De Murcia a Galicia en bici para conectar generaciones

De Murcia a Galicia en bici para conectar generaciones

Lunes, 28 de octubre 2024, 01:07

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El pasado jueves 17, a las 9.22 horas, Jaime Pintado recibió una llamada de su abuela Marina. Le dijo algo que llevaba días esperando, aunque no sabía cuándo llegaría: el cirio que encendieron y que había estado prendido durante ocho días consecutivos se había apagado. Era hora de que se bajara de la bici y volviera a Murcia, el reto había terminado. Había estado pedaleando de forma ininterrumpida desde el martes 9, cuando encendieron la mecha que dio inicio a la aventura deportiva más extensa de su vida, con la que pretendía llamar la atención sobre el problema de la soledad no deseada en los mayores y recaudar fondos para la causa.

La vela, de 40 centímetros de alto y unos 10 de diámetro, estaba cargada de simbolismo, ya que Marina, de 87 años, tiene por costumbre encender una siempre que su nieto se embarca en alguna de sus rutas en bicicleta, que le han llevado a África, Asia y distintos países europeos. «Compré la más grande que vi, como una señal del tamaño de reto que me disponía a afrontar», cuenta él. Así que llegaron a un trato: mientras la vela siguiera encendida, Jaime pedalearía sin ningún tipo de asistencia para recorrer la máxima distancia que le permitieran sus piernas en un proyecto para concienciar sobre la importancia de los vínculos intergeneracionales e iniciar una campaña de donaciones que culminará con una rifa de la bicicleta utilizada, valorada en más de 10.000 euros, cuyos beneficios transferirá a la ONG En Bici Sin Edad (‘Cycling Without Age’), una organización nacida en Copenhague y que cuenta con sedes en 39 países, dedicada a ofrecer compañía a personas de la tercera edad a través de voluntarios que los llevan a dar paseos en bicicletas de carga.


Jaime y su abuela Marina se abrazan en Murcia.


Looping Gramps


Cuando se bajó de la bicicleta, Jaime había recorrido 2.156 kilómetros entre Murcia y Galicia y había pasado por Girona, la frontera con Francia, Zaragoza, Logroño y León, entre otros destinos. La media de casi 270 kilómetros diarios supuso un reto deportivo mayúsculo y una experiencia emotiva que le ha servido también para reforzar su conexión con su abuela, a la que no puede ver tanto como quisiera.

Porque Jaime es murciano, pero reside en Copenhague. Muchos lo conocen como ‘Jimbo Safi’, el nombre con el que se ha hecho con más de 20.500 seguidores en la cuenta de Instagram desde la que narra sus aventuras en el ultraciclismo, una modalidad que implica pedalear más allá de las distancias convencionales, con etapas de más de 200 kilómetros.

Viaje a la memoria

Durante el viaje, Jimbo durmió en muchas ocasiones apenas tres horas entre tanda y tanda, y realizó mínimas paradas de avituallamiento. La iniciativa, bautizada como ‘Looping Gramps’, se convertirá en un documental que se estrenará en los próximos meses en Copenhague, Múnich, Madrid y Murcia, señala Juanra Valiente, director del proyecto.

Un documental, que en los próximos meses se estrenará en Copenhague, Múnich, Madrid y Murcia, narrará su viaje

El recorrido tuvo dos etapas bien diferenciadas. «Los primeros días me enfoqué demasiado en el rendimiento físico -reconoce Jimbo-. Creía que era necesario para llegar a las personas. Quería hacerlo atractivo a nivel de números y olvidé el pilar fundamental del proyecto, que es involucrar a las personas mayores en nuestras vidas». Por eso, cuando se acercaba a Zaragoza, decidió cambiar su enfoque. «Bajé un poquito el ritmo y empecé a conectar con gente, con momentos muy especiales», señala. Lo que sí mantuvo «religiosamente» durante todo el trayecto fue el contacto con su abuela. «Tenía una llamada con ella cada día», cuenta ya desde la casa familiar en Murcia.

La parte más emocionante del viaje sucedió, precisamente, en esa segunda mitad. Primero, cuando realizó una visita al pueblo donde nació su abuelo, La Almunia de Doña Godina, en Aragón. Y, finalmente, en Galicia, cuando Jimbo pudo pisar el único sitio que no podía saltarse: Mugardos, donde su abuela vivió los veranos más felices que recuerda. «Era el único destino al que me había pedido que fuera», cuenta. «Fue muy bonito. Dormí allí esa noche y cuando, a la mañana siguiente, estaba pasando por Ares, el pueblo donde mis abuelos se conocieron, se apagó la vela».

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