Preguntas y respuestas de Eva Mauricio

Preguntas y respuestas de Eva Mauricio

José Luis Martínez Valero

Sábado, 19 de octubre 2024, 08:41

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Hay exposiciones que pueden ser preguntas, otras son respuesta. Eva Mauricio, reflexiva, de espíritu crítico, une Ilustración y actualidad. En aquel siglo XVIII hubo proyecto y solución; Goya, en sus grabados, así lo refleja. En la actualidad, el profesor y sus alumnos, se disponen a saber, romper con esa especie de hoguera, centro de la pequeña sala, que forma el collage o perfomance con que podemos calificar el conjunto. La muestra ‘Sentar la cabeza’ puede verse estos días –hasta el 29 de octubre– en la capilla neogótica de la Convalecencia y Rectorado de la Universidad de Murcia.

Sentar la cabeza da a entender que el adolescente, enterado de lo que podríamos llamar pacto social, se aparta de la previsible rebeldía del joven, asume el sistema, sin que ello suponga prejuicio alguno para interrumpir el proyecto, más o menos borroso, de su papel en la sociedad. ¿Ha renunciado a su yo? Quizá encuentra el camino para resolver quien es.

A menudo hemos oído decir: que alguien «no tiene cabeza». Significa que sus manifestaciones suelen ser descabelladas, inoportunas, contradictorias. Tener cabeza podría entenderse como persona ordenada, moderada, constructiva, ajustada a los cánones, no dilapida su tiempo en banalidades, sino que administra fuerzas para obtener el rendimiento que su trabajo requiere. Andar «como pollo sin cabeza», expresión que equivale a ir de aquí para allá sin que exista motivo alguno, de algún modo representa una vida sin sentido.

La profesora quiere que el alumnado sea consciente, estimular al espectador a que dialogue y comience a hacerse preguntas

Si ha perdido la cabeza, quizá podamos referirnos a un enamorado que ha hecho dejación de su puesto en el grupo y se convierte en el bicho raro que reduce sus amistades, compromete sus salidas, habla continuamente de su pareja, como si esta conformase el mundo, no se dispersa, no pierde el tiempo con alguien ajeno a esa persona y amigos por los que ha optado. Claro que también cabe pensar que estamos hablando de alguien que por alguna circunstancia, social, orgánica, accidental, ha dejado de obrar razonablemente y vive en el disparate.

A veces se tiene fría o caliente la cabeza. «No me calientes la cabeza» suele decirse cuando alguien solicita con insistencia algo, tratándose de una concesión que no está en su mano o bien requeriría saltar por encima del orden establecido, la costumbre. Elevación de temperatura que supone no es el mejor momento para tomar ciertas decisiones. Cuando, por el contrario, se tiene la cabeza fría, indica que no está movido por pasión alguna y, por tanto, cualquier cosa que pudiera hacer, se lleva a cabo con plena conciencia, es el estado ideal para convivir en situaciones difíciles.


Vicente Vicéns / AGM


En la cabeza reside la conciencia, especie de balanza que pesa actos y consecuencias, valora, mide sus efectos en esa parte de la sociedad que le ha tocado compartir. Dicho de otro modo, la moral colectiva, las normas escritas o no, por las que se rigen los actos, están siempre sometidas al control de la cabeza, lo llamamos racionalidad.

La cabeza es la cumbre desde la que oteamos el horizonte, calculamos, medimos nuestras palabras, tal como dedicamos el esfuerzo para mantener nuestro proyecto. Es la experiencia el campo de ensayo en el que aprendemos a tomar decisiones.

Ser joven

Esta divagación la he llamado ‘Preguntas y respuestas’. Se pregunta cuando intuimos que, para seguir adelante, necesitamos ver con claridad la parte del camino en el que estamos. Anticipa y esquiva escollos, lo que probablemente ayudará a enfrentarnos a las dificultades que sin duda comporta. Se ha dicho que toda pregunta implica su respuesta, que, una vez formulada la pregunta, hemos resuelto parte del problema.

Poner una interrogación a lo que estamos viendo, seguro que nos ayudará a hacer visibles los componentes de la realidad, las circunstancias que compartimos. Ser joven es situarse en el lugar de la pregunta. Recordad que el niño pregunta todo, hasta el punto que se le suele recriminar por lo que los padres suponen que es un exceso. Hay un artículo de Gabriel Miró en su ‘Libro de Sigüenza’, titulado: ‘El señor Cuenca y su sucesor (Enseñanza)’ que expone su idea sobre la educación en la que el niño, cuando por fin le es posible formular la pregunta, el profesor, colegio de jesuitas, le responde: «¿Todavía no sabe que preguntar es una grave falta? No lo vuelva a hacer».

Curiosidad

La pregunta es el resultado de la curiosidad, toda curiosidad nos impulsa al conocimiento de lo que nos rodea. Esta actitud que debe ser estimulada, aquí es arruinada, deshecha. No preguntar está relacionado con el viejo vicio de la repetición, digo repetición, no memoria. Es conveniente cultivar la memoria, pero sabiendo lo que se dice, convencidos de que poco a poco vamos descubriendo aquello que subyace. La palabra es como un pozo y posee distintos significados, es necesario entrar en esa mina para ir descubriendo su contenido. La pregunta equivale a una luz que nos orienta en el camino.


Vicente Vicéns / AGM


Cabe preguntarse: ¿qué es la respuesta? Si la disposición de los objetos silla y mesa conforman la pregunta sobre la que reposa nuestra cabeza, probablemente solicita del espectador una respuesta. Podemos asistir a esta exposición, y comentar lo que hemos visto, diciendo algo así: «Hay pupitres, sillas y alumnos, que reposan la cabeza, pero no parecen disgustados o cansados, sino que, tranquilos, casi felices descansan, se supone que se aprovechan de estar ahí y, diría que hasta disfrutan». Otros, quizá digan: «Las aulas son el lugar del tedio, el aburrimiento»; quizá estos alumnos dormitan y se acomodan.

Sea positiva o negativa, la respuesta, ocurre tras la pregunta. De ese cruce nace el diálogo. Lo que Eva Mauricio, pintora y profesora, quiere es que sus alumnos sean conscientes, estimular al espectador a que dialogue con lo expuesto, y que comiencen por la pregunta. Seguro que, implicados por haberse cuestionado por qué están en el aula, lo que hagan dependerá de sí mismos. El alumno cesa como ser paciente, para convertirse en el ser activo, inquisidor, preguntón, interrogador que se sabe parte responsable del colectivo que llamamos clase.

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