El terrorífico viaje de los inmigrantes irregulares chinos en busca del sueño americano

El terrorífico viaje de los inmigrantes irregulares chinos en busca del sueño americano

Sábado, 19 de octubre 2024, 13:03

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Es un viaje aterrador: de China a Ecuador en avión, y de ahí hasta México cruzando selvas controladas por cárteles de la droga, fronteras atestadas de policías corruptos, y ciudades con las tasas de delincuencia más altas del mundo. Si a esta odisea de 6.000 kilómetros sumamos el desconocimiento del idioma español, y en muchas ocasiones incluso del inglés, se convierte poco menos que en misión imposible.

Sin embargo, el año pasado 37.000 ciudadanos chinos fueron detenidos en la frontera sur de Estados Unidos tratando de entrar ilegalmente al país. Fueron la nacionalidad no americana más numerosa y, según los datos del Departamento de Seguridad Nacional, el primer trimestre de este año su número se había disparado hasta los 24.214. A eso hay que sumar el millar largo que cruza cada mes la frontera norte con Canadá.

Parece extraño. Al fin y al cabo, la China de hoy no tiene nada que ver con aquella que dejaban atrás los migrantes que, entre otras cosas, construyeron las primeras líneas de ferrocarril de la superpotencia americana, ni con aquella de la que salieron quienes levantaron las ‘Chinatown’ de las principales ciudades americanas. Ahora el gigante asiático es la segunda potencia económica mundial, la primera en términos comerciales y de manufacturas, disfruta de reducidas tasas de paro y para muchos se ha convertido en tierra de oportunidades a pesar de las numerosas barreras que Pekín pone a la inmigración, que se suman a otras como el idioma.


Una joven china con sus pertenencias tras llegar a suelo estadounidense.


Reuters

Pero no es oro todo lo que reluce. Lo sabe bien la familia de Lucy, una adolescente de 13 años natural de Chengdu que acompañó a sus padres en el largo viaje ilegal hacia Estados Unidos. Como contó a los periodistas de Channel News Asia, que siguieron todo su periplo a lo largo de siete semanas, los tres decidieron marcharse de China por la opresión a la que estaban sometidos. Son cristianos y, como tales, enviaban a Lucy a una escuela clandestina de esa religión que, finalmente, tuvo que cerrar. A eso se sumó que el casero decidió no renovarles el alquiler del piso en el que vivían.

Ecuador, primera parada

La primera parada de la familia de Lucy, como la de muchos otros chinos hasta hace unos meses, fue Ecuador. El país sudamericano era uno de los pocos que no exigían visado a los ciudadanos del gigante asiático, una ventaja que decidió revertir precisamente por el problema que estaba causando con los migrantes irregulares. Resultaba muy sencillo volar hasta Quito. Y de ahí en otro salto se plantaban en Colombia, en la localidad turística de Necocli. A partir de ahí el asunto se complicaba, porque había que continuar por tierra a través de América Central hasta México.

El documental ‘Walk the line’ (caminar por la línea) toma el título del dicho de nuevo cuño ‘zou xian’, que es como se conoce en China a quienes hacen el viaje hasta Estados Unidos para entrar ilegalmente. Como demuestra la historia de la familia de Lucy, el periplo requiere hacer arriesgadas travesías en barcaza y cruzar a pie durante 55 kilómetros el Tapón de Darién, una zona que la BBC considera «la más intransitable y peligrosa» del continente, para entrar en Panamá. Los tres protagonistas del documental lo consiguen, pero acaba siendo estafados y robados en un trayecto por el que también se encuentran algún cadáver. A pesar de todo, la familia asegura que ha merecido la pena.


Una mujer china, exhausta tras el largo viaje por Latinoamérica.


Reuters

«Queríamos sacar a nuestra hija de China», explica la madre de Lucy, que reconoce haber pecado de naif y haber llegado a creer «que las calles en Estados Unidos están asfaltadas con oro». Pero fue el padre quien delineó el plan después de ver vídeos en YouTube e informarse en grupos de Telegram. «Ya no hay marcha atrás. Quiero probar la libertad, sin miedo», afirma él entre lágrimas.

La familia partió de China con unos 26.000 euros en su poder, una cantidad de dinero más que considerable, pero llegó a Estados Unidos con los bolsillos casi vacíos y una gran incertidumbre. No solo por la dificultad para encontrar trabajo sino porque, como están haciendo muchos otros países occidentales, la normativa de inmigración se está haciendo más estricta. Washington y Pekín ya han decidido colaborar para gestionar deportaciones, y ese giro podría acelerarse si Donald Trump es elegido presidente en noviembre.

Economía y libertad

Meredith Oyen, profesora de la Universidad de Maryland especializada en migraciones chinas, reconoce que está «sorprendida por la velocidad a la que crecen los números de migrantes chinos». En 2023 fueron casi diez veces más que en 2022.

«Es el resultado de la confluencia de dos factores: la ralentización de la economía china y el endurecimiento del control politico que ejerce el presidente Xi Jinping, combinado con la facilidad para acceder a información en internet sobre cómo hacer el viaje», explica la docente. Por su parte, la agencia Reuters afirma que muchos de quienes cruzan son pequeños empresarios y autónomos que se arruinaron debido a la política de ‘cero covid’ que China impuso durante la pandemia.


Inmigrantes irregulares chinos camino de un centro de primera acogida.


Reuters

En cualquier caso, Oyen subraya que la principal vía para emigrar a Estados Unidos entre los ciudadanos chinos sigue siendo a través de visados de estudiante o de trabajo y que este flujo no es nuevo. «Entre 1882 y 1943, Estados Unidos prohibió la inmigración de varones chinos y de la mayoría de las mujeres, debido al miedo a la competencia económica y a la visión racista de que los chinos no eran capaces de asimilarse, por lo que fueron en el primer grupo en entrar ilegalmente», recapitula la académica.

La gran incógnita ahora es si los problemas económicos del Gran Dragón se traducirán en un incremento en las tasas de migración en el segundo país más poblado del mundo. Según la Unesco, actualmente hay 10,7 millones de chinos residiendo en el extranjero, un número que aumenta hasta los 60 millones si se cuentan sus descendientes que, en muchos casos, han adoptado otra nacionalidad –China no permite tener más de una–. Parecen muchos –aunque no son tantos si se calculan en relación a la población total–, y crean una tupida diáspora que ha logrado prosperar en los 130 países en los que está presente.

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