Domingo, 17 de noviembre 2024, 07:36
Aún es de noche y en el vehículo esperan al equipo de LA VERDAD que les acompaña en el undécimo operativo de ayuda en los municipios de la provincia de Valencia afectados por la DANA. Son las seis de la mañana y sale desde Murcia hacia el punto de encuentro en un desvío de la A-33, la autovía del Altiplano, a la altura de Yecla. Allí esperan 45 bomberos forestales, cuatro agentes medioambientales y dos técnicos, con una quincena de vehículos todoterreno del Servicio de Defensa del Medio Natural de la Comunidad Autónoma. Son las siete de la mañana y la caravana pone rumbo a Catarroja, uno de los municipios más golpeados por la DANA del 29 de octubre.
A las nueve de la mañana, ya en el polideportivo de Catarroja -ahora convertido en centro de gestión de recursos (CRM)-, comienza un ‘briefing’ donde se coordinan las labores del día, se recuerdan las medidas de precaución que deben tomar durante y después del dispositivo de limpieza y lo que deben hacer en el caso de encontrar un cadáver.
Desde que llegaron el pasado 2 de noviembre, su labor se ha centrado en retirar enseres, escombros y vehículos de las calles, limpieza de barro de las aceras y retirada de lodo y achiques de agua en garajes. «Es esencial que los vecinos perciban cómo su barrio inicia el camino a la normalidad». Quien habla es Manuel Páez, jefe del Servicio de Defensa del Medio Natural, que coordina el equipo.
«La gente necesita nuestra empatía; cualquier cosa que nos pidan lo atendemos de forma inmediata»
Manuel Páez, a todo el dispositivo desplazado a Valencia
No obstante, este martes la prioridad será desatascar puntos de la red de alcantarillado de Paiporta, obstruidos por barro y escombros. Es urgente despejarlos ante la amenaza de una nueva DANA prevista para el miércoles y el jueves.
La gota fría del 29 de octubre deja un rastro de destrucción en 75 municipios de Valencia, con una docena de ellos devastados. Son aquellos que están situados en el área metropolitana de Valencia, y se asoman al barranco del Poyo, que se convirtió en un río desbordado que arrasó todo a su paso. Este desastre, sin precedentes en su magnitud, recuerda otros eventos similares, pero los expertos en Emergencias señalan que nunca han visto ese nivel de destrucción tan generalizado. «No es el concepto de inundación que hemos tenido en los últimos años. Esto es una inundación total», afirma Manuel Páez.
Mientras los bomberos forestales y agentes medioambientales se despliegan por Paiporta, tres estudiantes universitarias, Eugenia García, Isa Sánchez y Victoria Garre, limpian una empresa de muebles de cocina en el polígono industrial de Albal. Son las diez de la mañana y ya llevan barro hasta en las cejas. Y no es una manera de hablar. Las tres universitarias forman parte del ejército de voluntarios que se han desplazado desde todas partes de España para ayudar en la reconstrucción de las localidades devastadas.
Victoria Garre Universitaria. Murcia
«El primer día llevé agua a los vecinos atrapados»
Victoria Garre tiene 19 años, es de Murcia y vive en Valencia, donde estudia Ingeniería Agrónoma en la Universidad Politécnica (UPV). Se unió a las labores de ayuda en cuanto pudo organizarse con sus compañeros de carrera. «El primer día que vine fue el jueves 31 de octubre, dos días después de la DANA. Llevamos agua y comida a quienes no podían salir de sus casas en Massanassa; en ese momento aún no se podía limpiar nada. Las calles estaban colapsadas con coches amontonados que taponaban los portales de los edificios y los vecinos no podían salir. Una vez que la maquinaria pesada entró y los retiró, comenzamos a limpiar en Catarroja y en Alfafar».
«La gente sube anuncios con lo que necesita y nosotros vamos a ayudar»
Victoria Garre
La organización inicial de los trabajos de los voluntarios universitarios la hicieron los propios estudiantes a través de grupos de WhatsApp. Con el paso de los días, la universidad se implicó en esa labor organizando equipos de ayuda para coordinarse y proporcionar asistencia de manera eficaz: «La Politécnica se encarga de organizar el voluntariado; avisan por foros en redes sociales sobre las zonas donde se necesitaba apoyo, y entre los estudiantes vamos cubriendo esas necesidades».
Isabel Sánchez Universitaria. Lorca
«Han perdido todo y dan lo poco que tienen»
Isabel Sánchez es compañera de Victoria. Es de Lorca, tiene 19 años y estudia también Ingeniería Agrónoma en Valencia. Lleva una semana ayudando en varias localidades afectadas. El primer día fue a una residencia de ancianos en Aldaia. «Cargué a un anciano que necesitaba ir a diálisis. La ambulancia no podía llegar al lugar donde estaba por el atasco. Así que lo cogimos y lo llevamos hasta donde estaba la ambulancia».
La universitaria compagina sus estudios con su trabajo de profesora de ajedrez en colegios, de camarera y ahora con el voluntariado. Empieza sus días a las cinco de la mañana, y acude donde le indican que se necesita ayuda. Sobre las doce del mediodía se marcha a Valencia para acudir a su trabajo y al terminar su jornada, regresa a algún pabellón de damnificados hasta las diez de la noche, cuando se marcha a casa a descansar. «Y todo esto hay que hacerlo con ánimo, porque tu actitud se la contagias a la gente».
La voluntaria revive el día que estuvo en Benetúser como uno de los más caóticos que recuerda. «Fue el miércoles 6 de noviembre. Estuvimos en un instituto que aún no se había abierto desde las inundaciones, trabajando con militares, bomberos y policías. Nadie tenía ni idea de qué hacer para desalojar el barro que lo anegaba todo. Las caras eran desoladoras, porque las alcantarillas no tragaban más y no había manera de deshacerse del lodo, que nos llegaba hasta las rodillas y con un olor a descomposición que impregnaba en aire. Fue horrible».
La lorquina ha visto las consecuencias a muy corta edad de los terremotos de 2011 y la riada de San Wenceslao en 2012. Asegura que esas experiencias le acercan aún más a lo que sienten los afectados. «Sabemos cómo se pasa tras una catástrofe, por eso entendemos la importancia de estar a su lado y de recordar que seguirán necesitando apoyo durante meses y años. Nosotros, más de una década después de los terremotos, seguimos esperando muchas ayudas. Espero que a ellos no les pase».
«Te queda un sentimiento que no sabes explicar, porque ellos no tienen nada, pero lo poco que tienen te lo ofrecen»
Isabel Sánchez
Y es precisamente esa gente que ha perdido todo, la que les muestra su gratitud continuamente con pequeños detalles. «Vas pasando por la calle y te dicen: ‘Toma un paquete de galletas, para ti que has trabajado’ y piensas que tienes un Mercadona a la vuelta de la esquina en cuanto regreses a tu casa. Te dan ganas de llorar y darles un abrazo».
Eugenia García Universitaria. Lorca
«Vine porque sé lo que se siente al perderlo todo»
Eugenia García también es de Lorca. Estudia Filología Inglesa en la Universidad de Murcia y organizó su semana para poder venir y ayudar. Aunque su trabajo y estudios le limitan, no dudó. «Me dio mucha impotencia no poder venir antes, pero aproveché mi día libre para ayudar. Al llegar, casi dos semanas después de la riada, pensé que la mayoría de municipios ya estarían limpios, pero no es así, hay aún muchas zonas, como en la que estamos, que siguen devastadas».
«Aunque sea un día, aprovecho que no tengo clase y vengo»
Eugenia García
Al igual que Isabel, Eugenia es capaz de entender más de cerca lo que sienten los damnificados de la DANA. «En Lorca hemos pasado por catástrofes, y sé lo que se siente al perder todo. Esta gente está pasando por algo similar a lo que pasamos nosotros, y la ayuda que recibimos de personas que venían de fuera fue fundamental para seguir adelante».
Eduardo Torres Empresa Apideco. San Pedro del Pinatar
«Cuando me ofrecieron venir, no lo dudé»
Son las 11.15 horas. En una de las calles laterales del barranco del Poyo, en Paiporta, bomberos forestales, al mando de Manuel Páez, colaboran con voluntarios de la empresa de limpieza industrial Apideco de Cartagena para desatascar un tramo de la alcantarilla atascada por el barro. «Estamos intentando desobstruir las pluviales porque mañana (por el miércoles) puede ser que llueva».
Lo explica Eduardo Torres, vecino de San Pedro del Pinatar, de 51 años y encargado en la empresa Apideco. «Los saneamientos están atrancados por bloques macizos de barro. Los rompemos con agua a presión y aspirando para que el agua corra por los saneamientos». La empresa Apideco realiza trabajos de mantenimiento a Repsol y les llamaron para saber si estarían dispuestos a ir a Valencia como voluntarios.
«Yo no lo pensé ni un momento. Vinimos 21 personas el lunes 4 de noviembre cargados con tres minipalas, un camión grúa, dos palas retroexcavadoras, dos camiones portacontenedores y 22 contenedores y el camión cuba». Con ese equipo de maquinaria pesada han pasado días enteros despejando calles y plazas de escombros y coches amontonados.
«Limpiar las calles es el trabajo más agradecido que tenemos, ya que los vecinos enseguida salen a barrer, porque están obsesionados con ver su entorno lo más normal posible»
Eduardo Torres
Caminar por las ratoneras de barro en las que se han convertido las calles de Paiporta es contemplar la destrucción total de la vida cotidiana, engullida por el fango. Aquí se ha normalizado encontrar un coche empotrado en la copa de un árbol en medio de un parque convertido en una desguace. Las avenidas y plazas siguen atestadas de vehículos apilados unos sobre otros, con posiciones imposibles. Algunos de ellos tienen carteles en el salpicadero con mensajes como «No tocar. Funciona». Las grúas no dan abasto para retirar todo el parque móvil que ha desaparecido de los municipios del área metropolitana de Valencia afectados por la riada y que ha dejado hasta ahora 216 muertos.
Y si la unidad de medida del dolor son las vidas que pierdes, el sufrimiento aquí es incalculable. Sin embargo, en medio del caos, cualquier atisbo de lo que es la normalidad cobra una importancia gigantesca.
«Papá, mira, están limpiando el parque. ¿Puedo bajar luego?». El niño pregunta a su padre al pasar por delante de un parque infantil que los bomberos forestales de la Región están terminando de limpiar. El chorro continuo de la manguera utilizada para apagar incendios en los montes ahora retira una gruesa capa de barro que cubre un tobogán y poco a poco, vuelven a aparecer los colores verde, rojo y azul chillón del columpio. «Los detalles en este momento cuentan mucho», afirma Manuel Páez, coordinador del equipo llegado desde la Región de Murcia.
Son las 12.30 horas y su equipo ha parado para recuperar fuerzas y afrontar lo que queda de jornada después desatascar el colector, baldear aceras y retirar los escombros alojados en un jardín.
María Carrión Agente medioambiental. Murcia
«No hay comparación con otra catástrofe en España»
María Carrión es agente medioambiental con experiencia en emergencias, y admite que, en esta situación tan extraordinaria, gestionar los recursos es un reto descomunal. «Sabemos qué es lo más importante, pero todo avanza con mucha lentitud», lamenta. María destaca que se trata de una emergencia tan fuera de lo común que es normal que cueste trabajo articular todos esos medios. «No hay comparación posible con otra catástrofe en España».
«Es tan fuera de lo común que es normal que cueste engranar todos esos medios»
María Carrión
En los dos operativos en los que ha participado ha achicado agua, vaciado trasteros y desmontado el auditorio del municipio. La agente medioambiental también destaca el agradecimiento de la gente en cualquier actuación, aunque prevé que la normalidad tardará en volver. «Para despejar solo una calle se necesita una gran cantidad de gente, con azadas, palas y maquinaria. No hay negocios y que los coches están para el desguace, creo que bastante tiempo, sí».
Alejandro Puche Bombero forestal. Yecla
«Nos costó mucho llegar a los puntos de trabajo»
Para Alejandro Puche, bombero forestal de Yecla desde hace 18 años, la principal complicación fue entrar a las zonas de trabajo. Estuvo en el primer contingente del fin de semana del 2 y 3 de noviembre y recuerda que era tal el caos de voluntarios, de tráfico, de calles anegadas, que un trayecto que se hacía en 5 minutos en condiciones normales podía llegar a tardar incluso una hora en recorrerlo. «Al principio fuimos Algemesí y nos costó bastante llegar porque teníamos que maniobrar mucho con los vehículos pesados».
Además, estaban todos los coches que la riada había arrastrado apilados en las orillas de las calles y llegar a meter los mangotes de aspiración en los sótanos para achicar agua «era muy complicado. Nos desesperábamos, porque queríamos trabajar, pero no llegábamos».
«Que se haya desbordado ese cauce tan inmenso me ha sorprendido»
Alejandro Puche
En sus casi veinte años de experiencia asegura que lo que más le impresionó fue ver el enorme caudal que es capaz de canalizar el barranco del Poyo, similar al del cauce del Guadalentín a su paso por Lorca, y pensar que se desbordó. «Es un cauce tan inmenso que cuesta imaginar la cantidad de agua que bajó por ahí para que llegara a rebosar, de tal manera que no anegó solo la zona colindante, sino todos los pueblos que cruza».
Pascual Piñeda Vecino afectado. Cieza
«Las Navidades aquí serán muy duras»
El hombre está con sus vecinos en la puerta de su edificio. Saluda efusivamente a Manuel Páez cuando lo ve pasar en el todoterreno de la Comunidad Autónoma y lo para. «Oye, gracias otra vez por la ayuda del otro día», le dice.
Manuel le contesta que para eso han venido. «Ellos estuvieron sacando el agua de los dos sótanos que teníamos inundados y les estoy eternamente agradecido. Pasaron por allí enfrente, los vi y dije: ¡Mira, mis paisanos!, y me fui para allá. Les dije que teníamos problemas en los garajes y metieron un camión con un regimiento de bomberos para sacar el agua». Pascual Piñeda tiene 57 años, es originario de Cieza y vecino de Paiporta desde hace 30 años. Cuenta que el día de la DANA regresaba del centro comercial de Bonaire, en Aldaia.
«Estaba entrando a Paiporta, y vi que venía hacia mí una lengua de agua de dos palmos de altura, y me di la vuelta, en sentido a Valencia. Pasé mucho miedo, porque mi mujer y mi hijo estaban aquí y el móvil no funcionaba, no podía hablar con ellos para saber cómo estaban». Pero todos estaban bien y afirma que es afortunado, que solo ha perdido un coche y un trastero.
El ciezano sujeta una aspiradora. Aquí cualquier utensilio doméstico se ha convertido en arma contra el barro. Mira a su alrededor y aún no se explica lo que ha pasado.
«El barranco está seco todo el año, y aunque cuando llueve un poco suele bajar algo de agua, es inimaginable, porque además ese día no cayó ni una gota en Paiporta»
Pascual Piñeda
Pascual no sabe cuánto tiempo pasará hasta que todo vuelva a la normalidad, pero tiene claro que los próximos meses van a ser complicados. «Va a costar mucho. No hay negocios, el tejido comercial ha desaparecido. A nivel de servicios hemos retrocedido varias décadas. Seguimos sin tener gas y nos duchamos con cubos, como se hacía antes. Estas Navidades van a ser diferentes, muy duras. Yo espero pasarlas en Cieza».
Salvador Sánchez Protección Civil. Bullas
«La gente tiene rabia y está desesperada»
Hasta el pasado martes, en el contingente de la Región del dispositivo de ayuda a los damnificados han participado 1.548 personas y una treintena de ayuntamientos. Bomberos (forestales, de la Dirección General de Patrimonio Natural, del Consorcio de Extinción de Incendios y Salvamento, y de los ayuntamientos de Murcia y Cartagena), voluntarios de Protección Civil, policías locales, agentes medioambientales, brigadas de limpieza y de obras.
Todos ellos están coordinados desde la Dirección General de Seguridad Ciudadana y Emergencias en el puesto de mando avanzado, ubicado en Torrent. Desde allí tienen ubicados a todos los efectivos. Uno de esos equipos está formado por voluntarios de Protección Civil de Bullas y se encuentra en Picanya, otra de las localidades de la zona cero.
Salvador Sánchez, de 34 años, lleva 15 años en este servicio de emergencia. Llegó el 4 de noviembre junto a otros 11 voluntarios para colaborar en las tareas de recuperación. Pese al esfuerzo, Salvador destaca la falta de organización en algunas zonas afectadas. «Aquí no hay mando ni coordinación», señala, y subraya la importancia no solo de contar con manos dispuestas a trabajar, sino de técnicos que organicen las tareas y optimicen los recursos. Según Salvador, esta falta de estructura está ralentizando las labores de limpieza y recuperación en los municipios más afectados.
«Pero lo peor es la desesperación, la rabia y la frustración de la gente», cuenta. Protección Civil de Bullas lleva un equipo de psicólogos que ofrecen apoyo emocional a las víctimas.
«Al principio dicen que no lo necesitan, pero luego se acercan. La gente se siente abandonada. Nos dicen que están dejados de la mano de Dios»
Salvador Sánchez
Con una larga experiencia en situaciones de emergencia, Salvador califica esta DANA como la catástrofe más brutal que ha presenciado. «He estado en muchas emergencias: el terremoto de Lorca, las inundaciones en Los Alcázares y en otras fuera de España, pero aquí el desastre es total y abarca muchos territorios».
José Sánchez del Cerro Policía Local. Alcantarilla
«Una sonrisa de un vecino te levanta el alma»
En una calle paralela de donde se encuentra el equipo de Protección Civil de Bullas, está José Sánchez del Cerro, de 57 años. Él coordina un grupo de policías locales de Alcantarilla que viene cada día desde el pasado 4 de noviembre como voluntarios. Son las 15.20 horas y ayudan junto con varios militares a achicar el agua de un garaje. Asegura que no sabe hasta que hora estarán aquí, y cuando acaben regresarán a Alcantarilla porque al día siguiente tienen turno a las seis de la mañana.
«Esta mañana hemos estado sacando del sótano de la casa de una mujer todo lo que tenía y todo era para tirarlo, ni un lápiz ha podido aprovechar. Lo que más impresiona es la tristeza de la gente, la desazón y la pena que tienen y están necesitados de cariño, de apoyo y de empatía», expresa el policía local.
«Una sonrisa es el mejor pago que podemos tener. Están necesitados de cariño»
José Sánchez del Cerro
La otra cara de esta moneda, prosigue, es el agradecimiento de esa misma gente que está rota. «La gente te mira, te echa una sonrisa y a nosotros nos levanta el alma, es el mayor pago que podemos tener. Tal vez, alimenta más que una comida caliente. Esa es la parte buena que te llevas tú de aquí».
La respuesta de los voluntarios murcianos de las ONG ante la emergencia humanitaria
Bomberos Unidos Sin Fronteras trabaja incansablemente en la recuperación de las zonas afectadas con intervenciones en colegios, limpieza y desatascos críticos; apoyo a comunidades vulnerables, y atención sanitaria a los equipos de emergencias y a la población. En la última semana, han participado en la segunda rotación de la intervención el enfermero de la Gerencia de Emergencias Sanitarias 061 y vicedecano de la UCAM, Manuel Pardo, junto a Paula Pinar, enfermera del hospital Morales Meseguer. Ambos son miembros de la Unidad Médica de Apoyo (UMA) de Busf.
Los dos enfermeros murcianos han liderado las acciones del equipo, enfocándose en tareas complejas y gestión coordinada con los responsables de los Puestos de Mando Avanzados (PMA) de Alfafar y Catarroja.
Pardo destaca la importancia del trabajo realizado en el colegio público La Fila, que se prepara para recibir alumnos este lunes. «El colegio en el que estamos hoy martes (una semana antes de su apertura) sufrió daños y la parte de abajo se inundó. Estamos haciendo tareas de rehabilitación con la gente de cocina, en temas eléctricos, desagües, limpieza, logística y retirando escombros de los muros y vallas que estaban destrozados. También verificamos alcantarillas porque viene más lluvia y queremos dejar el colegio en óptimas condiciones. Además, este colegio debe asumir a los niños del CEIP Orba, que sufrió daños irreparables y estará cerrado más de un año».
Cruz Roja estuvo desde el principio de la emergencia. No en vano, seis de sus sedes de varios municipios fueron arrasadas por la riada. Desde el inicio de la emergencia, Cruz Roja habilitó albergues y centros de acogida y distribuye alimentos, agua, suministros básicos y medicamentos, y ofrece apoyo psicosocial y asistencia a personas con movilidad reducida. Además, en colaboración con Protección Civil, el Ejército y cuerpos de seguridad, sus equipos intervienen en labores de limpieza, soporte logístico y atención a colectivos vulnerables. Más de 50 personas voluntarias procedentes de la Región de Murcia se han ido incorporando, desde el pasado 30 de octubre, al dispositivo para atender a los afectados, al que se han ido incorporando hasta 3.369 personas procedentes de todo el territorio nacional. Desde la ONG aseguran además que seguirán trabajando en los próximos meses sobre el terreno para que los vecinos recuperen lo más pronto posible la normalidad.
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Enlace de origen : Almas solidarias en el caos de la DANA de Valencia