La realidad y el mito de Sylvia Plath

La realidad y el mito de Sylvia Plath

María Herrera Giménez

Doctora en Psiquiatría

Sábado, 14 de diciembre 2024, 07:24

Sylvia Plath (Boston, Estados Unidos, 1932-Londres, Reino Unido, 1963) era brillante en los estudios. Solo tenía 8 años cuando su padre falleció. Se dedicaba ya en aquel tiempo a lo que se había convertido su pasión: escribir. Su sentimiento de traición cuando muere el progenitor aparece en muchos poemas. Los premios y publicaciones de poesía fueron una manera fácil de ganar la aprobación, aunque en el fondo era una iconoclasta y deseaba la libertad personal. Toda su vida lucharía para reconciliar estos dos instintos enfrentados que, a veces, la hacían sentir, como escribe textualmente en su diario, «como una esquizofrénica».

En octubre de su primer año de universidad [la Universidad Smith, una de las primeras universidades femeninas de Estados Unidos, con gran prestigio] padeció una depresión con una intensa melancolía. En esos años un patrón vital empezaba a ponerse de manifiesto: en los periodos de mayor estrés intenso, su cuerpo tendía a debilitarse, hasta el extremo de enfermar físicamente.

Su miedo al paso del tiempo se impregna en su diario. En las cartas a Aurelia disfrazó las crisis emocionales hablando de la intensa carga de tareas, falta de sueño y largas horas de estudio en la biblioteca. Estas cartas marcaron una pauta literaria que caracterizaría la vida de la escritora, todo lo amenazador y maligno fue exorcizado en su diario, mientras que las cartas a su madre eran optimistas y luminosas. Empezó a tener citas con un estudiante de Medicina en Harvard llamado Dick, con él estableció una relación que le producía mucha inestabilidad emocional. Debido a estos sentimientos ambivalentes sufrirá una depresión grave; quedar con Dick le producía severos conflictos emocionales. Su estado depresivo le llevó a cuestionarse incluso su talento para escribir. El miedo a perder su talento para siempre la asaltaría con frecuencia en el futuro. Tenía una relación mediante correspondencia con un admirador, Eddie. En ese tiempo le escribió, de hecho, una carta en la que le contaba que creía sufrir esquizofrenia y complejo de inferioridad. Le preocupaba mucho padecer esquizofrenia. Escribirá entonces en sus diarios: «Puedo escoger estar siempre activa y feliz o ser pasiva, introspectiva y estar triste, o volverme loca, pasando de un estado a otro».

Sylvia Plath necesitaba escribir, afirmar su vida a través de la creatividad. Y la gran pregunta es: ¿Podría someterse a las necesidades del matrimonio si ello suponía dejar a un lado el arte?

Extraña en Manhattan

Finalmente rechaza a Dick, se traslada a Nueva York, invitada por la redacción de ‘Mademoiselle’ como editora. Pasaría 36 días que cambiarían su vida para siempre. Su estancia en Nueva York resulta una gran decepción, le pareció un ambiente frívolo y superficial. Tuvo alteraciones de comportamiento y protagonizó algún episodio extraño. La insensibilidad y promiscuidad de la ciudad la habían dejado estupefacta. Este mes decepcionante en Manhattan la hizo sentirse fracasada, se deprimió mucho. Quería escribir su tesis sobre Joyce, si bien pese a su esfuerzo no podía lee el ‘Ulises’. En su cabeza cada vez tomaba más fuerza la idea del suicidio. En su diario escribe: «Tuviste una visión de ti misma en la que estabas amordazada con camisa de fuerza. Asesinaste a tu madre y destruiste el edificio del amor y del respeto por ti que otras personas construyeron en su corazón durante años».


‘La campana de cristal’. Objeto intervenido.2024.


Miriam Martínez Abellán

Imagen - 'La campana de cristal'. Objeto intervenido.2024.

Comenzó a visitar a un psiquiatra, el doctor Thornton, que le diagnosticó un episodio depresivo severo para el que era imprescindible tratamiento farmacológico. El 24 de agosto se toma 48 somníferos; la encontró casualmente a los dos días su abuela al hacer la colada. Su familia y amigos se volcaron con ella para intentar ayudarla, su madre recibía cartas por decenas.

Aurelia se sentía muy inquieta por su hija: aunque viva, seguía muy enferma psíquicamente. Los médicos decidieron trasladarla al pabellón psiquiátrico del hospital general de Massachusetts. Según las observaciones y notas clínicas de su psiquiatra de referencia durante la hospitalización, Sylvia no hablaba, estaba furiosa con su madre. Sus cambios de humor o ánimo eran muy extremos: o estaba eufórica, o estaba deprimida, con muy poco tiempo de diferencia entre ambos estados. Durante su hospitalización recibió sesiones de TEC, curas de insulina, sesiones de psicoterapia y terapia ocupacional. Tras el alta en enero, Sylvia empezó a funcionar desde el punto de vista académico y creativo mejor que nunca, volvía a escribir, publicar y ser la estudiante brillante que había sido siempre. El próximo curso terminaba su grado en Smith y tenía intención de hacer un postrado.

Escribió su tesis doctoral sobre el doble: ‘El espejo mágico; un estudio del doble en dos novelas de Dostoyevsky’. Según la opinión de su tutor, «una obra maestra». Pero un trabajo de 1951 sobre el dualismo de Thomas Mann fue su primera exploración académica sobre la duplicidad. Se graduaría con la mención ‘Summa Cum Laude’ de máximas calificaciones.

También ese verano le concedieron una beca Fullbright para estudiar literatura en la universidad de Cambridge. El 14 de septiembre se embarcó en el Queen Elisabeth II que partía rumbo a Inglaterra. Estuvo en Londres hasta el 1 de octubre y en esta fecha se trasladó a Cambridge. Enseguida comenzó a odiar el clima de Cambridge, la temperatura era mucho más baja que la de Boston. Conforme asistía a las clases comenzó a sentirse ansiosa, se sentía una ignorante en determinados periodos de literatura. Pensaba que no sabía nada de autores clásicos ingleses del siglo XVI, XVII y XVIII. Sylvia se vuelve a adentrar en la melancolía, conforme iba avanzando el mes y el frío británico se volvía más extremo, se sumergía en una depresión que la consumía. A final de febrero comenzó a sufrir insomnio. Bebía a menudo en su habitación a solas.


‘Creo que te inventé en mi mente’. Collage, 2024.


Miriam Martínez Abellán


«Lo peor que puede pasar»

Una noche acudió a una fiesta que organizaba una revista, allí conoció a Ted Hughes, ella lo quería conocer, pues había leído sus poemas quedando muy impactada. Lo vio en mitad de la sala «Ese chico alto, de pelo oscuro, guapísimo. El único lo bastante formidable para mí», era el mayor seductor de Cambridge. Tal y como escribió años más tarde en su diario, «ocurrió lo peor que me ha pasado en la vida». Escribía de él en sus cartas, diarios y poemas. En las cartas a su madre lo halaga con entusiasmo: «Se sabe todo Shakespeare de memoria, tiene una voz como el trueno de Dios…».

Un intenso romance que culmina en boda a los cuatro meses, el 16 de junio de 1956, fecha no casual pues era el Bloomsday, día del ‘Ulises’. La única invitada fue Aurelia. Sylvia temía que le retiraran la beca alegando que el matrimonio podría distraerla. Estuvieron unos días en París y posteriormente fueron a Madrid, donde estuvieron tres días y más tarde se trasladaron a Benidorm.

Ted se haría muy conocido, la imagen publica de Sylvia queda relegada a ser la mujer de Ted Hughes. Ella se vería envuelta en un torbellino infernal de clases y corrección de exámenes. Se sentía marginada en la facultad y ansiosa por poder dedicarse a la escritura; su nivel de angustia se acrecentaba sin control. El sentimiento de inferioridad la dominaba y hundía. Conforme su estado emocional empeoraba dependía cada vez más de su marido.

A finales de marzo de 1960 nació su primera hija: Frieda Rebecca, en honor a la hermana de su padre. En su primera salida pública salieron los dos con Frieda a una marcha contra la bomba atómica.

Tras la boda con Ted Hughes estuvieron en París y después en Madrid, donde permanecerán tres días; más tarde se trasladan a las playas de Benidorm

Escribe por entonces la novela ‘La campana de cristal’, de gran contenido autobiográfico. La protagonista en Manhattan se siente espectadora de su propia vida, no tiene capacidad de disfrutar y poco a poco se va fraguando la depresión. En ella investiga la conexión entre locura y represión. Esta novela trata la salud mental como pocas, mira cara a cara el permanente perfeccionismo e insatisfacción, así como la necesidad de ser amada de su protagonista, el estigma de la salud mental en relación a la depresión y el suicidio. El título es la metáfora de estar encerrada en una campana de intenso sufrimiento que nadie ve a su alrededor, pero de la que no puede escapar y te aísla del mundo: «Para la que está en la campana de cristal, inerte, como un bebé muerto, el mundo es una pesadilla». Refleja muy bien todos los muros que construían a las mujeres en ese momento: «El problema era que odiaba la idea de servir a los hombres en todos los sentidos, quería dictar mis propias cartas apasionantes». Un profundo y conmovedor relato que condensa todo el mecanismo interior que define su compleja vida psíquica, siempre bordeando la depresión que, finalmente, la llevó al suicidio con 30 años. En enero de 1962 nació su hijo Nicholas, a quien Ted trata de forma arisca.

En el mes de mayo de 1962 publica su poemario ‘El coloso’, la acogida en las revistas y periódicos literarios fue escasa. Ningún diario importante del ámbito nacional lo mencionó jamás. En cambio, las frecuentes apariciones de Ted Hughes en la BBC habían hecho aumentar se éxito. Con frecuencia viaja a Londres. Sylvia sospecha que le está mintiendo.

Una tarde en la que se vio invadida de odio encendió una hoguera y echó muchas cartas que su madre le había escrito durante años, así como poemas de Ted.


‘Morir es un arte’. Collage, 2024.


Miriam Martínez Abellán


Abandono

Ted acabaría marchándose para siempre. Le dirá que lo que odia es vivir con ella. Ella comenzó a escribir poemas a un ritmo muy elevado como si escribir fuese lo único que pudiese hacer para afrontar la separación. Durante esta época firma parte de sus versos más descarnados, muy intensos y violentos. Es el periodo más creativo para ella, rompe su apariencia de perfecta ama de casa y salen imágenes brutales relacionadas con su vida personal, son poemas feroces y desgarradores. Son los que la harán famosa.

El 5 de febrero termina de escribir ‘Edge’: poema de gran belleza lírica en el que se describe a una mujer muerta junto a sus hijos, también muertos. La perturbadora realidad de estos versos es evidente: la mujer se ha suicidado. Fue el último poema escrito por Sylvia. Dejó el poemario ‘Ariel’ terminado con un orden determinado, ahí explora el trauma familiar, los problemas de pareja y los celos. El lenguaje que emplea se vuelve breve y cortante, inventaría un nuevo lenguaje para la ira femenina. Su comportamiento era ya alarmante, el día 4 de febrero se le recetaron antidepresivos, IMAO, ante la grave situación clínica que presentaba.

«Antes que la esposa modélica, la madre amante, soy poeta, y eso me enfurece y me salva la vida», llega a decir Sylvia Plath, que se suicida en febrero de 1963

El médico que la trataba intentó buscar una cama en el hospital, pero en plena ola de frío los hospitales estaban colapsados. Toma la decisión de quitarse la vida. Una noche en su apartamento preparó un plato de pan con mantequilla y dos tazas de leche, los dejó en la habitación de Frieda y Nicholas. Después abrió la ventana del cuarto de los niños; a continuación, selló las ranuras de la puerta de la habitación con toallas y puso cinta en la parte de arriba y a los dos lados. Una vez los niños estaban protegidos bajo a la cocina. El 11 de febrero de 1963, en plena hora azul, el momento de la mañana en el que escribía sus mejores poemas, abrió el horno, dobló un paño en el que descansó su mejilla y abrió el gas, se arrodilló y apoyó su cara en el interior del horno. Sus hijos crecerían bajo el resplandor de una luz brillante. Ted supervisó la edición de su obra, y destruyó los cuadernos de sus últimos años de vida para que los críos no los leyeran.


‘Tengo un yo que recobrar’. Collage, 2024. Esta obra fue realizada con papeles antiguos de la época y tres fotografías de Sylvia Plath superpuestas en diversos


ángulos. Miriam Martínez Abellán

«Antes que la esposa modélica, la madre amante, soy poeta, y eso me enfurece y me salva la vida», llega a decir Sylvia Plath. En 1981 se publica toda su poesía completa ganando a título póstumo, en abril de 1982, el mayor honor de la comunidad literaria: el Pulitzer.

Ilustraciones de Miriam Martínez Abellán: «El collage encaja muy bien con la personalidad de la escritora; poliédrica y en constante reinvención»

(Cieza, 1978). En esta especial colaboración para ‘Ababol’, la artista visual y docente residente en Murcia utiliza la técnica del collage, «que encaja muy bien con la personalidad de la escritora; poliédrica y en constante reinvención». «Los estratos de fotografías biográficas me ayudan a recrear una imagen más totalitaria de su identidad esencial», asegura la creadora. «Sus poemas me resultan conmovedores y brillantes, sostenidos por una fuerza sobrecogedora. Deseos de huida a la vez que de valentía para afrontar el destino. Esta sensación me lleva al uso del granate, color transversal a todas las composiciones». Martínez Abellán es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Murcia y diplomada en Piano por el Conservatorio Superior de Música Manuel Massotti. Combina su trabajo como profesora en la Enseñanza Secundaria con la creación y la divulgación artística y cultural a través de talleres, conferencias, labores de comisariado y diseño gráfico. Su obra se ha mostrado en Berlín, Londres, Bruselas, Dublín, Edimburgo y Bari. Su estudio se encuentra en el centro de Murcia.

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