez en su historia tras aguantar bendiciones y escuchar los discursos de la madridista Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad, y José Luis Martínez Almeida, alcalde de conocido sentimiento rojiblanco. Allí, en un vehículo con el campeones en letras moradas y amarillas, engalanado con el 36 y en una pasarela blanca inmaculada de quince peldaños, empezaron la fiesta, dj y confeti incluido, aunque la auténtica verbena la esperan los blancos para el próximo 2 de junio sin son capaces de alzar por decimoquinta vez la Liga de Campeones en la final que disputan un día antes en Wembley ante el Borussia Dortmund.
Poco antes de las 10 de la mañana Pedro Rocha, electo presidente de la Federación Española de Fútbol recibió uno a uno a los componentes de la plantilla madidista en el campo de entrenamiento de Valdebebas, debidamente trajeados, junto a Florentino Pérez, presidente y ‘capitán del barco’ de los ‘marineros’ que dirige Carlo Ancelotti. No estuvo por allí sin embargo Vicente del Bosque, que preside la Comisión de normalización, un organismo creado por el CSD para meter en cintura a la FEF, sumida en una grave crisis desde hace nueve meses, desde el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso a la supuesta trama delictiva de la llamada Operación Brody.
Uniformados de tono oscuro y a puerta cerrada, recibieron el trofeo de manos del sustituto del mandamás del fútbol español. Una imagen bien distinta para levantar el título de una liga casi impecable para los de Chamartín. De ahí, rumbo a la Puerta del Sol, sede de la Comunidad de Madrid, donde sonó el himno del Madrid de toda la vida, el del noble y bélico adalid, y las mocitas madrileñas que van alegres y risueñas, antes de la proyección de un vídeo con los mejores momentos de los blancos este curso. «Este grupo ha sabido levantarse lesiones muy graves que han puesto en riesgo nuestros objetivos. Esta plantilla ha sabido rebelarse ante una situación que parecía irreversible. Es una actitud ante la vida», destacó Florentino Pérez, que prometió volver «con la decimoquinta Copa de Europa» en la que será la 18ª final de Champions para el equipo blanco en toda su historia, la sexta en las últimas once temporadas.
El dirigente dio paso a la madridista Ayuso, que con una camiseta del equipo y con el 1 a la espalda hizo hincapié en que «el Madrid símbolo de la altura miras y de triunfo sin complejos». Elogios repetidos también por el colchonero Almeida, que ni se puso la camiseta de campeones ni se cortó en destacar que los niños allí presenten solo piden a Kylian Mbappé para la próxima temporada, así como que «es difícil encontrar una persona que reúna los valores, que tenga la deportividad, que enarque la ceja y que se fume un puro como lo hace Carlo Ancelotti».
El preparador italiano, que ha sentado cátedra como gestor en el Bernabéu y fue uno de los que más feliz estuvo en Cibeles, repitió su instantánea más viral con gafas de sol oscuras y puro habano rodeado de sus jugadores como aquella de hace un par de temporadas. El de Reggiolo, que bailó con Camavinga y alzó el trofeo varias veces, agarró el micrófono, coreó a la afición del Madrid y animó varios cánticos míticos del equipo.
Al grito de «campeones, campeones» salieron los protagonistas a saludar desde el balcón de la Real Casa de Correos en una abarrotada plaza en la que los presentes, que animados por el tenor de Reggiolo, cantaron un poco desafinados el himno moderno del equipo, elaborado por el compositor Nadir Khayat. «Estar preparados para lo que se nos viene el día 1», advirtió Joselu, héroe ante el Bayern de Múnich, mientras los presentes pedían el Balón de Oro para un Vinicius que se arrancó con el micrófono con el clásico «cómo no te voy a querer si fuiste campeón de Europa una y otra vez».
Aclamados los futbolistas, el capitán Nacho, quien dijo haber demostrado que «nada es imposible para esta camiseta», pidió un aplauso para Courtois, Militao y Alaba, lesionados durante la mayor parte de la temporada, y el fueron dedicando algunas palabras hacia los eufóricos aficionados. «El loco está aquí» dijo Rüdiger, que este año ha sido el líder indiscutible de la retaguardia blanca. «En Wembley vamos a ganar», anunció Jude Bellingham en las primeras palabras en español que se recuerdan del talentoso centrocampista británico. «En tres semanas no vemos aquí otra vez», volvió a advertir Kroos tras pedir el público su renovación así como la de Luka Modric.
El punto álgido del festejo llegó ya con los jugadores de blanco y con el escudo en el pecho, en el mítico símbolo de la ciudad para los forofos merengues, donde Nacho Fernández, como capitán del equipo, puso la bufanda y bandera en las alturas de una diosa a la que besó en la mejilla ante la mirada de los asistentes, que contemplaron como instantes antes los futbolistas se arrancaban a bailar una conga en el centro del escenario.
El central, junto a Luka Modric, entró el pasado fin de semana en la historia dorada del club, al igualar a Marcelo y Benzema como jugadores de la historia de la entidad con más títulos. Todos ellos han sido campeones 25 veces y entran dentro del ciclo más laureado de la historia de un club que quiere poner el broche de oro con otra Copa de Europa, la sexta en las últimas once temporadas. Un rendimiento continental reciente que demuestra la buena salud competitiva del Real Madrid en una última década prodigiosa a nivel de trofeos, dejando atrás fantasmas de finales de la década de los 2000. Y es que la Liga de Campeones siempre fue el termómetro del vigor deportivo de las plantillas madridistas, con un rendimiento estable de notable alto en los últimos once años.

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Enlace de origen : La 36 de la diosa Cibeles, el puro de Ancelotti y con la mente en Wembley