«El horror y el odio también anidan en la democracia»

«El horror y el odio también anidan en la democracia»

Miércoles, 16 de octubre 2024, 12:38

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Una historia de amor y redención y un homenaje a quienes son silenciados. Así se refiere Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) a ‘Victoria’, su novena novela, que le ha dado el Premio Planeta y su millón de euros tres años después de ser finalista. Vuelve al Berlín que tanto le fascina con una historia que saltará de Alemania a Estados Unidos y que muestra las muchas caras del horror y del odio, las grietas de la democracia y la necesidad del periodismo libre.

-Finalista y ganadora del Planeta tres años después. ¿Quién la sigue…?

-No hay que rendirse jamás. Llevo veinte años en esto, tras otros veinte antes buscando mi lugar en el mundo de la escritura. Empecé de cero. Me he construido novela a novela, lector a lector. Esto es una meta, y continuaré. El lector es sabio y no lo compra todo siempre. Hay que estar preparada para el fracaso.

-¿Qué le cuenta en ‘Victoria’?

-Es una novela de amor, superación, supervivencia y redención. De búsqueda de la verdad y la justicia, y aunque traiga consecuencias terribles. Se pregunta qué estamos dispuestos a hacer por quienes amamos, incluso cuando la ingratitud y traición amenazan con destruirlo todo.

-¿A través de voces femeninas?

– Sí, pero no solo. Las de dos hermanas, Victoria y Rebeca, y la hija de esta, que tratan de sobrevivir en un Berlín derruido, hambriento y ocupado tras la guerra. Se cruzan con dos hombres que cambiarán su destino. Una terminará en la Rusia soviética del gulag y la otra descubrirá graves grietas en la cuna de de la libertad y de los derechos, en el sur del Estados Unidos segregacionista y en la Nueva York donde la caza de bruja del macartismo y su delirante persecución anticomunista condenó a cientos de miles de inocentes.

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-¿El horror no conoce de fronteras ni tiempos?

-No. El horror y el odio se disfrazan y también anidan en la democracia muchas veces. La semilla del odio no solo estaba en los nazis y el Holocausto. También arraigó en Estados Unidos. En Tuskegee, Alabama, la ciudad de Rosa Parks, se arruinó la vida de cientos de aparceros negros y pobres con un cruel experimento médico sobre los efectos de la sífilis no tratada. Clinton les pidió perdón cuarenta años después.

-Esa odiosa semilla ¿germina ahora en Ucrania, Gaza o Líbano?

-Sí. No aprendemos. Creo en el ser humano, pero me desespero a menudo. En Occidente nos hemos adocenado y acomodado. Creemos que nadie nos quitará lo que tenemos, y nos equivocamos. Puede desaparecer en segundos. Hay que defender el Estado de Derecho y proteger la libertad de prensa. Es crucial conocer la verdad de las cosas. Los ciudadanos tenemos el derecho a la información y la obligación de cribarla y analizarla para formar nuestra opinión. No vale con escuchar la canción que nos gusta. Hay periodistas que cuentan verdades y los hay que cuentan bulos y causan un daño terrible. La novela no es de periodistas, pero muestra la importancia del periodismo como depositario del derecho fundamental a la información veraz y contrastada.


Sánchez- Garnica recibió el premio Planeta de manos de los reyes.


E.P.


-Se presentó con el seudónimo Anna Ajmátova, la poeta rusa, y el título ‘Buenas noches, y buena suerte’ el latiguillo del periodista estadounidense Edward. R, Murrow.

-Me fascina la entereza de Ajmátova. Le prohibieron escribir y publicar, pero siguió pensando y sintiéndose libre para sobrevivir. Quiso quedarse en la URSS, su patria, a pesar del hostigamiento de Stalin. Su hijo murió en el gulag, como su segundo marido. Es un homenaje a todos los que se silencia y no callan: siguen escribiendo poesía, narrativa o periodismo. ‘Buenas noches, y buena suerte’ es el lema con acababa sus retransmisiones de radio y televisión Edward R. Murrow, que nos enseñó que un país de ovejas engendra un gobierno de lobos.

Vuelve a Berlín por tercera vez…

-Es inagotable. Allí ha ocurrido de todo a lo largo del siglo XX. Cada rincón tiene una historia y de cada novela me surge otra. Al terminar ‘Últimos días en Berlín’ necesité comprender y explicar los primeros años de la Guerra Fría desde el punto de vista de los perdedores y los vencedores. La novela va del 16 de octubre de 1946, el día que se ejecuta a los altos mandos nazis, al 13 de agosto del 61 cuando se empieza a levantar el muro y se cierran las fronteras de la RDA.

-La extrema derecha crece en esa Alemania y en Europa ¿Preocupante?

-Me alarman los extremos, que desestabilizan y se tocan. Hitler y Stalin se admiraban. En el centro, en la moderación y el sentido común está el gobierno ideal. La democracia siempre tiene fallos y las dictaduras, por desgracia, parecen perfectas. En España no nos estamos dejando llevar de esa ola.

-Con Trump surfeándola de nuevo.

-Desde fuera vemos a Trump como un payaso, un histrión. Pero el americano de a pie le importa tres pitos que lo juzguen y lo condenen en no sé cuántos juicios. Quieren oírle decir que el sueño americano existe y que América primero. Con Kamala Harris parece factible el cambio.

-¿El mundo necesita más gobiernos de mujeres?

-Sin duda. Las mujeres buscamos soluciones. Las ha habido en la historia con poder y que han tenido sus fallos, pero necesitamos más mujeres al mando.

-Le agradeció el premio a su marido con entusiasmo y mucha emoción.

-Llevo con él cuarenta y tres años. Desde los diecisiete. Ha encendido muchas luces en mi vida. Derrocha optimismo, generosidad y confianza. Sin él hubiera sido otra persona. Me ha convertido en una mujer imparable. Si me dicen hace unos años que estaría aquí con este premio no hubiera creído, y él siempre creyó en mí.

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