Potencia sin control

A menudo se confunden el verdor con la ligereza, la delgadez con la elegancia y la potencia con lo rudo, con lo basto. En los últimos años se está perdiendo gran diversidad en el rango de estilos de vino. Las nuevas técnicas y la globalización han estandarizado los estilos de vino en una dirección. Las personas tendemos a simplificar muchas veces las cosas, y quizás nos encontramos cada vez más en la era del disfrute, el placer y lo inmediato, en vez de la complejidad y la reflexión. Erik Rosdahl es lo contrario. Un hombre extraordinario que podría venir de otra epoca, incluso de otro mundo.

Erik llego al Sureste con un hijo pequeño, después de una vida que podría ser una gran historia para la gran pantalla. Guionista de cine y musicales, productor de queso en EE UU, y se convirtió en ‘vigneron’, en Yecla, Monte Arabí. En una casa medio en ruinas encontró unas ánforas enterradas de otro tiempo, muy antiguas, y empezó a hacer vino al desnudo, natural, sin nada más que uva y sus manos.

Fue uno de los grandes y hacía magia, embotellaba paisajes, con pureza, rusticidad y potencia que no dejaba indiferente. Sus vinos recorrieron los más grandes restaurantes de España y Francia: El Celler de Can Roca, Etxebarri, Elkano, La Cabaña… En 2020 decidió dejar su aventura vinícola y cambió de nuevo. Lo último que sé es que está en Suecia, en los bosques, haciendo infusiones. «Me cansé del alcohol, Joan». Y dejó tras de sí una ristra de vinos únicos, joyas, inimitables, que cuando se consuman, desaparecerán.

Este suscriptor tiene la suerte de atesorar un buen número de estas botellas. Escombro 2016 es una bestia parda, un bovino que empequeñece al más bravo, procedente de viñas muy viejas en suelos calizos y elaborado con la variedad garnacha tintorera o Alicante Bouschet, la única que tiene pulpa tintada y, por tanto, mucha estructura y una potencia inusual. Tanino envolvente, aterciopelado y maduro, pero contundente, vino de acidez alta que le da agilidad, necesaria ante tal fuerza, y notas de frutas negras, especies picantes y balsámicos, con notas incluso de vegetales bien integrados.

La parte de los laterales de la lengua y su final largo, larguísimo, casi eterno hacen que este vino esté entrando en su plenitud, después de una larga juventud, donde el carácter frutal y la frescura se imponían, empiezan a vislumbrarse su grandeza, su majestuosidad.

Cada sorbo llena la boca y el alma, un sinfín de sensaciones que se van turnando correlativamente para añadir un a pizca más de complejidad, placer y vicio. Cada sorbo incita a otro, más intenso. Este vino se podría acompañar de unos buenos gazpachos manchegos de caza, un guiso de jabalí o un lomo de corzo con salsa de arándanos.

Un placer efímero para guardar en la memoria.

El trío de amigos Juan Francisco Carmona (Pura Cepa), Rafa Moreno (enólogo) y Santiago (aficionado y amante del vino) arrancaron con este proyecto como un lío de amigos, y el proyecto ya se ha hecho mayor, y ya toma una fuerza y seriedad que engrandece la diversidad de buenos elaboradores del sureste mediterráneo. Da gusto poder beber vinos de tal calidad a precios tan asequibles. Un Monastrell desenfadado, fresco y muy versátil procedente de viñas en la venta del Pino,, en pleno corazón de Bullas, y aunque sede encuentra gran fuera de la DO, aún muy encorsetada en estilos demasiado clásicos y leyes de otra época, cada vez son más los proyectos que muestran la diversidad de una de las grandes zonas que tenemos en la región. Vino perfecto para tomar con cualquier aperitivo, pero con la suficiente energía para aguantar sin venirse abajo un buen arroz con conejo y caracoles o unas migas, así como unos níscalos a leña brasa con salsa y aceite. Fluidez y frescura sin perder seriedad y fuerza. Gocen, beban sin prejuicios.

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