Las escuchas que llevaron a cazar a la ‘reina del hachís del Altiplano’

Las escuchas que llevaron a cazar a la ‘reina del hachís del Altiplano’

Lunes, 9 de diciembre 2024, 00:26

Los investigadores sabían que ahí dentro estaba la ‘magra’. La mercancía tenía que estar escondida en algún rincón de la casa que utilizaban para almacenar el grueso de la droga, ‘la guardería’. Antes de que el sol despuntara, ese 18 de junio agentes de la Guardia Civil, Policía Local y de Policía Nacional de Yecla irrumpieron en el piso de la calle Badalona, en Jumilla.

Entraron por el pasillo; a la izquierda estaba la cocina, y a la derecha el salón de la vivienda. Aquí había otra puerta que daba a otro pasillo. Una habitación a la izquierda, un baño en el centro frente a la puerta de entrada al pasillo, y una habitación a la derecha. Los sabuesos se fijaron en esta última estancia y dieron con el premio gordo. En la habitación había un frigorífico, y dentro, ocultas entre alimentos, se enfriaban 223 placas de hachís que sumaban 30 kilos. Pero había más. En una bolsa de supermercado descansaban otros 18 kilos cuidadosamente empaquetados. «¡Vaya compra del mes han hecho!», pensaría uno de los agentes.

El total, 49 kilos de hachís, una de las mayores incautaciones de esta droga en la comarca del Altiplano en los últimos años. El registro no fue un hallazgo fortuito. Meses de investigación y escuchas telefónicas destaparon una red que operaba en el municipio, y se extendía por Albacete, Alicante y Murcia, utilizando esta vivienda como ‘guardería’ para almacenar droga y evitar tener todos los huevos en el mismo cesto. Para la venta, habían habilitado otra casa con la cantidad justa para la venta.

En el centro de esta trama estaba, supuestamente, una mujer de origen marroquí, de 38 años, la que puede considerarse ‘la reina del hachís del Altiplano’. Para los investigadores, ella coordinaba cada movimiento de la organización y nada se movía sin su consentimiento y su supervisión.

Las escuchas telefónicas y los seguimientos de agentes encubiertos la conectaron con la estructura jerárquica que incluía a colaboradores de confianza como su pareja, de 49 años y de Marruecos, y un lugarteniente, el también marroquí. A. M., de 63 años. Desde su vivienda principal, ‘la reina’ lideraba, presuntamente, las operaciones y en ausencia de su pareja, quien llegaría a España a finales de mayo para asumir un rol más visible, ella gestionaba tanto la distribución al por menor como la logística de abastecimiento a traficantes en otras localidades. A. M., por su parte, utilizaba el piso de la calle Badalona como lugar seguro para almacenar la droga.

En la habitación había un frigorífico, y dentro, entre alimentos, se enfriaban 223 placas de hachís que sumaban 30 kilos

Luego estaba la tercera vivienda en Jumilla, desde donde se realizaba el tráfico de hachís, con un continuo trasiego de personas a lo largo del día, que adquirían directamente las placas de hachís para su posterior distribución en Jumilla y municipios de la Región, Alicante y Albacete.

«Trae cinco plátanos»

Las escuchas telefónicas fueron claves en el desarrollo de ‘Rezino’, tal y como fue bautizada la operación conjunta de la Benemérita, Policía Nacional y Policía Local. El clan marroquí había desarrollado un sistema de comunicación diseñado para confundir a supuestos oyentes no deseados.


Un policía nacional registra una bolsa de súper con 18 kilos de droga.


CNP


A través de códigos y términos, que nada tenían que ver con el negocio, los miembros del grupo coordinaban la compraventa de cantidades considerables de hachís. Frases como «trae cinco plátanos» o «necesito un pantalón de limón» figuran en las conversaciones interceptadas. Estas expresiones, aunque incoherentes para el oyente común, resultaron ser la clave para entender las operaciones del grupo.

Las escuchas telefónicas no solo revelaron los movimientos de la organización, sino también el papel central de la mujer marroquí, quien incluso dictaba instrucciones específicas sobre cómo manejar clientes difíciles o gestionar la calidad de la droga distribuida.

La organización operaba desde varias bases estratégicas en Jumilla. Además del piso de la calle Badalona, la vivienda de ‘la jefa’ servía como centro de control, mientras que los vehículos de los implicados aseguraban el transporte a localidades vecinas como Yecla y Cieza, o Hellín y Almansa.

La supuesta cabecilla de la red, defendida por el abogado Jorge Novella, quedó en libertad tras pagar una fianza

Durante los registros, además de los 49 kilos de hachís, los agentes incautaron 75.000 euros en efectivo, teléfonos móviles, documentación, básculas de precisión y una serie de útiles empleados para el corte y distribución del hachís. En un mueble de la vivienda de la supuesta cabecilla hallaron gran parte del dinero, 46.000 euros, envueltos meticulosamente en plástico.

La culminación de la operación llegó el pasado 18 de junio con la detención de los tres principales integrantes del clan marroquí, junto con otra colaboradora menor. Fueron puestos a disposición judicial en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Jumilla acusados de tráfico de drogas, pertenencia a organización criminal y contra la salud pública. El juez decretó prisión provisional para tres de los cuatro detenidos.

La supuesta cabecilla de la red, que está siendo defendida por el abogado Jorge Novella, quedó en libertad recientemente tras pagar una fianza, mientras que los otros dos detenidos permanecen en prisión. La investigación y la instrucción del caso continúan, aunque la causa ya no se encuentra bajo secreto de sumario y, por el momento, no se han producido novedades respecto a las diligencias realizadas.

Encargos codificados: «Cinco metros de tela» a «1,9 euros»

En la operación ‘Rezino’ contra el clan marroquí desarticulado en Jumilla, las escuchas telefónicas fueron fundamentales para desentrañar el funcionamiento interno de la organización. En las conversaciones interceptadas, que constan en el sumario, al que LA VERDAD ha tenido acceso, los miembros del grupo utilizaban, en apariencia, un lenguaje codificado para referirse a la droga y a su venta. En una llamada en mayo la supuesta cabecilla de la organización recibió un encargo de un cliente que le solicitó «cinco metros de tela». A través de este término, según los investigadores, estaba pidiendo medio kilo de hachís:

– Cliente: Oye, soy yo ‘X’, pero sabes quién soy, ¿sí?

– Ella: Sí, sí.

– C: Me ha llamado un amigo y me ha dicho que si tienes cinco metros de tela.

– E: ¿Cinco de tela?

– C: Sí.

– E: Eh, pero ahora no, para mañana sí.

– C: Vale, ¿y cuánto le costaría?

– E: Pues para ti, a uno nueve.

– C: A uno nueve. Mmmm, venga vale.

En este intercambio, «cinco metros de tela» hacía referencia a la cantidad de droga solicitada, mientras que «uno nueve» corresponde al precio acordado por el medio kilo de hachís. La conversación revela, según los investigadores, que la organización incluía ventas tanto a consumidores finales como a distribuidores.

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