Una fundación de animales se esconde en el antiguo ‘fiestódromo’ de la Universidad de Murcia

Una fundación de animales se esconde en el antiguo ‘fiestódromo’ de la Universidad de Murcia

Natalia Moreno

Martes, 28 de mayo 2024, 12:05

Ladridos, maullidos o relinches son los nuevos sonidos que se pueden escuchar en el anterior ‘fiestódromo’ del Campus de Espinardo de la Universidad de Murcia. El espacio donde se celebraban las multitudinarias ‘paellas’ dejó de reunir a los universitarios para acoger desde marzo a gatos, perros, burros, caballos y ponis de la Fundación Centauro Quirón .

Un suelo de tierra con paja en algunos rincones y olor a animal caracterizan ahora los 10.000 metros de los 40.000 que la UMU cedió a esta fundación presidida por Pedro Ferrer, quien lleva toda la vida ligada a este ambiente y 24 años con el proyecto. «Llevábamos años detrás de estar en la granja universitaria para hacer un proyecto de investigación», cuenta Pedro.

Sin embargo, por diversos motivos no pudieron acabar ahí: «Al rector le encantó el proyecto y nos dijo que si no era allí buscarían otro espacio». De esta forma, la UMU, que ya llevaba tiempo intentando frenar los macrobotellones en este descampado, vio una oportunidad perfecta para apostar por una iniciativa «acorde al espíritu universitario».

Y aunque los animales son los protagonistas de este nuevo espacio como protectora, también lo son los adultos y niños que padecen problemas físicos, emocionales, psicosociales o que tienen diversidad funcional. «También somos un centro de intervenciones para personas que necesiten desarrollar o mejorar sus capacidades. Lo hacen a lomos de nuestros caballos o de la correa de nuestros perritos», explica el presidente con una sonrisa y una voz dulce cada vez que habla de «los habitantes de la fundación».

El pequeño Fulgen haciendo su terapia con animales.

El pequeño Fulgen haciendo su terapia con animales.


M. A. Aznar

Juan, Pedro y todo su equipo se encargan de intentar mejorar la calidad de vida de personas y animales. Es el caso del pequeño Fulgen, que cabalga a lomos de uno de los caballos junto a una fisioterapeuta, una psicóloga y Samuel, el instructor de equitación, que anteriormente fue alumno de Pedro: «Es una forma de cerrar el ciclo en la fundación». Fulgen tiene 12 años y padece el Síndrome de Duchenne, una distrofia muscular degenerativa. «Él aún no está en una silla de ruedas gracias a las terapias», indica el fundador de este proyecto. En este tipo de intervenciones mejoran el equilibrio, la fuerza y su salud mental.

Nuevas oportunidades

No obstante, este espacio de convivencia nació con la «idea de dar segundas oportunidades a los animales en situaciones de abandono o maltrato». Actualmente, un total de 38 equinos, 17 perros y 7 gatos son los que residen en el centro. Algunos de ellos son ‘Milagritos’, ‘Tania’, ‘Martinete’, ‘Flecha’ o ‘Tierra’; cada nombre hace alusión a sus características o a su origen. La mayoría llega a través de agentes de la Policía o Guardia Civil.

«Nos encontramos totalmente desbordados», explica Juan Fernández, el joven coordinador de este espacio. La idea que persiguen es que todos los animales «tengan una casa, un lugar donde comer y ser felices con personas». Por ello, facilitan cualquier proceso de adopción. Una excepción son los equinos, que «hasta que no cambie la ley, quien se los lleve puede venderlos al matadero». Sin embargo, despedir a quien ha entrado por la puerta de la fundación a veces se complica: «Son como mis hijos. Todos los días me saludan, me arañan o me dan un lametón», indica Juan entre risas.

La gata 'Sol' espera en la fundación para ser adoptada.

La gata ‘Sol’ espera en la fundación para ser adoptada.


M. A. Aznar

Cuando Pedro tiene que destacar a alguno de los «habitantes» se le ponen los ojos vidriosos y enseguida resalta al que fue el caballo que dio origen a la fundación, que ahora comparten un total de 20 trabajadores y 100 voluntarios en activo: ‘Secreto’. «Era un caballo que iba al matadero por tener unas conductas incompatibles con el ser humano. Era muy fuerte y decían que no iba a ser domado», narra Pedro indagando en sus recuerdos. Pese al comportamiento que otros destacaban de este corcel, el presidente aprendió que «había otro camino y una forma diferente de interactuar con él», tanto es así que se convirtió en el «mejor caballo de terapias»: «Él hizo que todo esto tuviera sentido».

Una pareja de cuervos se ha incorporado al resto de animales de forma inesperada. Y aunque en otras ocasiones han acogido a hurones o conejos, no pueden hacerlo con jabalíes o cabras, por carecer de permisos específicos para cada uno de ellos. Pedro cuenta que le encantaría «montar un santuario para animales de difícil adopción y darles una vida digna». Sin embargo, la pasión por los habitantes de cuatro patas de la fundación es desmedida: «Nos encantaría no tener que acoger a ninguno más. Seríamos así los parados más felices del mundo».

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