Una máquina del tiempo llamada Rock Imperium

Una máquina del tiempo llamada Rock Imperium

Viernes, 21 de junio 2024, 00:03

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Uno de los mayores placeres de los festivales de música es disfrutar de grupos que de otro modo sería imposible ver en directo. El Rock Imperium brindó este jueves una de esas ocasiones doradas, al ofrecer la primera y última actuación en España de Cirith Ungol. Su carácter de concierto de despedida hizo que la cita estuviera marcada por cierto sabor agridulce, aunque sirvió para que una cantidad respetable de público decidiera prescindir de la siesta para no dejar pasar esta ocasión única. A cambio, Cirith Ungol convenció tanto a sus fieles como a los que no sabían muy bien de qué iba a la cosa, con un heavy metal oscuro y pesado que parecía salido de la mazmorra de algún malvado nigromante de novela de fantasía. Llega tarde, pero al fin reconocimiento para una carrera que mereció mejor suerte.

De formación moderna pero con un pie en los sonidos de los 70, Kadavar deleitó con un intenso rock psicodélico deliciosamente retro. Excelente aperitivo para Richie Kotzen, que tomó el relevo con su irresistible hard rock bluesero. Dotado con un talento insultante, el norteamericano es un guitarrista virtuoso, un cantante cargado de sensibilidad y un compositor muy creativo, pero también es un culo de mal asiento y su carrera en solitario se ha visto ensombrecida por sus muchas y muy destacadas contribuciones a otras bandas de alto perfil, como Mr. Big, Poison o The Winery Dogs. Algo estático, el músico dejó que las canciones hablaran por sí mismas y centró una hora de repertorio en sus dos últimas décadas de producción, donde el rock más apasionado transita de la mano de otras influencias como el jazz o el funk. Un grande.

El derroche de genialidad de Richie Kotzen le hizo flaco favor a TNT, que hizo lo que pudo para ganarse el favor del público, sin que su hard rock ochentero básico y excesivamente edulcorado terminara de enamorar. Algo similar sufrió Extreme el día anterior. Buenos músicos y muchas ganas, pero una actuación que podría haber estado muy bien en un contexto aislado pasó sin pena ni gloria por el festival, donde es más difícil destacar.

La cara oculta de Deep Purple

La segunda jornada del Rock Imperium continuó apostándolo todo por el hard rock con el concierto de Glenn Hughes dedicado a su etapa en Deep Purple. Después de disfrutar en la pasada edición de la banda completa, la idea de ver a un ‘expurple’ rebotado podría parecer cosa menor, pero debe tenerse en cuenta que esa parte de la historia de la formación fue un punto y aparte que rara vez tiene la oportunidad de celebrarse en directo. Tampoco es que Hughes sea un exmiembro cualquiera, sino que se trata de una de las grandes leyendas del rock de los 80, así que verle defendiendo su legado púrpura fue un merecido plato fuerte del jueves. El cantante y bajista participó en tres discos incomprendidos en su momento por incorporar elementos de boogie, funk y soul, y posteriormente relegados a un inmerecido segundo plano tras la reunión de la formación clásica de Deep Purple. Aunque Hughes mostró un fenomenal estado de forma, en algunas ocasiones el sonido se antojó algo básico. Algunos temas, como ‘Burn’, que no es lo mismo sin las coristas de la versión de estudio, sonaron demasiado secos. Por otro lado, se agradeció que se lograra replicar el encanto analógico propio de la época. Casi se podían escuchar los cálidos crujidos del vinilo.

El cabaret de Tobias Sammet

Tras su paso por la primera edición del festival, Avantasia regresó este año con una espectacular producción escénica y dos horas de repertorio. Su propuesta no es la de una banda al uso, sino que se trata de una serie de óperas rock basadas en los artistas invitados, lo que supone un problema a la hora de salir de gira. Esta vez los compromisos profesionales de Jorn Lande y Eric Martin, dos de las voces más destacadas de este proyecto coral de Tobias Sammet, no pudieron estar en Cartagena y eso le restó impacto a la actuación. Sí estuvo Bob Catley, a pesar de las dudas despertadas tras anunciar su retiro de Magnum, y también se intentó cubrir los huecos dejados reforzando el papel de Herbie Langhans y Adrienne Cowan, ascendidos a comparsas oficiales del propio Tobias Sammet, quien volvió a destacar como un ‘frontman’ carismático y un excelente vocalista. Gran espectáculo, a pesar de las ausencias.

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El eficaz power metal melódico de Kamelot fue una buena manera de cerrar una notable jornada de rock que, sin embargo, no consiguió hacer olvidar la formidable actuación de Judas Priest el primer día de festival. Si me preguntan a mí, no es mala cosa haber podido disfrutar de un jueves más tranquilo si tenemos en cuenta lo que está por venir en la segunda mitad del Rock Imperium. Este viernes Saxon destapará el tarro de las esencias del heavy metal más puro y Emperor desatará sobre Cartagena todos los demonios del infierno. Recen lo que sepan.

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