Nerea Adly García
Jueves, 31 de octubre 2024, 00:52
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Odradek fue el nombre que le dio Franz Kafka a una curiosa criatura, en su cuento ‘La preocupación de un padre de familia’, en 1919. Entre las particularidades que tenía se encontraba su apariencia, que era confusa e insignificante, era un ser incapaz de ser interpretado o entendido. Habitaba en el desván, el hueco de las escaleras o los pasillos, y, aunque a veces desaparecía, siempre era por un corto periodo de tiempo. El filósofo alemán Walter Benjamin interpretó el cuento de Kafka como una alegoría de nuestra relación con la pérdida y la memoria: «Odradek es la forma adoptada por las cosas en el olvido».
Así Ana Martinez (Murcia, 1975) ha titulado su última exposición: ‘Odradek, o cuando las cosas tenían punta’. La artista responde con esta muestra a una necesidad que le surge, tras heredar recuerdos y objetos de sus familiares más cercanos. Estará disponible en el Centro Párraga hasta el 7 de noviembre. «Mi trabajo siempre parte de una necesidad personal, y a partir de ahí, la contextualizo, según el momento cultural y social», afirma esta creadora, que durante el 2020 se vio rodeada de objetos heredados. «Perdí a mis padres y a mi hermana». Ante aquella situación sus amigos y allegados le aconsejaron deshacerse de ellos. «Me decían que tenía que deshacerme de esos recuerdos, que serían una carga para mí. Pero tirar recuerdos de mi bisabuela, por ejemplo, que han pasado de generación en generación, me parecía algo bastante cuestionable. No lo entendía, y por eso empecé a analizarlo… Investigué sobre el apego, y comencé a jugar con los objetos creando un equilibrio entre ellos, apilándolos de forma intuitiva, de ahí nació mi anterior exposición, ‘Naves de Mnemósine’.. Convertí aquellos tótems de objetos en naves o en satélites», recuerda.
En esa exposición, ella jugó con los objetos, y creó sistemas y redes a partir diferentes lógicas: la lógica biográfica, que asocia los elementos en función del recuerdo; la artística, que traza relaciones a partir potencia de la imaginación, o la material, en función de su tamaño, peso o resistencia. «El resultado de este juego son montajes que tienen algo de altares o tótems. En el transcurso de los meses, los ensamblajes durante el proceso de dibujo se llenan de antenas y paneles, transformándose así en naves espaciales. Las cosas heredadas se convierten en máquinas voladoras cuyo fin no es traer de vuelta el pasado, sino explorar nuevos universos», detalla Javier Sánchez Martínez, comisario de la muestra, en la hoja de sala de ‘Odradek’. «Estoy muy agradecida a Javier, ha estado durante siete meses, todos los lunes, trabajando en la exposición. También al ICA, que me proporcionaron una ayuda para la producción», agradece la artista, muy vinculada a la galería Artnueve.
Obras plásticas, tótems y vídeos
La transición de aquella exposición es esta, «pero esta vez, también hay objetos no heredados, mezclando objetos de los que ya no están con lo que sí están», apunta la pintora. En ella, nos podemos encontrar obras plásticas, tótems recreados con objetos o vídeos de otros tótems en lugares seleccionados. «Decidí inmortalizar varios tótems en distintas localizaciones por impulso. Cuando lo acabé, y me puse con la obra plástica, no paraba de pensar en elementos de fiesta, confetis… pare de pintar, y les hice una celebración, es en ese momento cuando entra el ritual, que es como una nueva mirada a esos objetos».
«Tirar recuerdos de mi bisabuela, que han pasado de generación a generación, me parecía algo cuestionable»
A mitad de camino, cuando ya tenía hechos los tótems, se encontró con un libro, ‘No-cosas’ del coreano Byung-Chul Han. Este filósofo habla sobre la relaciones que tenemos con los objetos en la era digital, y cómo el objeto ya no lo poseemos, sino que lo consumimos. También cuenta que para poseer un objeto debemos tener una relación intensa, para cargarlo de simbolismo o emociones, pero «hoy en día, un aparato electrónico no puedes cargarlo de emociones», reflexiona esta murciana, que asegura que estamos ante una sociedad de usabilidad, de consumo, en la que los objetos tienen la función de satisfacer nuestras necesidades a corto tiempo, se amoldan a nosotros, no ponen una resistencia, el objeto no tiene vida propia. «Esto nos habla de una sociedad cada vez más narcisista», remata.
Cuando se puso a construir los tótems, el factor mágico fue «crucial, es una parte muy importante del proceso…Cuando los tuve terminados pude ver cómo representaban, por ejemplo, a mi padre, porque tenía elementos marinos. Mi padre trabajó toda su vida en el mar, era buzo, tenía plumas de gaviota, su bota de vino… O una amiga mía también me hizo una observación, y es que en todos hay objetos de mi hijo, y él representa la continuidad», sugiere Ana Martínez. Dice que si entras te atrapa, ya que la historia y la propia muestra te cuenta cosas.
«Está hecha como en espiral, entonces entras viendo una cosa y sales viendo otra», descubre.
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Enlace de origen : La relación con los objetos en la era digital