Miércoles, 24 de julio 2024, 01:06
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No falla. Sucede de manera casi exclusiva en las noches en las que el término medio decide pasar de largo, los polos opuestos se esfuerzan en definir sus posiciones y la batalla de sensaciones encontradas se sirve sobre la mesa del después. Me explico con el ejemplo más reciente: Carla Bruni finaliza su concierto en La Mar de Músicas, uno de los que más expectativas había generado de esta vigésimo novena edición, algo comprensible dadas las dimensiones mediáticas de la superestrella, y, automáticamente, una decena de rostros se agolpan sobre mí para saber lo que tengo pensado escribir en este folio en blanco que me esperaba en casa con mirada traviesa y desafiante. Por supuesto, además de interrogantes, el bullicio deja grandes titulares. «Al principio lo he pasado regular, pero me ha terminado pareciendo bonito». «Esto ha sido un karaoke». «He visto, ni más ni menos, que lo que venía a ver». «A mí me ha faltado bajar a bailar fuerte». «Está estupenda, pero tiene poquita voz, como siempre». «Un concierto elegante y seductor, pon eso en la crónica». Queda apuntado.
Ante tal cantidad de estímulos variados, todos defendidos con admirable pasión, la tentación de formar un texto a modo de Frankenstein, cosiendo ideas y conceptos más ingeniosos que los que se me puedan ocurrir a estas horas de la madrugada desde las que os escribo, está ahí, pero no sería de recibo. Eso sí, cerremos el apartado de sentencias ajenas con una joya: «Madre mía, ha tenido que estar comodísima con los pantalones de campana de cuero un veintitrés de julio». Hay frases que, sencillamente, deben quedar por escrito. Bien, una vez señaladas algunas reacciones que despertó entre parte del público, supongo que me toca a mí tratar de describir lo que me pareció la actuación de la cantante, compositora, modelo y actriz italofrancesa en el Auditorio Paco Martín del Parque Torres. Y, como el propio concierto, trataré de ser breve.
Remontada ajustada
A lo largo de sus ajustadísimos sesenta minutos, Bruni confeccionó un espectáculo de tonos nocturnos, sobrio en su puesta en escena e íntimo en su exposición donde los destellos más radiantes surgieron de su propia presencia. Hablamos de una diva que se presenta, saluda, agradece, respira, baila, interactúa, suspira, sonríe y gesticula como tal. Incluso cuando su guitarra falla, el efecto del ventilador es claramente exagerado o el pelo se le enreda en la boca a mitad de un estribillo, el timón nunca se separa de su mano. Ella tiene el control.
Así, con un repertorio en el que las versiones tuvieron una presencia bastante alta, resultando algunas de ellas preciosas, con ‘Moon river’ y el ‘Porque te vas’ de Jeanette’ a la cabeza, y otras prescindibles, lo de ‘The winner takes it all’ fue especialmente fallido, y sin olvidar clásicos de su autoría como ‘Quelqu’un m’a dit’, ‘L’Amoureuse’, ‘Un grand amour’ o la despedida con ‘Your lady’, Bruni firmó una velada algo escasa en fondo y demasiado irregular en la forma a la que le costó horrores arrancar, pero que, sin embargo, terminó aportando el suficiente número de arrebatos románticos y melancólicos, también elegantes y seductores, queda dicho, como para lograr la remontada. Ajustada, eso sí.
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Menos debatible resultó la cita con Pedro Pastor y sus Locos Descalzos en el patio del antiguo CIM. Hijo de la cantante Lourdes Guerra y del cantautor Luis Pastor, el madrileño llegaba a su amada Mar de Músicas, confesó haber asistido a innumerables ediciones del festival como púbico, para presentar ‘Escorpiano’, disco al que se le nota, para bien, que brotó bajo el firmamento de Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina y Uruguay. De corazón reivindicativo y alma luminosa, Pastor y su banda, se escriben por separado, pero se entregan al fervor de cada nota con la alegría de un solo ente, equilibraron la balanza entre el presente y el pasado a lo largo de un directo que funcionó especialmente bien cuando se dejó envolver por los ritmos latinos. Sirvan como estupendas evidencias ‘Sacar la rabia’, ‘Huapango’, ‘Bailando’ o ‘Ejercito mi escritura’, la más redonda de todas ellas. Asimismo, merece una mención especial ‘El baile’, el momento más inspirado de una velada donde la reflexión, la denuncia y la memoria quedaron acentuadas por la ternura de un cantautor que vive por y para el arte de escribir y compartir historias.
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Anna Ferrer, Plaza del CIM
Notable -
Buzz’ Ayaz, Plaza del Ayuntamiento
Notable -
Pedro Pastor, Patio del antiguo CIM
Bueno -
Carla Bruni, Auditorio Paco Martín del Parque Torres
Correcto
Tesoros en La Mar
Sobre el resto del martes, hay que señalar que los conciertos que abrieron la jornada contaron como dos tesoros inesperados de esos que engrandecen con su presencia un festival que, más allá de los grandes nombres contrastados que pueblan su programación, vive por y para compartir el entusiasmo del hallazgo. Por un lado, Buzz’ Ayaz, la nueva aventura artística del chipriota Antonis Antoniou, fundador de Trio Tekke y Monsieur Doumani, nos mantuvo en un trance musical que hizo de su actuación en la plaza del Ayuntamiento toda una experiencia. Electrónica sucia, rock desatado y blues pantanoso, géneros observados a través de un caleidoscopio psicodélico de bruma setentera y que se arrodillan, como nosotros, ante la furia tribal que todo lo puede, destruye y recompone. Tan desafiante como irresistible. Gran descubrimiento.
Por último, la cantante y compositora menorquina Anna Ferrer entregó una preciosa actuación en la plaza del CIM, aplacando el sol con seda melódica, simpatía y una voz que se clava con las uñas que acarician los campos de trigo de la tradición. Con ecos de Clara Peya, Marina Rossell, Luísa Sobral o, sobre todo, Silvia Pérez Cruz, pero demostrando una firme personalidad propia, Ferrer nos regaló un maravilloso encuentro en el que cada canción transmitía la esencia de haber estado siempre ahí, esperando el momento perfecto para desplegarse ante nuestras emocionadas miradas en una tarde de verano. Una auténtica delicia que dejó suspirando en el aire piezas tan hermosas como ‘No es por mí que canto’ y su conmovedora frase final: «Que no hay muerto que en vida no pague el no haber vivido acorde a su andar». Aquí seguimos, oyendo el rugir de las gaviotas. Caminando sobre La Mar.
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Enlace de origen : Carla Bruni divide y Anna Ferrer enamora en La Mar de Músicas