Conmoción en Librilla por la muerte a puñaladas de un vecino a manos de su hija

Conmoción en Librilla por la muerte a puñaladas de un vecino a manos de su hija

Viernes, 28 de junio 2024, 00:36

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De puertas para afuera, Emara era tranquila, educada y algo despistada. Sus vecinos de Librilla la solían ver por la calle paseando a su perro, y tomando café solo «de un trago» y coca cola, mucha coca cola. Algunos de ellos utilizan el cliché que se suele usar recurrentemente en los casos donde el presunto agresor es alguien en apariencia normal que ha hecho algo terrible, y que sorprende porque «siempre saludaba». Emara, de 36 años, se comportaba con esa normalidad cuando la enfermedad mental que padecía le dejaba tranquila.

Pero cuando los problemas de salud aparecían, el relato cambia y esto solía ocurrir de puertas para adentro, en la casa de sus padres, con quienes mantenía una «relación tormentosa, sobre todo con el padre», afirma Luisa, una vecina. Tanto era así que en varias ocasiones la Guardia Civil había acudido a la vivienda de la familia para intervenir y mediar en las peleas. «También venía una ambulancia con sanitarios que pinchaban a la hija para que se calmase».

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Y Emara acabó la madrugada de ayer, presuntamente, con la vida de su padre, Emilio Pagán, de 66 años, en una de esas discusiones e hirió de gravedad a su madre, que fue asistida por los sanitarios y trasladada al hospital Virgen de la Arrixaca, donde permanece ingresada en la UCI.

Según sus vecinos, su comportamiento no solía ser agresivo, «sufría un déficit de atención y tenía conversaciones erráticas y a veces incoherentes»

Emilio murió por una puñalada en el cuello, mientras que la madre, María Nicolasa, de 64 años, recibió varias cuchilladas en el cuello, la espalda y el pecho. Los gritos de la mujer despertaron a los vecinos de la calle Reverendo Manuel Guzmán en torno a las dos de la mañana, que temieron lo peor al escuchar a la madre pedir auxilio.

Uno de los testigos del supuesto parricidio, un menor, llamó al 112 alertando de los gritos que procedían de la vivienda del matrimonio. «Desde mi casa empezamos a escuchar gritos: ¡Socorros, socorro! ¡Que me matan! Y muchos golpes. Me fijé que una de las ventanas se estaba intentando abrir, como que si alguien intentase escapar», explicó el joven a LA VERDAD. Una patrulla de la Guardia Civil de Totana acudió al aviso, y cuando llegó encontró a Emara en la calle acuchillando a su madre junto a la puerta de su casa. La intervención de los agentes resultó vital para evitar que continuara apuñalándola.

La arrestada «no se tomaba la medicación para la enfermedad psiquiátrica que padecía»

El hombre estaba dentro de la vivienda, con una herida en el cuello, y no se pudo hacer nada por salvarle la vida. La intervención de la Benemérita evitó que la esposa del fallecido terminara también muriendo, al presionar uno de los agentes las heridas que presentaba para que no se desangrara. Varias ambulancias con personal sanitario de la Gerencia de Urgencias y Emergencias Sanitarias 061 acudieron al lugar de los hechos tras solicitarlo los agentes y fue trasladada al hospital de La Arrixaca donde fue intervenida quirúrgicamente por las graves heridas que tenía. La vida de la mujer no corre peligro, y se encuentra estable en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), según fuentes de la Consejería de Salud.

Un posible brote psicótico

Cuando Emara fue detenida, le dijo a un agente que había cometido el crimen porque así se lo dictó una voz que escuchaba. La hija del matrimonio, según fuentes consultadas, habría llegado a estar ingresada por sus problemas de salud mental y estaba en tratamiento, que incluía terapia psicológica.

Algunos de sus conocidos explican que aunque no se tomaba la medicación, su comportamiento no solía ser agresivo, «más bien sufría un déficit de atención y tenía conversaciones erráticas y a veces incoherentes», indica Eduardo, uno de los allegados. La Guardia Civil no descarta como principal hipótesis del crimen que sufriera un brote psicótico.

Algo le pasó esa noche a Emara y uno de sus amigos de la infancia lo corrobora. Dos horas antes de suceso, la chica estaba sentada tomando un refresco con él y con un vecino en un bar situado junto al edificio del Ayuntamiento de Librilla.

«Estábamos los tres hablando de perros. El vecino tiene uno y ella otro, uno de pequeño tamaño, pero estaba como ausente. Te miraba, pero tenía la mirada como perdida y cuando hablaba cambiaba la conversación a un tema que no tenía nada que ver. Le costaba mantener la atención. A veces le pasaba, pero ayer por la noche, antes de irse a casa, la vi peor, la vi rara, con la mirada ida. Algo le pasaba por la cabeza», explica Javier, un amigo y compañero del colegio de Emara. «Ella siempre fue una chica inteligente, una tía normal, pero tras una ruptura sentimental que tuvo hace unos años, entró en una gran depresión, de la que no remontó y le condujo a los problemas mentales que padece».

Otro vecino aseguró que la arrestada no se tomaba la medicación para la enfermedad psiquiátrica que padecía, algo que, combinado con episodios de consumo de «otras sustancias que no eran recomendadas para su dolencia, como la cafeína» y a los periodos de ingresos hospitalarios, hizo al parecer que su situación se agravara.

«No quería vivir sola»

Emara no trabajaba. Cobraba una paga por la enfermedad que tenía diagnosticada, a pesar de que había estudiado una carrera universitaria, «creo que era pedagoga», afirma uno de los residentes. Los problemas de salud mental de su hija hicieron que Emilio le comprara una casa cerca de la suya y la reformó para que viviera próxima a ellos. «Pero decía que la vivienda esa era muy grande para ella, que se le hacía enorme, y por ese motivo se fue con ellos», aclara Javier.

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