Lunes, 9 de diciembre 2024, 00:13
Es un cuentista consumado. Para solaz de los amantes de la narrativa breve, Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) acaba de publicar un nuevo libro de relatos, ‘Un lugar mejor’ (Páginas de Espuma), obra que destila una mirada compasiva hacia el ser humano y sus tribulaciones. A lo largo de doce piezas, Ugarte escudriña la cotidianidad y explora el mundo de la familia, ese microcosmos que es la vez paraíso e infierno. El escritor reconoce que, muy a su pesar, la maldad goza de muy buena reputación como argumento literario.
–¿Hay un denominador común en estos doce cuentos?
–Está apuntado en el título del libro, ‘Un lugar mejor’, que habla de la esperanza y la otra cara de la moneda, la desesperanza. En los cuentos hay esa dialéctica entre la búsqueda de un lugar mejor y la certidumbre de que hay muy pocas fuerzas y medios para conseguirlo.
–¿La familia es un terreno abonado para las ficciones?
–Sin duda, la familia puede ser el escenario perfecto tanto para lo mejor como para lo peor del ser humano. Para un escritor es un laboratorio literario enormemente rico, pues el creador puede encontrar en la familia desde los sentimientos más desprendidos y generosos hasta las formas de tristeza y de rencor más desgarradoras.
«Por desgracia, en la literatura la bondad tiene mala prensa»
–Incluye una cita de Lorrie Moore: «Eres feliz porque crees que existe una cosa que se llama ser feliz». ¿La felicidad es un cuento?
–Puede que sí, puede que no. Puede que la felicidad sea un cuento que nos han vendido o que nos hemos inventado. Si te van mal las cosas puedes pensar que te podrían haber ido mejor, pero incluso cuando te van bien, puedes creer que te podrían haber ido mucho mejor. La felicidad es una especie de objetivo final inalcanzable.
–Hay un relato en el que un hombre se enamora de las mujeres que viajan en el metro. ¿Es este medio de transporte una metáfora de la soledad urbana?
–En el metro te encuentras con muchas personas que están físicamente muy cercanas a ti y de la que tienes la absoluta certidumbre de que no vas a volver a ver en toda tu vida. Julio Cortázar tiene algún cuento muy interesante sobre ese tema. Es en el metro donde se visualiza de forma más dramática la soledad de las grandes ciudades.
–¿Cuáles son sus escritores de referencia, aquellos que le han movido a escribir?
–Son muchos. Por citar a los clásicos mencionaría a Borges, Kafka, Cortázar, Cheever como grandes maestros del cuento. Últimamente me gusta mucho reivindicar a Julio Ramón Ribeyro. De los escritores peruanos, para mí está por delante de Vargas Llosa y Bryce Echenique.
Buenos sentimientos
–¿Piensa como André Gide que no se hace literatura con buenas intenciones ni con buenos sentimientos?
–La maldad nunca ha perdido su prestigio, sigue estando respetada. En uno de los relatos hay una reflexión por parte del personaje narrador que dice algo así como que nos avergonzaría mucho más que se supiera de nosotros un pequeño vicio, uno de esos tontos que todos tenemos, que se conociera que somos depositarios de instintos maléficos. Por desgracia, en la literatura la bondad tiene mala prensa.
–Parece que le ha salido un libro con menos humor del habitual
–Es verdad. A medida que pasa el tiempo, el humor va retrocediendo en lo que escribo. Se dice que cuando la gente se hace mayor se hace más escéptica e irónica, pero en mi caso no lo está siendo. Sí que prevalece en mi literatura un planteamiento moral, un esfuerzo por ver de forma piadosa a todos los seres humanos, incluso a los que se portan mal. No trato de justificar, pero sí de explicar la conducta de las personas.
–¿El papel del escritor como intelectual ha perdido predicamento? ¿Es bueno que deje de opinar de todo como si no le asediaran las dudas?
–La creencia en que la opinión de un artista sobre cualquier cosa tiene un plus, una mayor ponderación o merecimiento, es una idea supremacista y despreciable. Me parece además, profundamente antidemocrática, por mucho que se haya estilado firmar manifiestos. Es posible que haya un cierto retroceso en esa tendencia, pero en cualquier caso, me parece positivo.
«El creer que la opinión de un artista tiene un plus es una idea supremacista y despreciable»
–Los cuentistas ya no apuestan por finales reveladores y conclusivos, en los que todas las piezas encajan. ¿En un mundo de incertidumbres son más coherentes los finales abiertos?
–Eso conecta con algo de lo que suelo hablar a menudo: la vida, en el pasado, era una novela. Pero llegaron las sociedades desarrolladas e industrializadas, en las que la gente cambia de trabajo, de relaciones sentimentales, de amigos, con lo que la existencia se ha hecho más fragmentaria y se parece más a un libro de cuentos.
–¿Se puede escribir mal y ser un buen escritor?
–A ver, Borges publicó un texto sobre lo mal que escribía Cervantes, dicho en términos relativos, pues abundaba en repeticiones e incurría en construcciones de frases raras. En los primeros capítulos de ‘El Quijote’ hay una contradicción absoluta en la escena en que a Sancho le roban el pollino. Sus novelas dentro de la novela retardan la historia. Técnicamente, Cervantes dejaba mucho que desear. Sin embargo, eso no quita para que ‘El Quijote’ siga siendo la novela más grande que se ha escrito nunca. En definitiva, es posible ser un gran escritor y técnicamente no ser el mejor del mundo.
–¿El escritor debe tener unos gramos de locura?
–No sé si de locura, pero sí ha de tener la capacidad de salirse de lo establecido; de lo contrario no escribirá nada mínimamente interesante. Si uno está temeroso de que lo juzguen mal su mujer y su hijo por lo que escribe, pues ya tiene un problema muy grande.
–¿En la construcción literaria hay verdades incuestionables?
–No, claro que no. Es la vieja dialéctica entre el fondo y la forma. Coincido con Umbral en que lo que importa es la forma. Cualquier vida humana y situación, por triste, mediocre o vulgar que parezcan, si está bien contada puede ser una maravilla.
–¿Hay autores que envejecen mal? Hay quien piensa la obra de Hemingway no ha resistido bien el paso del tiempo.
–Es posible que Hemingway sintiera fascinación por aventuras que hoy nos pueden parecer un poco ingenuas, pero en todo caso es un gran escritor. Hay que situar a los autores en su tiempo. Ciertas formas de ética narrativa se explican mucho mejor si se atiende al momento en que vieron la luz. Los cuentos de Ignacio Aldecoa, grandísimo narrador y estilista, pueden parecer aburridos si no se inscriben en el franquismo, en una sociedad concreta y bajo unas circunstancias determinadas.
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Enlace de origen : «Cervantes dejaba mucho que desear técnicamente, pero escribió la mejor novela de la historia»