En un 9 de junio, Día de la Región de Murcia, Carlos Alcaraz cumple con la promesa que hizo a sus paisanos y a él mismo. Su sueño de niño se hace hoy realidad al derribar al guerrero Alexander Zverev (6-3, 2-6, 5-7, 6-1 y 6-2) y convertirse en campeón de Roland Garros. Tras sobrevivir a otra batalla épica, el murciano se revuelca al fin por la tierra parisina, única superficie que se le resistía en un grande. Es su tercer Grand Slam y ya es el más joven de la historia que levanta uno en tierra, hierba y cemento, tras el US Open de 2022 y el Wimbledon de 2023. Es el tenista total, el mayor superdotado de su era y, desde este domingo, el heredero de la Philippe Chatrier, el templo donde escribieron su leyenda todas las leyendas del tenis español.
Tras las dudas y las molestias físicas, la redención y el éxito. Llegaba Carlitos rodeado de incógnitas por un antebrazo que le ha torturado durante semanas, pero avisó desde su primera tarde en el ‘Bois de Bolougne’: «Tengo tiempo». Esa ambición le ha guiado estas dos semanas durísimas, culminadas ante el gigantón alemán que en Australia, primer Grand Slam del año, le cortocircuitó. Este domingo, con la lección aprendida, Alcaraz salta a la Philippe Chatrier cargado de las dosis de paciencia y agresividad necesarias para dominar una gran cita.
«Altura, altura», le pide Ferrero desde el inicio del partido a su pupilo para que aproveche las condiciones de la arcilla, seca por el sol que reina en París. La bola le bota mucho y Alcaraz empuja al alemán, incómodo ante un adversario que cubre toda la pista y anula sus dos principales armas: el revés paralelo y un saque que apenas conserva dos ocasiones en sus cinco juegos de servicio. Fluye el murciano y Zverev se desespera.
El muro alemán
Sin embargo, ya adelantaba el alemán que llegaba a esta final, su segunda de Grand Slam, mucho más maduro que hace casi cuatro años a la primera, en la que cayó ante Dominic Thiem en el US Open. Tras el varapalo del 6-3 en el primer set, Zverev recupera la fórmula que le permitió superar a Nadal y dos partidos a cinco sets en el camino a la final: agarrarse a la pista, solidez al servicio (83% de primeros) y latigazos desde el fondo. Es un muro y eleva el ritmo, sobre todo con un revés determinante. Apenas cuatro errores no forzados en la segunda manga el germano, frente a 14 de Alcaraz.
El murciano, inquieto por el viento y descolocado sin la iniciativa, sufre una de sus desconexiones habituales que tanto intenta minimizar. «Hay que luchar», le insiste Ferrero desde el banquillo, incidiendo en esa idea de sufrir que le permitió batir a Sinner. «¡Vamos!», se grita él minutos después, sacando el puño, tras solventar un aprieto con el saque y 2-2 en el tercer set. Ahí está el estímulo emocional que anhela, el cambio de chip para recuperar la claridad mental y la variedad en su juego. Así consigue inmediatamente después romper el saque por primera vez desde el parcial inaugural y, aunque en el siguiente afronta tres bolas de ‘break’, se salva con varias genialidades de su derecha, ese golpe maestro que tanto le ha torturado durante la gira de tierra batida.
La épica, otra vez
Sin embargo, cuando parece haber pasado el chaparrón alemán y el murciano saca para apuntarse el tercer set, se acelera, tuerce el gesto y se derrumba: el 5-2 a favor se transforma en un 5-7. La épica, única salvación. Y en ese arte indescifrable, no hay otro tenista en la actualidad tan superdotado como Alcaraz. Un globo a la línea, una bola que se escapa por milímetros, un ‘passing’ imposible y esa montaña rusa llamada Carlos Alcaraz vuelve a ir hacia arriba con un 4-0 en el arranque del cuarto set.
Aunque pide tratamiento médico en el muslo izquierdo, donde luce un vendaje, el murciano aprovecha la renta para conducir la final a la manga decisiva. El desenlace en el que acechan la cabeza todos los precedentes: la final del US Open cedida por Zverev tras ir 2-0 arriba o el 10-1 de Alcaraz en quintos sets, incluida la victoria ante Djokovic en Wimbledon. Tal vez eso sirva para explicar la conclusión, en la que Zverev, un iceberg durante todo el torneo, se deshace ante la grandeza y frialdad de Alcaraz, que salva un 74% de bolas de ‘break’.
Aún le quedan los últimos zarpazos y trucos de magia al chaval de 21 años, al que hoy se rinde la Philippe Chatrier como ya hicieron antes el All England Tennis Club y la Arthur Ashe. Vuelve a recuperar el murciano la sonrisa, que reluce en París ante la atenta mirada de millones de fans y espectadores. Hace unos pocos años, él era el niño al otro lado de la pantalla. «Salía del colegio para poner la tele y ver el torneo», recuerda en los agradecimientos a sus padres, ya con la Copa de los Mosqueteros en sus brazos. «Mi sueño es ganar Wimbledon y Roland Garros», lanzaba con 12 años en un vídeo ya convertido en viral. Misión cumplida. Hoy ya ha confirmado todos los presagios: es el heredero, el nuevo conquistador de la tierra batida.

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Enlace de origen : Carlos Alcaraz conquista París