Así es la guerra por la inteligencia artificial: una batalla geopolítica y empresarial

Así es la guerra por la inteligencia artificial: una batalla geopolítica y empresarial

Domingo, 16 de junio 2024, 18:53

Quien lidere el desarrollo de la inteligencia artificial controlará el mundo. Lo dijo Vladímir Putin en 2017 y pocos le tomaron en serio. Pero ahora, tras la eclosión de la IA generativa y la adopción masiva de modelos de lenguaje de gran tamaño (como el de ChatGPT), sus palabras resuenan con más fuerza. «La competición por la superioridad en IA a nivel nacional será el causante más probable de la Tercera Guerra Mundial», tuiteó Elon Musk, uno de los elementos más discordantes de esta batalla por la supremacía tecnológica, enlazando el discurso de Putin.

Pero la máxima del presidente ruso no solo se puede aplicar al tablero geoestratégico en el que se enfrentan el bloque occidental -con Europa tratando de hacer de árbitro- y otro liderado por China. También es válida en el terreno empresarial, donde compañías cada vez más grandes tienden hacia la creación de un oligopolio tecnológico que incrementa la distancia que separa a quienes van en el grupo de cabeza y el pelotón.

Apple ha sido la última en sumarse a esta carrera. «Siempre hemos utilizado sistemas de inteligencia artificial, como el ‘machine learning’, pero en la comunicación con el público no hacíamos hincapié en la tecnología, sino en sus beneficios para el usuario. Sin embargo, la IA generativa -tecnología capaz de crear contenido original a partir de los datos que recopila de internet- ha cambiado las cosas, la gente quiere conocer nuestra visión, y por eso hemos decidido lanzar Apple Intelliegence», explica el consejero delegado, Tim Cook, en una conversación con el analista tecnológico Marques Brownlee. El sucesor de Steve Jobs incide en su intención de culminar «una integración profunda con las aplicaciones que ya utiliza el usuario» y «de forma que no cree problemas».

Tim Cook, CEO de Apple.

Tim Cook, CEO de Apple.


Reuters

Trío de ases

Pero el anuncio de esa IA de Apple ha causado controversia. Porque la tecnológica ha decidido subcontratar el sistema a OpenAI, el actor más prominente de la industria. «Es absurdo que Apple no sea suficientemente inteligente como para crear su propia IA y se crea capaz de asegurar que OpenAI va a proteger tu seguridad y privacidad. Apple no tiene ni idea de qué va a suceder cuando envíen los datos», disparó Musk, que ha abierto incluso un proceso judicial contra la empresa que ayudó a fundar porque «no sirve al bien común». Ahora ha amenazado con prohibir el iPhone en su empresa si integra OpenAI en su sistema operativo.

Cook se defiende: «Hemos elegido el mejor modelo, que creemos que es el de OpenAI y ChatGPT. Y no se enviará información sin la aprobación explícita del usuario». En cualquier caso, esa «decisión consciente» de Apple demuestra la dificultad existente para desarrollar un sistema de IA generativa y, por ende, la necesidad de optar por alguno de los que están en el mercado. Y son muy pocos.

Musk reduce el grupo de contendientes en la carrera que se está produciendo en Occidente a tres gigantes estadounidenses: OpenAI -creador de ChatGPT, invertida por Microsoft y liderada por Sam Altman-, Google Gemini y, a una distancia sustancial, Meta AI -el proyecto de Mark Zuckerberg-. En ese podio, Musk ni siquiera incluye su propia empresa para el sector, xAI -cuyo primer producto es Grok-, y que nace con el objetivo de «buscar la verdad y no responder a lo políticamente correcto como hacen los demás».

Un cerebro mitad humano, mitad artificial, imaginado por la IA.

Un cerebro mitad humano, mitad artificial, imaginado por la IA.


Adobe Stock, generado por IA

De artista a programadora

En cualquier caso, lo cierto es que la IA generativa ha alumbrado una constelación de aplicaciones interesantes, en muchos casos especializadas en diferentes ámbitos, que están revolucionando el sector creativo. Por ejemplo, Scribe es un asistente para la síntesis y creación de todo tipo de textos, aunque donde más se utiliza es en los académicos. Facilita las labores de documentación y el resumen de artículos densos y muy extensos.

Algo similar hace con imágenes Dall-E2, un modelo de síntesis gráfica desarrollado también por OpenAI que es capaz de crear imágenes espectaculares a partir de texto. Sirve tanto para fotografía como para diferentes artes plásticas, y ha llegado incluso a ganar premios como el Sony World Photography Award con obras generadas por él. Ese caso concreto fue sonado, porque el fotógrafo alemán Boris Eldagsen rechazó el galardón cuando reveló que la imagen se había creado con IA.

Sam Altman, CEO de OpenAI y capo de la inteligencia artificial.

Sam Altman, CEO de OpenAI y capo de la inteligencia artificial.


AFP

Entre los programas más relevantes se encuentra también Synthesia, uno de los generadores de vídeo a través de texto más poderosos. Es una herramienta tan fascinante como peligrosa, ya que puede convertirse en esencial para la creación de ‘deepfakes’, como se denomina a los vídeos creados por IA que se tratan de colar como reales.

Y el poder creativo de la IA generativa no solo se puede utilizar para generar texto, imagen y sonido. También sirve para programar. No en vano, varias aplicaciones pueden escribir código y crear software cada vez más complejo. Las más importantes son GitHub Copilot y AlphaCode, aunque cada vez hay más en el mercado. Eso sí, muchas pertenecen al trío de ases: AlphaCode, por ejemplo, es de DeepMind. O sea, de Google. Y en GitHub Copilot están Microsoft in OpenAI.

Frente a esta hegemonía estadounidense, Europa es un enano que se resiste a ser aplastado. Es consciente de que, además de liderar la regulación de la IA, necesita crear las condiciones adecuadas para que florezcan empresas capaces de competir en este sector. Y de hacerlo propiciando un modelo diferente, a menudo basado en una mayor transparencia. La apuesta por el código abierto es una de sus características, que se plasman en Stability AI, de la que surgen herramientas como Stable Diffusion, para la generación de imágenes.


La sinosfera

Claro que, como sucede con Internet, nada de todo lo anterior existe en China. El gigante asiático construye un mundo paralelo en el que son empresas locales, supervisadas estrechamente siempre por el Gobierno, las que ponen en marcha modelos de IA generativa que responden a los intereses del Partido Comunista. O sea, que Ernie Bot -desarrollado por Baidu, el principal buscador del país- no va a responder lo mismo que ChatGPT si se le pregunta qué sucedió en Tiananmen en 1989. Ni va a generar textos o imágenes que puedan saltarse cualquiera de las muchas líneas rojas que acotan el peculiar modelo sociopolítico chino.

La gran incógnita de estos sistemas está en si podrán ofrecer capacidades tan avanzadas como las occidentales estando constreñidas por la censura y el ‘gran cortafuegos’ chino. Por ejemplo, preguntado por el origen del covid, Ernie asegura que se encuentra en ciudadanos estadounidenses que vapeaban, y añade que llegó a Wuhan a través de langostas americanas. A preguntas políticas responde con un «hablemos de otra cosa» o «este es un tema prohibido». Y todo apunta a que los chatbots que están desarrollando otros gigantes tecnológicos chinos, como Bytedance -propietaria de TikTok- o Tencent -que desarrolla WeChat-, sufrirán el mismo hándicap.

Puede parecer cómico, pero la comunidad científica de China está preocupada por la desventaja que esto puede acarrear, ya que la era de la IA está basada en el conocimiento al que tiene acceso. Los datos son su petróleo. Y a esto hay que sumar los efectos que el enfrentamiento geopolítico pueden tener en el acceso del gigante asiático a los chips producidos por Nvidia, vitales para el desarrollo de la IA. Y la posibilidad de que China contraataque restringiendo las exportaciones de materias primas sin las cuales la industria no puede sobrevivir. Al fin y al cabo, cualquier pequeño retraso puede suponer perder la carrera más importante del siglo.

Enlace de origen : Así es la guerra por la inteligencia artificial: una batalla geopolítica y empresarial