Los supervivientes de las bombas atómicas ganan el Nobel de la Paz

Los supervivientes de las bombas atómicas ganan el Nobel de la Paz

Viernes, 11 de octubre 2024

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Los ‘hibakusha’ son los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki al final de la II Guerra Mundial. Son algo más de 170.000 que residen en Japón y algunos más en Corea y otros países. En 1956 se agruparon en la organización Nihon Hidankyo, una «confederación japonesa de organizaciones de víctimas de las bombas A y H» con miembros «todos ‘hibakusha’ para la «eliminación de las armas nucleares», mediante la difusión de sus testimonios. Este viernes han ganado el Nobel de la Paz.

El comité noruego del Nobel premia a estos supervivientes por su trabajo «incansable para crear conciencia sobre las catastróficas consecuencias humanitarias del uso de armas nucleares» y un testimonio «único» para reforzar la idea del «tabú nuclear»: el estigma de que el uso de armas nucleares es «moralmente inaceptable», dice el comité en su acta.

«Estos testigos históricos han contribuido a generar y consolidar una oposición generalizada a las armas nucleares en todo el mundo, recurriendo a historias personales, creando campañas educativas basadas en sus propias experiencias y emitiendo advertencias urgentes contra la propagación y el uso de armas nucleares», prosiguen los noruegos. «Los ‘hibakusha’ nos ayudan a describir lo indescriptible, a pensar lo impensable y a comprender de algún modo el dolor y el sufrimiento incomprensibles que causan las armas nucleares». Esta organización era candidata al Nobel desde el año 1985.

El reconocimiento llega cuando, después de 80 años de veda, «este tabú contra el uso de armas nucleares está bajo presión». «Las potencias nucleares están modernizando y mejorando sus arsenales; nuevos países parecen estar preparándose para adquirir armas nucleares; y se están haciendo amenazas de utilizar armas nucleares en guerras en curso. En este momento de la historia de la humanidad, vale la pena recordarnos qué son las armas nucleares: las armas más destructivas que el mundo haya visto jamás», sostiene el comité de este galardón dotado con unos 830.000 euros.

Con visitas de víctimas a la ONU, charlas dentro y fuera de Japón y actividades para dar a conocer el sufrimiento que causan las armas nucleares, Nihon Hidankyo intenta alcanzar cuatro objetivos principales, según sus estatutos: un acuerdo internacional que prohíba totalmente las armas atómicas, la compensación por los daños causados en agosto de 1945 por parte del Estado japonés por haber iniciado la guerra, y mejorar la asistencia que reciben los ‘hibakusha’.

Testimonios

Nihon Hidankyo recoge y publica –de descarga gratuita en pdf en su web– los testimonios de los ‘hibakusha’. Uno de ellos es de una niña que tenía 8 años y estaba a 1,5 kilómetros de distancia del epicentro del estallido en Hiroshima:

«Lo más horrible que recuerdo del incidente es cómo escapé de la ciudad caminando sobre muchos cadáveres. Había gente con quemaduras graves o gente que me agarraba las piernas pidiendo agua, y escapé abandonando a estas personas solo porque quería vivir (…). Mi vida ha sido miserable desde entonces. He estado enferma y no he podido tener éxito en nada de lo que he intentado. Entonces siento que todo es por mi egoísmo, por no haber ayudado a las personas o por las malas acciones que hice cuando intentaba huir pisoteando los cuerpos».

Otro relato es el de una chica de 15 años que estuvo a 2 kilómetros de distancia: «Varias horas después de la explosión hubo truenos y lluvia negra. La lluvia negra cayó como un chaparrón vespertino. El río creció y se oyeron truenos como explosiones. Temíamos que viniera otro ataque del enemigo, y corrimos a refugiarnos bajo los árboles. Yo era todavía una niña y estaba muy asustada».

«Nos quedamos una noche en un bosque de bambú. Muchos vinieron allí a refugiarse. Todos vomitaron. Incluso aquellos que parecían estar levemente heridos o quemados murieron uno tras otro en unos pocos días, lo que me hizo reflexionar».

«Todos querían beber agua. Pero como se decía que el agua mataría a los heridos, no podía darles agua, lo cual me resultaba despiadado. Estaba muy triste. Cuando los encontré muertos, lamenté haberles dado un poco de agua. No puedo olvidar el arrepentimiento que sentí en ese momento, aunque yo todavía era muy joven».

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