Domingo, 10 de noviembre 2024, 07:44
Son ciudadanos de pleno derecho a todos los efectos. Tienen los papeles en regla, un contrato de trabajo, están dados de alta en la Seguridad Social y disponen de la nómina necesaria para poder afrontar cada mes el pago de un alquiler; sin embargo, cuando intentan acceder a una vivienda, se encuentran con una barrera infranqueable: nadie los quiere como inquilinos.
Una de estas personas es Assane, un senegalés que llegó a España por primera vez en 2006 y que después de muchos años de lucha logró normalizar su condición burocrática y laboral, pero no su situación residencial.
Lleva más de tres meses encadenando rechazos en su búsqueda de un piso en Puerto de Mazarrón. Una frustrante carrera por volver a disponer de un hogar que empezó cuando tuvo que dejar la casa donde residía, una propiedad en venta que una amiga le prestaba a cambio de que pagara el agua y la luz. Hasta que surgió comprador. Desde entonces, Assane no ha tenido más remedio que dormir en calle. Y eso que lo ha intentando todo para no acabar así. Ni siquiera con la ayuda de unos conocidos españoles que se han ofrecido a interceder por él para hablar con los caseros ha obtenido el sí de nadie. «En cuanto les decimos que el alquiler es para un amigo de Senegal nos dicen que no –relatan hastiados–. Algunos incluso se enfadan o te hablan sin educación. Hay gente que te dice que tiene miedo de que se les meta mucha gente en la vivienda, y otra que directamente te deja claro que es por una cuestión de racismo».
Tres de cada cuatro inmobiliarias aceptan dejar fuera de las visitas a candidatos por su origen, según Provivienda
También son habituales los cambios de parecer repentinos con justificaciones muy variadas. «Primero te dicen que sí, pero luego se echan atrás. El otro día hablé con una chica que me dijo que tenía que darle 600 euros, enseñarle mi contrato y todo –relata Assane–. Yo le dije que no había problema, pero por la tarde me llamó un amigo suyo para decirme que ya no me iba a alquilar la casa, que no se fiaba de que tuviera trabajo».
La mayoría de las noches, Assane acude a una casa en obras que comparte con otros inmigrantes sin hogar. Allí se protege del viento y del frío, y puede resguardarse de las lluvias. Pero cosas antes tan sencillas como asearse o cargar su teléfono móvil se han convertido en toda una odisea que va salvando como puede cada día. Su única certeza al acostarse es que a las seis de la mañana tendrá que estar listo para trabajar.
El suyo no es un caso aislado. Leonor Fuentes, de la Asociación Álamo, que atiende a diario a medio centenar de personas sin hogar en Murcia, conoce múltiples casos solo en este municipio, donde hay cerca de medio millar de ciudadanos que viven en la calle. «Tengo a varios inmigrantes en la misma situación: gente con ingresos, nómina y papeles, pero que nadie les quiere alquilar ni siquiera una habitación. La mayoría son extranjeros que trabajan en el campo, pero también ocurre con personas de etnia gitana. Desgraciadamente, este tipo de discriminación es algo habitual», explica.
«Es, desgraciadamente, una situación habitual», advierten desde Álamo, una asociación que trabaja con personas sin hogar
El estudio ‘Racismo y xenofobia en el mercado del alquiler’, publicado por la asociación Provivienda en 2020, acerca las cifras del problema. Los autores del informe se hicieron pasar por caseros y potenciales inquilinos para contactar con diversas inmobiliarias con la intención de comprobar si la discriminación era una actitud normalizada. Los resultados no dejaron lugar a dudas. El 72,5% de las inmobiliarias contactadas aceptaron llevar a cabo un bloqueo total en el acceso a la vivienda a extranjeros ante la petición del casero, mientras que el 81,8% aceptaron establecer requisitos adicionales en función del origen del candidato. Además, al 34,8% de las personas españolas en búsqueda de piso se les solicitó un contrato indefinido, mientras que el porcentaje creció hasta el 62,2% en el caso de los extranjeros.
El Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica también constató, a través de otro estudio hecho público en el mismo año, que hasta el 31% de las personas de origen étnico o racial perciben discriminación en el acceso a la vivienda. El 17,7% de estas reciben una negativa rotunda a la hora de visitar un inmueble, mientras que un 20,8% dan con caseros que rechazan alquilárselo.
«Pasa todos los días»
«Es una realidad que debe salir más a la luz, porque pasa todos los días», ratifica Nieves Albacete, una educadora social con amplia experiencia en diversas entidades del tercer sector. «Hay gente que empieza en programas de inclusión, que atraviesa situaciones muy complejas y que, cuando termina y, en teoría, tiene que integrarse en la sociedad, se encuentra con que, aunque tengan todas las condiciones para poder hacerlo, no pueden acceder a una vivienda», afirma. «A algunos los rechazan y a otros les piden auténticos disparates que no les pedirían de ser españoles».
«Si no tienes ayuda externa, todo se vuelve muy difícil –cuentan Mari Ángeles Manzanera y María Jesús Escolar, dos voluntarias de Cáritas que conocen bien las dificultades que atraviesan las personas que llegan en situación precaria a España–. Muchos no ven forma de salir de la calle, y se ven tan desesperados que caen en engaños o en las mafias».
La presencia de este tipo de organizaciones es bien conocida entre las organizaciones humanitarias que trabajan en la Región. Las víctimas les han relatados cobros de cerca de 500 euros por un empadronamiento, de hasta 250 por lograr una cita previa en Extranjería y de redes que okupan pisos para luego arrendárselos a inmigrantes que no han podido acceder a una vivienda de otro modo.
De momento, Assane sigue buscando. El viernes le dieron una buena noticia: un amigo se va de vacaciones a su país y le cede el alquiler de su habitación para las próximas semanas. Si no encuentra nada antes de que vuelva, tendrá que regresar a la calle.
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Enlace de origen : 'No se alquila': la discriminación que deja en la calle a Assane