Ni entierro ni incineración… Cómo se dona el cuerpo a la ciencia

Ni entierro ni incineración… Cómo se dona el cuerpo a la ciencia

Iratxe Bernal

Lunes, 24 de junio 2024, 00:11

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Entierro o incineración. Si ha pensado qué le gustaría que hicieran con sus restos, seguro que se ha decantado directamente por una de estas dos opciones sin reparar si quiera en que hay otra, digamos, intermedia; puede usted donar su cuerpo a la ciencia y contribuir tanto a la formación de futuros médicos como al desarrollo de nuevas técnicas quirúrgicas. Es, piénselo así, una última ocasión para mostrar altruismo, válida incluso para quienes no pueden ser donantes de órganos.

En España, la donación de cuerpos es desinteresada y se realiza a través de las facultades de Medicina. «La administración sanitaria y docente están desconectadas, por lo que, pese a lo que piensa mucha gente, la donación del cuerpo no tiene nada que ver con la de órganos –de hecho, pueden ser excluyentes– ni con el testamento vital. Nosotros tenemos donantes que también lo son de órganos, pero son dos registros independientes», explica María Teresa Vázquez, directora del Centro de Donación de Cuerpos de la Universidad Complutense y presidenta de la Sociedad Anatómica Española.

La facultad más cercana

De modo que, una vez tomada la decisión, deberemos consultar si la facultad más cercana admite donaciones. A las pequeñas les resulta más sencillo llegar a acuerdos con otras mayores que gestionar su propio programa, por lo que no las aceptan nunca, y las que sí cuentan con un centro de donación a veces deben pausar la recepción de cuerpos para ajustar sus previsiones al espacio disponible en la morgue.

Si la donación es posible, bastará con que rellenemos un sencillo formulario que deje constancia de nuestra conformidad con que el cadáver sea utilizado para la enseñanza y la investigación. Cada centro tiene su propio protocolo, así que puede haber ligeras variaciones, como que nos pidan testigos de la firma, autorización para acceder al historial clínico o permiso para enviar el cuerpo a otra facultad. Una vez inscritos nos darán un carné acreditativo en el que figurará el teléfono en el que, en su día, habrá que comunicar la defunción y en el que indicarán a la familia qué funeraria se ocupa del traslado o qué hacer si el fallecimiento se da en otra comunidad. Y ya. No hay más trámites.

Sin embargo, que se cumpla o no nuestra voluntad va a depender de dos factores. El primero es precisamente la familia. Dada esa falta de conexión entre la administración sanitaria y la educativa a la que hacía mención Vázquez, los encargados de avisar a la facultad del fallecimiento son los allegados, así que si no conocen ese deseo o deciden no respetarlo, nadie les va a hacer ninguna reclamación.

Por cierto, hay facultades que admiten donaciones decididas por los familiares, «algo habitual cuando les consta que era la intención del fallecido aunque no pudiera formalizarla». Esta posibilidad generó alguna polémica durante la crisis de 2008 porque la donación libra a los nuestros de cualquier gasto. La facultad paga el traslado del cuerpo hasta sus instalaciones y, salvo que se muestre interés por recuperar los restos, también es la que, finalizado su uso, se hace cargo de la incineración y deposita las cenizas en un cenicero común. «Es verdad que hay casos en los que la donación es por cuestiones económicas, pero en la Sociedad Anatómica hace años hicimos un estudio y resultaron ser muy pocos. La inmensa mayoría de las veces se hace por puro altruismo», subraya Vázquez.

Causas de exclusión

En segundo lugar, las circunstancias en que se produzca la defunción pueden ser causa de exclusión. «Hay que valorar cada caso, pero puede ocurrir si ha habido una extracción de órganos para trasplante, si se ha practicado una autopsia o si el fallecido padecía determinadas enfermedades infecto-contagiosas grave, obesidad mórbida o emaciación (extrema delgadez). De hecho, antes de trasladar el cuerpo, pedimos a la familia un informe médico por si en él ya vemos motivos para la no recepción. Además, cuando ya está en nuestras instalaciones, hacemos un análisis de sangre para descartar que el fallecido tuviera sida o hepatitis B o C. Si fuera así, el cuerpo se descartaría y sería incinerado inmediatamente. Nunca se devuelve», aclara la experta.

Por último, una vez finalizado su uso y si se ha mostrado ese interés previamente, algunas facultades ofrecen a los allegados la posibilidad de recuperar el cuerpo. «Son peticiones muy poco comunes, porque no podemos especificar cuánto tiempo se va a utilizar el cadáver. De hecho, muchas veces pasan años hasta que se empieza a trabajar con ellos. Nosotros, en la Complutense, ni siquiera damos esa opción», matiza María Teresa Vázquez. En estos casos, es la familia la que se hace cargo de los gastos funerarios que implique la entrega así como su inhumación o cremación. Nosotros estaremos como al principio, pero el retraso habrá resultado útil para la ciencia.

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