Galindo pone el ojo en el otoño ciezano

Saber lo que puede haber más allá de un simple objetivo fotográfico no es baladí. Además de un recorrido profesional, cámara en ristre, de casi 50 años, es preciso aglutinar la sensibilidad necesaria como para saber que lo que se fotografía es mucho más que una simple instantánea. Y esa sabiduría y experiencia conjuntan en la figura del ciezano Fernando Galindo, quien ya en los años 90 supo ver la grandeza de un acontecimiento que se está convirtiendo en uno de los reclamos turísticos más importantes de la Región: la floración de Cieza y sus frutales.

Ahora, ojo avizor, el intrépido retratista también ha sabido alertar sobre las potencialidades que esos mismos árboles, que en primavera llenan de fucsias los campos de Cieza, cuando llega el otoño se convierten en un extenso mantel de amarillos, ocres y rojizos, colores alentados por un sol cada vez más doblegado al horizonte. Como nadie lo ha hecho hasta ahora, Fernando Galindo ha sabido en los últimos años captar un crepúsculo que, a lomos de la siesta, cabalga sobre los campos durante los meses de noviembre y diciembre, ensangrentándolos hasta el carmesí.

Para ello, el fotógrafo cuenta, ahora sí, con el apoyo del Ayuntamiento de Cieza y, en particular, de la Concejalía de Cultura y Museos, cuya titular, María Turpín, no ha dudado en ‘entregar’ las salas del Museo de Siyâsa para una exposición. Las mejores fotografías del otoño ciezano, tiradas por el oficiosamente auténtico cronista gráfico de la capital de la Vega Alta, cuelgan en estas paredes hasta mediados de este mes de septiembre, miel sobre hojuelas de lo que en unas cuantas semanas ocurrirá sobre miles de hectáreas de la Vega Alta.

Fernando Galindo cuenta en su haber con 56 premios de distintas entidades y organismos, destacando el Fotoprix que el alcalde de Barcelona de la época, Joan Clos, le entregó en 1998, o los que le ha ido otorgando la Universidad de Murcia a través de la Facultad de Biología. En cuanto a exposiciones, lleva contabilizadas ya casi 70 en diferentes localidades españolas. La primera fue sobre la Semana Santa de Cieza en el museo municipal allá por 1992, y entre ellas ha incluido los recuerdos de sus visitas a lugares como los Pirineos en otoño, los carnavales de Venecia y otra muy curiosa en la que plasmó los reflejos de los barcos sobre las aguas. Entre el millón largo de fotografías que ha realizado, se congratula de que un gran número pertenecen a los rostros de sus convecinos de Cieza, vivos o ya fallecidos. Asegura que esta es una forma de no olvidar nunca a los que ya no están entre nosotros.

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