«La Universidad pública es el gran ascensor social y su financiación tiene que crecer sí o sí»

«La Universidad pública es el gran ascensor social y su financiación tiene que crecer sí o sí»

Domingo, 21 de julio 2024

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Ana Crespo (Santa Cruz de Tenerife, 1948) fue una niña de matrícula de honor con más curiosidad que espacio donde darle rienda suelta. No extraña que, en cuanto pudo elegir, se dedicara a la Ciencia y dejara atrás su Canarias natal para emprender su carrera investigadora como bióloga. Hoy, a sus 74 años, conserva esa chispa infantil en la mirada que contagia su confianza en el futuro. Con este ánimo, protagoniza el hito de ser la primera mujer que preside la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España (RAC) en sus 177 años de historia. Recibió con «sorpresa» el apoyo del 80% de los votos emitidos en la primera vuelta, algo que «no es lo normal» en esta institución académica del siglo XIX, y está dispuesta a devolver la generosidad de sus colegas trabajando para dar a la Academia, la Ciencia y la mujer, el lugar que se merecen.

-Margarita Salas fue la primera académica que tuvo la RAC 1986 y usted la tercera, en 2010. Ahora, es la primera presidenta. ¿Cómo lleva tanta excepcionalidad?

-Pues ha sido una enorme sorpresa porque lo normal es que se consigan los dos tercios necesarios tras varias vueltas y mi nombre salió a la primera. No lo esperaba. Entiendo que los compañeros conocían mi trabajo como secretaria general con el anterior equipo y de ahí la confianza. Sobre lo de ser la primera mujer, te diría que la única razón reside en que somos menos en número, pero estamos igualmente capacitadas. Si una mujer tiene tiempo para ejercer el cargo en las condiciones adecuadas… ¿Por qué no? Yo no he tenido ninguna sensación de estar a priori discriminada en la Academia. Desde que entré, trabajo muy bien con todos mis compañeros y compañeras.

-La institución no tenía presencia femenina antiguamente y aún es escasa. ¿Cómo afronta desde el cargo la falta de paridad?

-Las mujeres no estaban en la lista, no, a pesar de que la Academia tuvo un origen femenino: la fundó la reina Isabel II. En las otras academias europeas tampoco había mujeres. Pero es verdad que en España el ingreso de estas fue especialmente tardío, con Margarita Salas en el 86. Durante muchísimo tiempo Marie Curie figuró como la única académica. Después de mi ingreso en 2010, ingresaron varias mujeres, pero no muchas, llegaron con cuentagotas. Ahora, en nuestros estatutos, que renovamos con un apoyo prácticamente unánime en 2020, está previsto alcanzar el equilibrio de hombres y mujeres en un tiempo razonable. Actualmente, de los 155 académicos, 37 son mujeres. En realidad, se ha dado un salto grandísimo.

Feminismo

«La primera discriminación que sufrí fue para mí un incentivo; me rebelé absolutamente»

-Nunca se ha sentido discriminada en la Academia. ¿Y en su carrera?

-La verdad es que en la infancia y la adolescencia ni te lo planteas. Ya en los estudios secundarios las propias mujeres empezamos a hacernos una selección a nosotras mismas por lo que da el contexto. Yo, sin embargo, era muy decidida y lo tenía claro: quería estudiar y quería aprender y quería salir y quería ir a Madrid y quería ir más allá… Pero sí, la primera discriminación que yo sentí, curiosamente, no fue trabajando en el sistema español, sino en un contexto internacional. Hice un curso de iniciación en mi especialidad -los líquenes- y al acudir al colega que quería como tutor me dijo: «Latina y mujer. Esta chica trabaja bien pero es perder el tiempo porque luego se casa y no se profesionaliza». Fue mi primer choque: tener que demostrar hasta dónde iba a llegar. Pero me rebelé absolutamente. Para mí, mi primera discriminación fue un incentivo.

-¿Cómo se rebela una contra ciertos muros?

-Pues no cediendo. Ceder, nunca. A ese señor se le ignora y se busca a otro igualmente bueno que pueda tutelarte. Aquello fue lo primero, pero también a lo largo de la carrera científica hay un importante cuello de botella, por ejemplo, para ser catedrático. En ese momento sí que tienes que ponerte orejeras y olvidarse de las circunstancias y decirte ‘yo lo intento y si sale mal, ya veremos’. Lo intenté y salió bien. Con posterioridad, ya no creo que te discriminen, es que sencillamente los hombres son mucho más visibles. Frente a un hombre que es bueno y visible, una mujer que es buena pero menos visible se queda atrás. Eso me ha ocurrido a mí y a muchas mujeres. Por eso creo que ahora las mujeres que hacen vanguardia están muy pendientes de su visibilidad. Hay que exigir atención y estar muy pendientes de temas como los premios, las distinciones, la participación en los jurados, las iniciativas de las asociaciones científicas…

-Hay quienes dicen que las mujeres tienen que ejercer roles masculinos para hacerse hueco. ¿Se ha sentido alguna vez así?

-Yo creo que ser competitivo es masculino y femenino. En definitiva, es profesional. Lo que sí influye mucho es el rol familiar.

-¿Cuál fue el suyo?

-Tengo un marido que me ha apoyado. Cuando en España no había opciones de becas, él me daba el apoyo económico para investigar fuera. Así que mi familia no ha sido un freno sino más bien el acicate. Solo tuve un hijo, eso sí. Si no hubiera tenido muchas exigencias profesionales creo que habría tenido más. Pero no lo viví con frustración. Para llevar adelante una familia se requiere compartir para que haya un equilibrio y nadie en la pareja tenga que sacrificarse muchísimo.

Personal

«Mi marido me becaba para que fuera a estudiar al extranjero; mi familia nunca fue el freno, sino el acicate»

-También conoció el sistema desde la política como directora de Universidades con Felipe González. ¿Qué le aportó para esta nueva etapa en la RAC?

-Aquel puesto no se parece en nada a lo que estoy haciendo ahora, pero seguro que gracias a él tengo una cierta tendencia a mirar con perspectiva qué pasa en la Ciencia. Para mí, verla de lejos fue extraordinariamente formativo y aprendí que gobernar es muy difícil.

-Con esa perspectiva, cuál es su diagnóstico.

-España está haciendo un esfuerzo enorme y tiene una posición muy buena en el panorama internacional. Donde veo que hay un déficit importante es en la transferencia del conocimiento al sector productivo. También que la financiación del sistema de Ciencia y Tecnología española es muy baja si se compara con los países del entorno. Ahora bien, si se mira con detalle es muy baja la parte del sector privado. Éste tiene que ser consciente de que en todos los países desarrollados y competitivos es quien más invierte en Ciencia. Muchísimo más que el sector público. Este es un punto de atención importante cuando se habla de falta de financiación. Los números cantan.

-¿Cuál es la razón?

-Bueno, se dan muchas, pero ninguna convincente. Hay argumentaciones como que en España hay un sector de pequeña empresa que no puede invertir. Frente a esto, en otros sitios se hacen consorcios, por ejemplo. Aquí también hay grandes empresas y algunas están invirtiendo el dinero en otras partes.

Apoyo a la Ciencia

«El sector privado invierte poco, mucho menos que el público, en Ciencia. Los números cantan»

-¿Qué área científica cree que merece hoy más atención por su aporte a la sociedad?

-La neurociencia y la biomedicina. Esta última, que ha dado un salto maravilloso, está tocada a resolver problemas que afectan tanto a tanta gente que me parece un área importantísima. También el cuidado de los aspectos ecológicos de la sociedad. Aquí la Ciencia tiene unos retos enormes: el uso responsable del agua, por ejemplo, las enormes necesidades ligadas al cambio climático… Otro asunto sobre el tablero es la inteligencia artificial. La comunidad científica está muy pendiente de este asunto y está preocupada por aportar en temas como la ética o la sostenibilidad. La Academia colabora siempre que se lo piden con su opinión, tanto colectivamente como institución como a través de los propios académicos. Creo que tiene una credibilidad importante.

-Más allá de estas colaboraciones que cita, ¿tiene la Academia una relevancia justa en su entorno?

-Queremos divulgar mejor, eso es verdad, pero nuestro marchamo tiene una gran credibilidad y este es un patrimonio valiosísimo. Por ello creo que también tenemos una responsabilidad con la opinión pública. Estamos muy interesados en abrirnos a todos los niveles culturales de la sociedad y estamos seguros de que nuestro patrimonio científico tiene una gran acogida.Tenemos ahora un proyecto para difundir píldoras informativas contra los bulos.

-Le preocupa la desinformación.

-A veces parece que un bulo complejo se cree antes que una idea científica sencilla, sí. Me parece que el impacto que las redes sociales ejercen sobre la sociedad tiene que, de alguna forma, irse filtrando y serenando. No puede ser esta inmediatez y velocidad que hay en la información, que, en parte, puede provocar las peleas y los insultos. O sea, ¡tranquilícense todos! Hay que ser más reflexivo. La sociedad tiene que exigir mayor serenidad a nuestros gobernantes y discernir cuáles son los problemas importantes que trascienden a la confrontación política.

-Recientemente ha sido noticia el ahogo económico en universidades como la Complutense. ¿Cómo ha visto la evolución de la institución en este sentido a lo largo de su carrera?

-Esto es un tema muy complicado pero lo voy a resumir: la financiación de la Universidad tiene que crecer sí o sí. Hablo de la Universidad pública, claro. No se trata de dar dinero a las universidades porque sí sino por el modelo que te presenten. No a aquellos de profesorado barato, sino a las instituciones que tengan por objetivo la investigación, con plantillas caras y que necesitan crecer. Si tú comparas un catedrático de una universidad española con el de una alemana, que comparten proyecto y trabajan codo con codo, es espantoso el abismo entre el apoyo que recibe uno y el otro.

-¿Lo ha experimentado?

-A mí me ha pasado, por supuesto. Era así y va a peor. Pero la educación superior, la universitaria, es una inversión de futuro. Es algo clarísimo que han descubierto todos los países. ¿Por qué nosotros no? Hay que trabajarlo, seguramente hay que dialogarlo, hay que adquirir un compromiso muy serio de objetivos a corto, medio y largo plazo porque – que digan lo que quieran- la universidad pública es el gran ascensor social. Que vaya a la privada quien tenga becas u otras posibilidades. Así que creo que la atención a la enseñanza universitaria tiene que mejorar y mucho. Y ya digo, no me gusta creer que las cosas son fáciles. Sé que lo que si lo pones aquí lo quitas de otro sitio. Pero esto son cosas de definición política. ¿Quiero que esto vaya bien? Pues tengo que preocuparme de que la Universidad sea buena y exigirle una evaluación continua. Estamos en un momento crucial y hay que dar el do de pecho, con las administraciones tutelando, porque nos jugamos mucho. Se la juega todo el país.

Universidad

«El abismo entre el apoyo que recibe un investigador español y su colega alemán con el que comparte proyecto es espantoso; era así y va a peor»

-¿Nos hemos alejado de ese sentido investigador para darle a los grados un espíritu demasiado práctico de cara a lograr trabajo?

-También he oído quejarse a personas del mundo empresarial sobre el bagaje de los chicos. «Los tengo que formar yo», dicen. Claro. Es que el ámbito universitario y el empresarial son distintos. En la Universidad hay que adquirir una formación sólida y la capacidad crítica para elegir bien las fuentes de las que se nutre tu conocimiento. Pero si mañana se va a trabajar a un laboratorio que mejora los lácteos, claro está, tendrán que enseñarle. Lo que sí creo es que, por ejemplo, el título de doctor merece otra lectura en el mundo empresarial. En España no se valora lo suficiente. Hay doctores que, para llegar a serlo, han aprendido a resolver un problema. Así que, te pongan donde te pongan, sea de Ciencias o Humanidades o Ingeniería, esto es un patrimonio que debería tener más consideración de la que tiene en el sector privado.

-Dedicarse a investigar en España tiene mala prensa. ¿Qué le diría a un joven biólogo que se siente atraído por esta opción?

-¡Que ánimo! Que no hay una carrera que más pueda satisfacer en la vida que la carrera investigadora. Esto no se le parece ni siquiera a hacerse muy rico. La carrera investigadora, en la satisfacción de la curiosidad, tiene una proyección hacia la humanidad, hacia la sociedad tal que llena completamente. En Ciencia, además, es bellísima, muy atractiva en sí misma. Así que si digo ¡ánimo! es porque estás haciendo lo mejor, lo que no tiene parangón. Ahora bien, mártires no. Parece de justicia elemental apoyar a un científico que va a rendir mucho a la sociedad el día de mañana. Y hay que hacerlo con generosidad.

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