El nuevo intento de asesinato reabre los interrogantes sobre la seguridad de Trump

El nuevo intento de asesinato reabre los interrogantes sobre la seguridad de Trump

Mercedes Gallego

Corresponsal. Nueva York

Lunes, 16 de septiembre 2024

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«¡Hemos vuelto a tener suerte!». Así lo expresaba con indignación el excongresista republicano Jason Chaffetz refiriéndose a los fallos de seguridad que habrían permitido un segundo intento de asesinato contra Donald Trump en apenas dos meses. La derecha culpa a Biden por falta de protección, sobre todo después de conocerse que quien pretendía acabar con su vida –identificado como Ryan Wesley Routh, de 58 años, residente de Hawái–, merodeó al expresidente durante doce horas y logró posicionarse entre 300 y 400 metros del expresidente armado de un rifle AK-47 con mirilla.

Estaba preparándose para disparar cuando fue descubierto por un agente de los servicios secretos. En cuanto este vio el cañón del arma sobresalir de entre los arbustos del campo de golf de Palm Beach, donde Trump juega los domingos, disparó sin dudarlo.

Routh logró escapar ileso en un Nissan negro, pero un peatón que presenció el incidente tomó una foto de la matrícula, lo que permitió a las autoridades rastrear rápidamente al sospechoso. Fue detenido en la autopista interestatal 95, dirección norte, por los agentes del sheriff del condado de Martin. Routh estaba «calmado y no hizo preguntas», relataron.

Su amenaza ha generado una gran indignación entre los seguidores de Trump, que no entienden cómo no había más seguridad en las inmediaciones del campo de golf.

Marcado por la violencia

Los antecedentes de Routh revelan una vida marcada por la violencia y la participación en actividades militares, según ‘The Washington Post’. Entre 2001 y 2002 se enfrentó a una docena de cargos, entre ellos uno por posesión de un arma de destrucción masiva. En otro incidente de ese año, se atrincheró con una ametralladora durante tres horas en un edificio de Greensboro (Carolina del Norte).

En los últimos tiempos había ganado notoriedad por sus esfuerzos en reclutar mercenarios para la guerra en Ucrania a través de las redes sociales. En 2022 fue entrevistado por ‘The New York Times’ tras pasar varios meses en el país europeo, al que informó de que planeaba trasladar a soldados afganos huidos de los talibanes.

En un blog también se jactaba de haber ayudado a enviar 120 drones al frente. Sin embargo, en el libro de 291 páginas que vendía por Amazon expresa su desilusión con la guerra, describiéndola como «imposible de ganar» y atacando a la democracia «por sus fallos», además de responsabilizar a los estadounidenses por haber elegido «a un presidente sin cerebro», en referencia a Trump.

La primera vez que el republicano fue atacado, el 13 de julio, una bala le rozó la oreja durante un mitin en Pensilvania. Esta vez ni siquiera llegaron a dispararle. Trump fue evacuado a una sala de seguridad. Desde allí llamó a su amigo, el senador Lindsey Graham. «Ha habido disparos y estoy rodeado de 500 policías», exageró antes de que la noticia saltase a los medios. «Está de buen humor, no conozco a otro como él», contó admirado el senador a la cadena Fox. El magnate aprovechó para enviar un mensaje en el que culpaba a «las retóricas de Biden y Kamala Harris».

El presidente también emitió un comunicado, condenando la violencia política y asegurando que ha dado instrucciones a su equipo para garantizar que los servicios secretos tengan los recursos necesarios para mantener a salvo al expresidente.

La captura de Routh ha reavivado las preocupaciones sobre la seguridad de Trump. La derecha exige respuestas a Biden y al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, mientras las teorías conspirativas barruntan un clima de guerra civil.

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