Lunes, 11 de noviembre 2024, 01:28
L a última vez que Patricia Giménez habló con su hija fue hace año y medio. «Me llamó desde Inglaterra. No he vuelto a saber nada. Como tantas otras madres que pasan por esto, desde entonces temo recibir cualquier día la peor de las noticias», confiesa. A los continuos sobresaltos, al infierno de una convivencia inviable, a los estallidos repentinos tras el consumo de drogas o por el síndrome de abstinencia, le siguió el silencio. Durante un tiempo, Patricia vivió en ese silencio, rota por dentro. Pero un día decidió que había llegado el momento de hablar, de compartir su experiencia. En un grupo de WhatsApp conoció a otras madres que le contaban historias similares, «o peores». Varias de ellas decidieron dar un paso adelante, y así surgió la Asociación de Familiares de Adictos y Enfermos Duales, que acaba de inscribirse en el registro de la Comunidad.
Patricia le ha escrito una carta a su hija explicando los motivos que le han llevado a poner en marcha esta iniciativa y dar la cara. No sabe si algún día la leerá: «Como último acto de amor dejo un legado: una asociación para otras familias como la nuestra, para quienes necesitan apoyo en esta lucha. Si algún día regresas, aquí encontrarás un refugio de esperanza, construido desde el amor que nunca dejó de existir».
El objetivo de Patricia es que otras familias tengan la información y el apoyo que ni ella ni su hija encontraron. Se vieron perdidas. «No sabía qué hacer, dónde acudir. Me equivoqué en muchas cosas por desconocimiento».
«No sabía qué hacer, ni dónde acudir. Me equivoqué en muchas cosas por desconocimiento»
Patricia se encontró un día con «una bolsita con polvo blanco» en el bolsillo del pantalón de su hija, que por entonces tenía unos 20 años (ahora ha cumplido ya los 30). Ahí fue cuando descubrió que consumía cocaína. Durante la infancia y la adolescencia no había observado señales de alarma. «No salió de fiesta casi hasta los 18 años, no bebía, no fumaba. No era de los que empiezan con porros a los 12 años. Nada de eso». Había tenido una buena educación y no carecía de nada. Patricia Giménez es comercial y su entonces marido, funcionario de Hacienda.
Tras descubrir la droga, a Patricia le saltaron las alertas y comenzó a observar. Su hija había estudiado ADE y le iba bien, pero «todo se descontroló». Se fue a vivir a Valencia y allí «empezó a hacer mucho dinero con negocios de ‘bitcoin’». Comenzaron también «las malas historias: me decía que le habían robado y tenía que ir corriendo a salvarla, aparecieron amigos muy extraños».
«Llegó a romper una ventana»
La situación estalló durante la pandemia. Patricia acogió a su hija en su casa de la pedanía murciana de Corvera durante el confinamiento. «Yo la veía con ojeras, o hiperactiva, y me daba cuenta. Llegué a descubrir que recibía algún tipo de droga por correo, y la tiré. Tuvo episodios violentos, pero no hacia mí o hacia su abuela, que también vivía con nosotras, sino hacia ella misma. Llegó a romper una ventana». Patricia tuvo que sobreponerse y tomar medidas drásticas: cambió la cerradura, escondió los cuchillos de la cocina y terminó por decirle a su hija que debía irse de casa. Tiempo después descubrió en internet el concepto de «amor duro»: poner límites firmes y claros como la mejor forma de ayudar a quienes pasan por una adicción. «Yo lo apliqué, pero no sabía que tenía un nombre. Te das cuenta de que solo si tocan fondo van a reaccionar», confiesa.
Su hija terminó en Inglaterra. Un buen día recibió una llamada desde el consulado de España y al otro lado del teléfono estaba ella, pidiéndole ayuda. Patricia le buscó una plaza en un centro de desintoxicación de Málaga por la que pagó 2.500 euros, pero a los cinco días se marchó. Regresó a Inglaterra y a los meses el contacto telefónico se cortó.
Patricia está convencida de que contar su testimonio y lanzar una asociación que arrope a las familias puede ayudar a muchos. Para empezar, «hay que desestigmatizar», advierte. Los juicios morales pesan, y sobran. «Estamos hablando de una enfermedad. Mi hija tiene patología dual: una adicción y un trastorno de salud mental. Son personas que sufren muchísimo; nadie quiere estar así», subraya. Los prejuicios también afectan a las familias de estas personas, que muchas veces se ven señaladas, culpabilizadas por la situación. «Cuando decidí dar el paso de contarlo, tuve que escuchar auténticas barbaridades en mi entorno. He hecho criba de amistades», asegura.
Información y prevención
Para la recién creada asociación, mejorar la información, la formación y la prevención son aspectos clave. «Esto le puede pasar a tu hijo, a tu marido, a tu hermano; todos tenemos casos cerca», recuerda su impulsora. Este nuevo proyecto reúne a familias que comparten una «experiencia devastadora» tras lidiar con la adicción de sus seres queridos. Es «un infierno que ha dejado cicatrices profundas en nuestros corazones y en nuestras vidas», pero «estamos aquí para decir que el sufrimiento no tiene que ser en vano», reflexiona Patricia.
La asociación quiere brindar apoyo emocional mediante la creación de grupos de ayuda, y también habrá asesoramiento legal, psicológico y psiquiátrico especializado. De momento, ya cuentan con un teléfono para contactar vía WhatsApp (655 859 170) o por correo electrónico (info@afadual), así como una página web (afadual.org).
Además, reclaman un Plan nacional para afrontar la enfermedad dual que permita contar «con protocolos rápidos de actuación» que involucren a sanitarios, servicios sociales y fuerzas de seguridad. Para Patricia, una de las cuestiones más importantes es la creación de centros de larga estancia. «Una persona con patología dual ingresa en el hospital si tiene un brote psicótico, pero a las dos semanas está en la calle. Faltan más recursos, lugares a los que puedan ir y que sean accesibles, porque hay mucha gente que no puede pagar 2.500 o 6.000 euros», avisa.
La atención a las familias es otro objetivo prioritario, porque el impacto en la salud mental suele ser profundo. «Yo me enteré un día de que era ‘coadicta’. Así se define a las personas que estamos más cerca de quienes sufren una adicción». Estuvo de baja durante año y medio. Las heridas son profundas, pero ahora quiere canalizar todo ese sufrimiento hacia la acción. Por eso se dirige a otras familias: «No tienen de qué avergonzarse, yo también soy madre de una persona adicta, y vamos a ayudarlas».
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Una droga socialmente «normalizada» y en alza
El consumo de cocaína y cannabis alcanza en la Región de Murcia las tasas más altas de la última década, según la Encuesta sobre Alcohol y Drogas (Edades) de la Consejería de Salud, cuyos principales resultados adelantó LA VERDAD. El 6,5% de todos los encuestados admite haber consumido cocaína durante el año anterior a la muestra, y el 4,6% la había probado a lo largo del mes anterior. Hace diez años, estas tasas de consumo oscilaban en la Región entre el 3,9% y el 2,9%.
El consumo de cocaína está «normalizado» en muchos ámbitos, avisa José María Basterrechea, exjefe de la Unidad de Patología Dual del Hospital Reina Sofía. «Mucha gente puede tener una vida normalizada, sin aparentes problemas o repercusiones significativas en su vida, pero sí los hay», recuerda. En su consulta, Basterrechea detecta el repunte de esta droga, con unos patrones habituales desde los años 80. «Cuando llegó esta droga, estaba asociada al éxito, a los triunfadores, al dinero. Ahora es un consumo transversal. Afecta a gente de todas las clases sociales», explica el experto.
En Proyecto Hombre, el 60% de las personas atendidas han tomado cocaína. En muchas ocasiones, el consumo va asociado al alcohol y a adicciones comportamentales, desde la ludopatía al sexo o la pornografía. «Tradicionalmente, la heroína estaba más asociada a un perfil más marginal y producía un deterioro muy rápido de la persona a todos los niveles. La cocaína la consumen personas de cualquier condición, llega a todos los estratos sociales», reflexiona Asunción Santos, directora de Proyecto Hombre.
Hay datos especialmente preocupantes: el 7,6% de los menores de 34 años admiten haber tomado cocaína en el último año (en el caso de los varones se supera el 10%), lo que triplica la tasa que se registraba en 2018.
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Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : El último «acto de amor» de Patricia Giménez hacia su hija en la lucha contra las drogas