Una agricultura para reanimar los suelos más degradados de la Región de Murcia

Una agricultura para reanimar los suelos más degradados de la Región de Murcia

Domingo, 8 de diciembre 2024, 07:22

Agricultura ecológica, biodinámica y regenerativa. Entre estos tres modelos de labrar y cultivar el suelo de forma sostenible hay pocas diferencias, pero cada uno de ellos, y en ese orden, supone un escalón más en el camino hacia una nueva forma de producir sin hacer daño a la tierra. La agricultura regenerativa, ese último nivel, es la contraposición a una extendida producción intensiva que ha permitido obtener grandes cantidades de alimentos y de calidad para satisfacer una creciente demanda, pero a costa de degradar el suelo agrícola.

Este modelo de producción que se expande lentamente por distintas comarcas de la Región de Murcia tiene como fin restaurar los suelos maltratados, aumentar su biodiversidad, regenerar su fertilidad y reducir el impacto ambiental de las labores de campo. No es un sistema nuevo y, aunque su aplicación todavía sea limitada, ya se lleva a cabo en grandes fincas de secano en el Noroeste o la comarca del río Mula, y de forma experimental y con un mercado muy local en el Campo de Cartagena. La intención es muy buena, pero esta forma de producir alimentos sanando el suelo todavía debe afianzar su rentabilidad y depender menos de ayudas externas como los fondos de la PAC. Los productores se evitan el cuantioso gasto de los abonos químicos y los fitosanitarios, pero deben asumir una merma de producción (a veces por el clima y otras por las bajas cosechas).

«A diferencia de los sistemas agrícolas muy intensivos y poco respetuosos que tratan el suelo como un mero sustrato para el soporte de las plantas, la agricultura regenerativa entiende que el suelo tiene diferentes funciones más allá de la producción», explican los investigadores del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC) Carolina Boix y Joris de Vente, especialistas del grupo de Conservación de Suelos y Agua. Esas funciones dan lugar a distintos beneficios económicos y sociales, pero también se busca una mayor resiliencia contra el cambio climático y limitar los perjuicios por inundaciones o sequías.

La agricultura regenerativa trata de combinar diversas técnicas: cobertura del suelo mediante cubiertas verdes efímeras o perennes, sembradas o espontáneas, o la aplicación de acolchados; introducción de distintos cultivos intercalados y/o en rotación; uso de compost o residuos orgánicos; colocación de fajas de vegetación autóctona para fomentar la biodiversidad y controlar los flujos; labranza mínima o nula y empleo de líneas clave (siguiendo las curvas de nivel), zanjas o charcas de infiltración.

Fincas experimentales

Este trato exquisito del suelo tiene su mejor ejemplo en Caravaca de la Cruz, donde Alfonso Chico de Guzmán y Yanniek Schoonhoven lideran un laboratorio al aire libre en un espacio de 1.800 hectáreas, donde se aúnan tres grandes ideas experimentales en uno de los paisajes más característicos del sureste español. La Academia Regeneración, Camp Altiplano y el proyecto de la finca La Junquera tratan de revivir y mantener un territorio agrícola y forestal que haga frente a la expansión de la agricultura intensiva en el Noroeste y el consumo desproporcionado de agua de manantiales y acuíferos sobreexplotados.


Una de las charcas artificiales en La Junquera para retener agua, controlar la erosión, rellenar el acuífero y crear una zona de biodiversidad.


Max van der Wal


La finca experimental ha diversificado sus cultivos, manteniendo viejas variedades de cereal pero apostando por almendros, pistachos, plantas aromáticas para aceites esenciales o una huerta con regadío y manzanos. Se han reforestado varias hectáreas con 100.000 árboles y arbustos y se ha implantado un sistema agrícola de mejora del suelo, acompañado de charcas y cubiertas permanentes. «Estamos en pleno proceso de cambio. Aquí el clima cada vez es más difícil y llevamos tres años sin cosecha de cereal», comenta a este periódico Silvia Quarta, integrante del equipo de La Junquera. El modelo regenerativo también conlleva una filosofía de trabajo que, por ejemplo, permita asesorar a fincas cercanas: «El objetivo es lograr una transformación de esta parte de la comarca en diez años, con la ayuda de talleres, cursos y un proceso de participación para ofrecer alternativas sostenibles». Los integrantes de la Academia Regeneración buscarán de cara a 2025 reforestar el valle del Quípar, cuyo curso del río ha visto reducido su caudal y aumentado los nitratos agrícolas.

Este macroproyecto es uno de los baluartes de la asociación Alvelal, con más de 400 socios del Altiplano de Granada y Guadix, Los Vélez y Alto Almanzora (Almería) y del Noroeste murciano. Esta organización es una de las principales lanzaderas en cuanto a conocimiento y difusión de técnicas de agricultura regenerativa en la Región de Murcia, y que ya ha ayudado a transformar miles de hectáreas agrícolas.

Biodiversidad: la clave de todo

«En términos generales, la calidad de los suelos agrícolas de la Región es de una gran degradación», subrayan los dos científicos del Cebas. Carolina Boix lleva a cabo una estancia en el extranjero, gracias a una beca de la Fundación Séneca, con el objetivo de cuantificar «los múltiples beneficios de la agricultura regenerativa para la sociedad», mientras que Joris de Vente está como investigador principal del proyecto LandEX, que también estudia soluciones basadas en la naturaleza, como este modelo agrícola, para ayudar en la mitigación de los eventos extremos.

Ambos observan cómo ese terreno «frágil» por las condiciones climáticas locales (temperaturas elevadas, falta de humedad en el terreno, precipitaciones intensas y altas tasas de erosión) también sufre «una elevada presión antrópica» por un diseño «a medida» de las fincas que facilite las labores agrícolas. «Se alteran metros verticales del terreno, afectando tanto a los suelos como a la roca madre y sedimentos subyacentes, y se cambia la topografía», remarcan, «el concepto real de suelo desaparece, y lo que suele quedar es un sustrato mineral sin estructura natural, al que se le añaden fertilizantes y agua» para que los cultivos sean productivos.

Las frases

  • Carolina Boix y Joris de Vente (Cebas):
    «La calidad de los suelos agrícolas de la Región es de una gran degradación»

  • Juan Antonio Sánchez (Imida)
    «Si queremos reducir el impacto de la agricultura, hay que invertir mucho más en investigación»

El suelo regula los ciclos biogeoquímicos del carbono y el nitrógeno, pero también del agua. Si están degradados, pierden la capacidad de retener gases de efecto invernadero o controlar avenidas o inundaciones. La principal víctima es la actividad biológica del sustrato, que mantiene la fertilidad del suelo a través de microorganismos. «La biodiversidad es el recurso más singular del planeta y el que menos aprovechamos», incide Juan Antonio Sánchez, investigador del equipo de Control Biológico y Servicios Ecosistémicos del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (Imida), «desequilibramos los sistemas agrícolas y producimos trastornos en el suelo porque hemos caído en una agricultura en la que se observa muy poco y que ahora funciona más con tratamientos sistemáticos» donde se aplican químicos sin saber si realmente el terreno los necesita. «Hay una divergencia muy grande entre lo que es la agricultura que abastece a la mayor parte del mercado, con una tendencia dirigida cada vez más a intensificar la producción, y luego una mínima parte que se realiza para la demanda de unos consumidores muy selectivos», sentencia Sánchez.

Concienciar al consumidor

El experto del Imida cree que, a nivel de investigación, estamos todavía en la fase de intentar entender cómo se puede manejar y mejorar algo tan complejo como la biodiversidad del suelo. Las cubiertas o las bandas vegetales son elementos que, de no aplicarse bien, pueden ser nocivos para los cultivos y contraproducentes para el control de plagas. «Si queremos reducir el impacto de la agricultura, tenemos que invertir mucho más en investigación», señala. Reflexiona, también, sobre que el peso de la conservación de los suelos no debe recaer solo en el agricultor: «Los consumidores deben estar concienciados y apostar por un modelo que, por ejemplo, logre conservar la fertilidad del terreno más a largo plazo».

Islas de biodiversidad, franjas de infiltración, algarrobos y granados en la cuenca del Mar Menor

El Campo de Cartagena es hoy en día un laboratorio agrícola encaminado a implantar técnicas regenerativas en el suelo. El proyecto ‘Agricultura Regenerativa: Mirando al Mar Menor’, liderado por la Fundación Sierra Minera y el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA- CSIC), y financiado por la Fundación Biodiversidad, trabajará en nueve parcelas (algunas cedidas por el Ayuntamiento de Cartagena). En estos terrenos, algunos dedicados antes al regadío, se plantarán algarrobos, granados, olivos e higueras, pero también habrá siembra de cereales y praderas entre los cultivos mantenidas por el pastoreo, que nutrirá el suelo. Los promotores estudiarán cómo frenar la erosión y las escorrentías, o fomentar la fauna polinizadora, gracias al uso de setos perimetrales, taludes, islas de biodiversidad o franjas de infiltración.

El catedrático de Botánica de la UMU, José María Egea, también experimentará con este sistema sostenible en parcelas de Torre Pacheco gracias al proyecto AgroSimbiosisLab. Le asesora el agricultor de Pilar de la Horadada, Ricardo Riquelme, de la cooperativa Mano Verde y experto en agricultura sintrópica con variedades locales y antiguas. La Universidad Politécnica de Cartagena también trabaja en técnicas asociadas al modelo regenerativo.


Cultivos de algarrobo en una de las fincas experimentales en El Beal (Cartagena).


Fundación Sierra Minera


Viñedos en el valle del Aceniche con respeto a la tierra: «Este tipo de agricultura está despertando»

Los vinos de Alfonso Sánchez y Maravillas Pérez acumulan una larga lista de premios y reconocimientos a nivel internacional, pero pocos saben que detrás de Bodega Monastrell «existe el respeto máximo que se puede tener por la tierra». Del cultivo ecológico a la agricultura regenerativa, este matrimonio con viñedos en el valle del Aceniche y almendros en El Chaparral ha querido darle «más vida» a sus campos: «Tienes que cambiar la forma de pensar y de trabajar, seguimos un camino mucho más respetuoso y saludable con la tierra». No hay fertilizantes ni herbicidas, se aplica un laboreo tradicional con gradas de disco y se lleva a cabo una mínima poda en invierno.

«Solo usamos materia orgánica de animales que hayan comido orgánico, hacen que tengamos suelos más vivos». Reconoce Sánchez que al principio los compañeros de otras bodegas desconfiaban del método, «pero ahora nos piden consejo». Esta forma de cultivar «se nota en los vinos, no pasan desapercibidos». Hay menos producción de uva, «pero es producto de calidad». Recuerda el bodeguero, socio de Alvelal, que la forma convencional de cultivo puede traer más cosecha, pero es más cara por los productos químicos que se necesitan. «La agricultura regenerativa está despertando. Ya no sabemos trabajar de otra manera», refleja.


Maravillas Pérez y Alfonso Sánchez, en su finca de viñedos del valle del Aceniche.


Bodega Monstrell


Olivos en la finca El Chopillo para hacer frente a un modelo intensivo «que deja estéril el suelo»

Águeda Carreño Espinosa está al mando de todas las fincas agrícolas que tiene su familia en la comarca del Noroeste y Mula, entre ellas las 14 hectáreas de olivos en la finca El Chopillo de Moratalla que cultiva en agricultura regenerativa. «Este sistema trata de conservar y rehabilitar el suelo, pero también trata con mucha delicadeza el paisaje del entorno», explica a este periódico. Un olivar intensivo, ejemplifica, logra una producción con insumos y limitada en el tiempo (no más de 15 años), pero con cosechas grandes. Un rendimiento alto «a costa de machacar el suelo y dejándolo estéril», protesta la socia de la asociación Alvelal.

Esta productora prefiere un modelo tradicional «que sea productivo y sostenible en todos los sentidos, no solamente en el cuidado del suelo», pero también reconoce que las ayudas europeas vienen «bastante bien» en años con poca o ninguna cosecha, como este 2024. Sus padres abrieron camino a los cultivos ecológicos en la Región y ahora ella da un paso más allá «para cambiar el sistema actual y combatir el cambio climático». En el año de la pandemia «nos lanzamos a hacer nuestro propio aceite en una almazara particular» para poder venderlo, un negocio condicionado también por la abundancia de las cosechas. Águeda tiene a su vez almendros y albaricoqueros en Bullas y Mula en regenerativo.


Águeda Carreño, entre los olivos de la finca El Chopillo, en Moratalla.


Cedida


Almendros y cereales en ecológico sin necesidad de romper la estructura del suelo con el arado

La clave en las fincas de almendros y cereales de la sociedad Agrícola Levantina está en no romper la estructura del suelo. Esta empresa de la familia Osterrieth controla 361 hectáreas de almendros y 147 de cultivos herbáceos (cebada o trigo en ecológico) en Cañada de la Cruz (Moratalla), donde se emplea un arado de chísel que evita dar la vuelta a la tierra cuando se labra. «Solo descompactamos, como pasar un tenedor. No se vierte, sino que se raja», explica Armin Osterrieth, socio de la mercantil junto a sus dos hermanas, «no se mata la biodiversidad que hay bajo tierra». Al final, de tanto cambiar de postura las capas del suelo al arar, «puedes acabar con los insectos, hongos y bacterias al romper la estructura del suelo», alerta este productor, que también apuesta por la cubierta vegetal «porque compite menos con los árboles y limpia las escorrentías». La sociedad se fundó en 1943 y fue comprada por la familia Osterrieth hace 65 años, y desde hace un cuarto de siglo toda su producción es 100% sostenible.

En los cultivos de almendros incluso no se llegan a labrar las calles y se desbroza la mala hierba con una podadora industrial que deja los restos encima del bancal, para que el suelo gane nueva materia orgánica. «Todo esto es una fórmula necesaria de autorregeneración de los suelos».


Finca de almendros en ecológico en Cañada de la Cruz (Moratalla).


Cedida


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