Ataúdes a prueba en Yecla

Ataúdes a prueba en Yecla

Viernes, 1 de noviembre 2024, 01:23

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Son los muebles que nadie querría comprar jamás, pero tienen un hueco asegurado en el mercado que no depende de las modas, aunque los clientes que se ven obligados a adquirirlos no tengan la sensación de que la experiencia de compra sea, ni por asomo, positiva, pese a los estándares de calidad que pueda ofrecer el producto. Se trata de los ataúdes, un elemento necesario para dar el último adiós a personas fallecidas, ya sea en los casos donde la caja fúnebre recibe sepultura en un cementerio o cuando la última voluntad del difunto dicta que el cuerpo sin vida sea incinerado.

Como el resto de mobiliario que se pone a la venta y requiere acreditación, los féretros que se comercializan en el territorio nacional se someten previamente a pruebas de ensayo de producto que garanticen su resistencia, seguridad y durabilidad. Y, en el caso concreto de las cajas mortuorias, pasan el correspondiente examen de calidad y rendimiento en el Centro Tecnológico del Mueble y la Madera de la Región de Murcia (Cetem), ubicado en Yecla, cuna del sector con cerca de medio millar de empresas dedicadas a la fabricación de mobiliario (doméstico e industrial), así como de servicios afines.

«Somos el único centro de España que puede garantizar con el sello de la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC) la seguridad de los féretros», destaca José Francisco Puche, director del Cetem, asociación privada con treinta años de historia a la que pertenecen 94 empresas del sector y unidas con el objetivo de «realizar y promover actividades de investigación y desarrollo, así como servicios y proyectos de ámbito tecnológico e innovador para el desarrollo de un sector clave en la economía regional».

«La fabricación de féretros va cada vez más enfocada hacia lo ecológico por las incineraciones», destaca José Francisco Puche

Puche explica que «los ensayos no son obligatorios, pero sí un valor añadido que se exige en el caso de optar a licitaciones impulsadas por administraciones públicas y grandes compañías, como es el caso de cadenas de hoteles que buscan productos que hayan sido testados para evitar problemas futuros». En este sentido, el director del Cetem asegura que «los fabricantes están cada vez más concienciados con la importancia de estas pruebas».

Unos 300 test de uso al año

Por el laboratorio de ensayo de producto acabado del Cetem pasan al año unos 300 productos de mobiliario de todo tipo que se someten a estos test de uso. «Los ensayos se realizan con pesas y en diferentes ciclos, en función del objetivo para el que han sido diseñados los muebles, ya que no es lo mismo probar una silla para una vivienda que un asiento de un estadio de fútbol, cuyo uso se considera severo porque no se tratará con el mismo cuidado que una silla para un particular», según detalla Puche.


Pruebas de producto acabado de un féretro en el Centro Tecnológico del Mueble y la Madera, en Yecla.


Ángel Alonso


Respecto a los ataúdes, el director del Cetem cuenta que se someten a tres ensayos para poner a prueba la resistencia estructural del producto. «El primero consiste en simular que el cadáver se coloca en el féretro con un maniquí de 73 kilos que se levanta 40 centímetros de la parte de la cabeza y se deja caer de golpe en la base tres veces».

En segundo lugar, se imita el traqueteo al que se expone la caja mortuoria durante sus correspondientes desplazamientos en el coche funerario. «En esta prueba, dejamos caer el ataúd desde una altura de dos centímetros en diez ocasiones; después, se llevan a cabo 50 ciclos simulando que el impacto se produce desde una altura de un centímetro».

Acolchados con paja

El tercer ensayo es exclusivo para aquellos modelos diseñados con asas. «En este caso, el féretro se cuelga durante 20 minutos», concreta sobre una prueba que está cayendo en desuso porque la tendencia actual es eliminar elementos que no sean de madera y que no deben ser quemados. «Las incineraciones son cada vez más frecuentes y los materiales se analizan a conciencia para controlar la emisión de gases contaminantes en el momento de la cremación del cuerpo».

Una práctica, según Puche, que está cobrando mucha fuerza y que ha hecho que el acolchamiento de las cajas mortuorias se lleve a cabo a base de paja recubierta de tela que no contienen pigmentos. «La fabricación de los ataúdes va cada vez más enfocada hacia lo ecológico».

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