«¿Dónde te vas a esconder de ti mismo?»

«¿Dónde te vas a esconder de ti mismo?»

Jueves, 19 de septiembre 2024, 01:07

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Sí, ha cumplido 80 años, que dejados caer sobre sus hombros de viajero y sus manos de pintor parecen menos. Y a veces recuerda momentos irrepetibles, momentos felices, momentos de nervios. En 2008, sonríe mirando hacia atrás, vivió uno de esos días en los que se fundieron lo irrepetible, la felicidad y los nervios. Un día que Pedro Cano (Blanca, 1944), pintor de altos vuelos y sensibilidad que emana de su apego a las gentes y la naturaleza, no olvida: en una de esas mañanas hermosas de Florencia protagonizó el acto de donación de uno de sus autorretratos a la mundialmente conocida Galería de los Uffizi, de cuya colección de retratos de artistas –unos 1.600– forma parte desde entonces.

También recuerda, y de nuevo sonríe, el día en el que conversó con Juan Pablo II sobre el cuadro titulado ‘Abrazo del Papa Juan Pablo II y el cardenal Wyszynski’, un óleo sobre lienzo que formó parte de su serie ‘Abrazos’ y que se puede contemplar en los Museos Vaticanos.

Hoy, jueves 19 de septiembre, será otro de los días en los que el artista tendrá que lidiar con los nervios; otro día feliz y especial para él, rodeado de gente que lo admira, amores que se fueron pero que los lleva consigo, paisanos, la conciencia del tiempo ya vivido, algún ocaso que no hay quien lo detenga, el fruto de la entrega, tantísimo gozo que le ha sido regalado… No es un día más: a las 20.00 horas inaugura, en la Sala Alta del Real Casino de Murcia, la exposición monográcica ‘De un pueblo de Murcia’, que podrá disfrutarse hasta el 8 de diciembre.


Dos de las acuarelas que pueden contemplarse en el Real Casino de Murcia.

Cuando Pedro Cano dice que en Florencia, que en Roma, que en Nueva York, que en Patmos, que en Alejandría… se siente como en su casa, lo que quiere decir es que se siente como en Blanca. Es pintor, pero es también viajero. Viajes, Blanca, viajes, Blanca… «Aprendes que es en las cosas sencillas donde hay más verdad, y también lo maravillosa que es la diversidad», dice. Pero hoy, ante las obras de esta exposición con la que se adentra en el corazón de su pueblo, más que de paisajes deslumbrantes y lejanos se acordará de sus padres, de sus hermanos Pepe y Jesús, del niño que fue, de la casa familiar que siempre fue para él refugio, descanso, abrigo, un lugar hecho para sentirse querido.

«Se me va pegando cada vez más la tierra de Blanca en los pies»

«Entre lo mucho que le he ‘robado’ a la vida se encuentran muchas luces de lugares hermosísimos, luces que me he traído conmigo. La herencia más grande que yo tengo para mí mismo es esa cantidad de hojas de papel que yo he estado pintando en tantos sitios», reconoce Cano, quien al mismo tiempo jamás se ha cansado de continuar pintando los rincones, los frutos y el discurrir sereno del río a su paso por los lugares que le han ido acompañando conforme se hacía rico en experiencias.

Qué belleza unos higos, las palmeras, el río, unas flores, las casas humildes, la Peña Negra y el Castillo… «Me ha encantado plantar cosas en el huerto que tenemos en Blanca. Son muchos los días a lo largo del tiempo en los que he regresado a casa con algún limón, algún manojo de jazmines, algún par de rosas, ¡alguna granada!…», narra el artista mientras se le ilumina la cara, como se le iluminaba contemplando en vivo los cuadros de Vermeer o lo frescos de la ‘Leggenda della Vera Croce’ de Piero della Francesca.

Dice: «Es inútil huir de uno mismo porque ¿dónde te vas a esconder de ti mismo?». Y añade: «He tenido una vida muy apasionante y me siento afortunado».


Una de las obras de la exposición ‘En un pueblo de Murcia’, de Pedro Cano. Uno de los perfiles más reconocibles de Blanca. Pedro Cano, camino de su estudio en el casco antiguo de Blanca.


J. L. Montero

Imagen principal - Una de las obras de la exposición 'En un pueblo de Murcia', de Pedro Cano. Uno de los perfiles más reconocibles de Blanca. Pedro Cano, camino de su estudio en el casco antiguo de Blanca.

Imagen secundaria 1 - Una de las obras de la exposición 'En un pueblo de Murcia', de Pedro Cano. Uno de los perfiles más reconocibles de Blanca. Pedro Cano, camino de su estudio en el casco antiguo de Blanca.

Imagen secundaria 2 - Una de las obras de la exposición 'En un pueblo de Murcia', de Pedro Cano. Uno de los perfiles más reconocibles de Blanca. Pedro Cano, camino de su estudio en el casco antiguo de Blanca.

Pedro Cano explica sus obras como si se tratase de partes de su cuerpo, como si por ellas corriese de forma natural su sangre. Está orgulloso de su trayectoria de pintor y no lo oculta: «Doy cada día las gracias por ser pintor. La pintura apareció en mi vida cuando murió mi padre. La pintura también me protege, ha hecho que no me sienta solo. Cuando viajas solo, por ejemplo, con la pintura te sientes acompañado. Me he encontrado con personas maravillosas durante mis viajes que se han acercado a mí porque estaba pintando», cuenta Cano, que sigue hoy creyendo «muy poco en la genialidad y mucho en el trabajo. La genialidad tú no la puedes controlar, pero el trabajo sí».

«He tenido una vida muy apasionante y me siento afortunado»

«Se me va pegando cada vez más la tierra de Blanca en los pies», y «porque tengo conciencia de que me queda un tiempo limitado, corto, intento no perderlo», reconoce. Y añade: «Cada vez que me acuerdo de esa frase de Marguerite Yourcenar, ‘el horizonte está más cerca’, siento que es verdad de una forma física».

Cumbres

En ‘De un pueblo de Murcia’, el visitante se encontrará inmerso en un viaje físico y emocional a Blanca –«mi pueblo ha sido siempre un modelo recurrente en toda mi trayectoria»– a través sobre todo de acuarelas que durante su creación hicieron «muy feliz» al pintor. En esta exposición, indica Mari Carmen Sánchez-Rojas, directora del Museo de la Fundación Pedro Cano, «se nos presenta un bellísimo diálogo entre la poesía y la lírica del alma del pueblo, visualizada en sus bellos e idílicos paisajes, que tienen como especial protagonista al río y el cuerpo plasmado en las escultóricas montañas que lo encierran, todas ellas finalizadas por unos elementos esenciales que son sus infinitas cumbres».

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