El verdugo más célebre de la historia

El verdugo más célebre de la historia

Lunes, 14 de octubre 2024, 01:32

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Salvador García Jiménez (Cehegín, 1944) ha elegido presentar su último libro, ‘Nicomedes Méndez, el verdugo de Barcelona’ (Alrevés, 2024) en la sala de vistas del Grado de Criminología en la Facultad de Derecho de la UMU «para que el fantasma de este ejecutor de justicia se sienta como pez en el agua». Este lunes, a las 19.30 horas, comparecerá acompañado por el profesor y vicedecano de los estudios de Criminología del Grado de Derecho, Alberto Pintado Alcázar, quien escribió su tesis doctoral sobre asesinos en serie, y Francisco Javier Diez de Revenga, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Murcia y compañero de la Real Academia Alfonso X El Sabio de Murcia.

El verdugo es un asesino en serie legalizado por la ley, y Nicomedes Méndez es considerado el verdugo más celebre de España desde finales del XIX a principios del XX. La pena de muerte todavía se practica hoy en, al menos, 18 países. Pena de muerte, pena capital, ejecución o ajusticiamiento, como queramos llamarlo, aunque García Jiménez remarca que «indiscutiblemente, yo estoy en contra de la pena de muerte, porque sigo y he leído el Evangelio, el antiguo, el nuevo, y también los apócrifos, y hay cosas bellísimas. Ahora bien, soy partidario del olvido y de que a los lobos no se les puede dejar sueltos por una ciudad».

Sí contempla la pena de muerte «como un hecho histórico».

Seguramente ‘Nicomedes Méndez, el verdugo de Barcelona’ sea el ensayo en el que ha trabajado con más ahínco este escritor con sangre, poseedor de una prosa precisa y un afán investigador insaciable, coinciden editores, lectores y críticos. Un texto fascinante que nos revela curiosidades y secretos de un oficio y una Barcelona desconocida, aunque sabemos que Nicomedes también ejerció 11 años en Valladolid. García Jiménez es «un autor de portentosa imaginación y depurada técnica narrativa, con una conciencia irónica y satírica» que aflora en todos sus libros, como observa el catedrático de la Universidad de Murcia Manuel Martínez Arnaldos, a quien le llama la atención que este escritor nunca deje que la ilusión perdure demasiado en el lector.

La sala de vistas del Grado de Criminología en la Facultad de Derecho acoge este lunes la presentación de este curioso ensayo

Si es cierto, como dice, que estamos viviendo un lentísimo crepúsculo de la inteligencia y de la literatura también, no es casualidad que en este momento rescate a lo largo de 475 páginas esta figura de Nicomedes Méndez (Haro, La Rioja, 1842-Barcelona, 1912), verdugo titular de la Audiencia de Barcelona entre 1877 y 1908. La editorial Alrevés ofrece un cuadernillo central en este inquietante volumen con imágenes inéditas de algunas de las 80 ejecuciones que llevó a cabo este funcionario, el último en el escalafón de cualquier Audiencia Territorial.

Siendo un jovencito de diecisiete años, Nicomedes se enamoró de una mujer dieciocho años mayor que él y ante el enfado de sus padres por la diferencia de edad, muy extravagante para la época, se trasladaron a Valladolid, donde se casaron y empezaron su vida como matrimonio; fue allí donde él inició sus pasos como ejecutor de justicia. Posteriormente se trasladó a Barcelona donde ejerció la mayor parte de su carrera. Creía absolutamente en la necesidad de su trabajo e incluso hizo mejoras en el garrote vil para minimizar el sufrimiento de los ajusticiados.

Se calcula que Nicomedes Méndez ejecutó a alrededor de ochenta personas y hay declaraciones, testimonios y constancia documental de que ejercía su oficio con orgullo, a tal punto de que se preocupaba no solo de mantener sus «útiles de trabajo» en perfecto estado, sino que incluso se preciaba de haber mejorado su principal herramienta, el garrote vil, introduciendo una mejora (un punzón que perforaba el bulbo raquídeo) con el fin de acortar la agonía de los ajusticiados. «Ni un segundo de agonía. Nicomedes se esmera en que no sufra el reo; la tortura es otra cosa», señala García Jiménez, que lanza «una mirada objetiva» en el libro y recuerda que hasta el siglo XVIII el principal método de ajusticiamiento era el ahorcamiento. «Nicomedes era el autor material de estas ejecuciones, pero el autor intelectual es el Ministerio de Gracia y de Justicia, los jueces que están en las Cortes, los políticos que hacen las leyes… esos no se manchaban de sangre». De la lista de reos ajusticiados e indultados en las Audiencias de Valladolid y Barcelona, siendo ejecutor de la Justicia Nicomedes Méndez, llama la atención el primero. Dice Nicomedes que con el nerviosismo por ser su primera ejecución, ni anotó el nombre del reo. Fue en Ledesma (Salamanca): 16 de marzo de 1866. Había cometido un homicidio alevoso.

Un personaje único que sirvió como inspiración a literatos y artistas. El escritor Vicente Blasco Ibáñez, que estuvo en la cárcel del convento de San Gregorio de Valencia en 1896, detenido por publicar un artículo contra la guerra de Cuba, coincidió allí con Nicomedes Méndez. Pidió conocerle para escribir un relato que titularía ‘El funcionario’. Nicomedes también riñó con Antoni Gaudí, quien quiso contratarlo para emplear su rostro y torso en la escultura del verdugo de la crucifixión de Cristo de la Sagrada Familia. También fue retratado en plena faena por Ramón Casas. El escritor ceheginero califica de «curiosa, intensa e incluso dramática» la vida de uno de los personajes más famosos de la Barcelona decimonónica. En esa ciudad vital, cruda y bulliciosa, el crimen estaba a la orden del día «y los criminales eran convertidos por la prensa en personajes populares, famosos y hasta aclamados, que atraían a las masas para presenciar en vivo no su triunfo, sino la gloria de su ejecución», afirma García Jiménez, que ha descubierto cosas desconocidas de la vida de este personaje, sobre todo de su entorno familiar.

Cristo entre velos negros

«Nicomedes decía que si viviese cincuenta años más, seguiría siendo ejecutor de la Justicia, con bastante honra, porque era el último de un escalafón de la Audiencia Territorial, pero pertenecía a la Justicia», recalca García Jiménez, muy satisfecho de haber rescatado el fantasma de Nicomedes, que debe andar suelto por el Palau de la Generalitat de Catalunya, sede de la Audiencia Territorial de Barcelona un tiempo Había, como curiosidad, una liturgia en estos procesos, con una congregación religiosa que atendía a los reos y pedía dinero por las calles para pagar el entierro, «y había un fetichismo atroz» –un secretario de la Audiencia guardaba como pisapapeles la bomba del atentado anarquista en el Liceo que mató a 23 personas–, «pues al lado del patíbulo ponían una imagen de Cristo entre velos negros».

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