«Me preocupa la ancianidad, perder la libertad que da la independencia física»

«Me preocupa la ancianidad, perder la libertad que da la independencia física»

Domingo, 15 de diciembre 2024, 00:13

Aunque dice que no le gusta desconcertar ni epatar, Alaska siempre lo consigue. La cantante, de 61 años, musa de la Movida, cuenta su vida, y lo hace saliendo del armario varias veces. En un documental que se estrena hoy en Movistar Plus+, producido en colaboración con Shine Ibérica, Alaska reconoce que es bisexual, acepta ser grabada cuando le quitan las vendas tras una operación de cirugía estética, admite que se ha arruinado varias veces y cuentas sus amores, a veces tormentosos. A lo largo de tres capítulos, la producción ‘Alaska Revelada’ disecciona su vida, desde su infancia en México hasta ahora. La vocalista de Fangoria habla a tumba abierta sobre salud, dinero y amor, sin perjuicio de abordar sus incursiones en las drogas, sus experiencias místicas con el LSD y su adicción a la comida.

–¿Sigues siendo punk y conservando el espíritu transgresor?

–Sí, el punk se resumía en los lemas «háztelo tú mismo» y «si lo que hay no te gusta, créalo». Pero no hablaría de transgresión, que no está en uno, sino en la mirada de los demás. Hacer algo por transgresión o por epatar es una tontería.

–¿Sigue siendo punk y conservando el espíritu transgresor?

–Sí, el punk se resumía en los lemas «háztelo tú mismo» y «si lo que hay no te gusta, créalo». Pero no hablaría de transgresión, que no está en uno, sino en la mirada de los demás. Hacer algo por transgresión o por epatar es una tontería.

–¿Qué se siente al verse en el Museo en el Reina Sofía? Lo digo por el cuadro de Guillermo Pérez Villalta en que aparece.

–Pues no es mal lugar, sinceramente. El Prado ya me queda muy lejos, de momento. Entre eso y la foto que Andy Warhol me hizo, estoy muy bien posicionada, no tengo nada que objetar.

Los mánager y el amor

–¿Qué tal le ha ido en el terreno amoroso?

–He tenido lo que me merezco. No viene ahora al caso quejarse de por qué me enrosqué en aquella relación que no iba a ningún lado con Ignacio ‘Pito’ Cubillas, mi entonces mánager. Tampoco merece la pena lamentarse por no haberlo dejado dos años antes con Pedro Pastor. [También fue su representante]. No fue culpa ni de Pito ni de Pedro, fue culpa mía. Pero qué bien que lleve 25 años con una persona, Mario Vaquerizo, y que no tenga la menor intención de que esto acabe.

–¿Y por qué convierte a sus parejas en sus representantes?

–Creo que porque no sabría vivir con alguien que no comparte mi mundo. Con Mario fue al revés. A mis novios anteriores sí los convertí o se convirtieron ellos de forma natural en mis mánager. Mario no, él ya trabajaba conmigo y nos enamoramos.

–Dice haber encontrado el camino espiritual y químico. ¿A qué se refiere?

–Cuando hablo de espiritualidad hablo de religión, pero también de filosofía. Para mí todo es un conjunto a en el que incluyo a Marco Aurelio, el dios hindú Ganesha y la Virgen de Guadalupe. También he tenido una actividad química con sustancias enriquecedoras para el espíritu que me han ayudado a abrirme, hacerme sentir bien y situarme en un determinado momento en niveles espirituales y filosóficos. He ido a Delfos, al santuario más sagrado de la antigüedad, y he pasado por los misterios de Eleusis, que era lo que hacían los antiguos griegos una vez en la vida para cuestionarse y supuestamente encontrarse.

–¿Se refiere al LSD?

–Sí, en ese caso sí. Y previamente el éxtasis, que es una vía también muy liberadora de los complejos y que ayuda a sentirse bien con uno mismo. Para mí no son drogas recreativas. Esto no es una recomendación, cada uno debe encontrar su camino.

–Creo que en esas experiencias debe haber un vigilante.

–Eso ocurre en otro tipo de ritos, con la ayahuasca y el peyote, por ejemplo. No sirvo para un viaje guiado, necesito ser mi propia guía, asumiendo todas las consecuencias y los peligros que eso tiene.

–Las drogas, como la cocaína y heroína, hicieron estragos en la sociedad española y particularmente en los músicos y artistas, como las que acabaron con su querido Carlos Berlanga. Usted en cambio nunca se enganchó a la cocaína y la heroína.

–Sí, pero no tiene ningún mérito. No me gustaron ni me interesaron nada, y menos por lo que hicieron con mis amigos. No pretendo una medalla al mérito a la reflexión.

Homenajes

-¿La comida es para usted una droga?

–La comida es para mí una adicción. A veces me doy un homenaje, que es la terminología que usaban mis amigos yonquis de los ochenta para decir que iban a pillar. Los viernes me doy un homenaje, el lunes me digo que voy a parar y ya por la tarde reconozco: ¡ay, qué pena, me ha fallado la voluntad! Es así.

–¿Y no toma alguno de nuevos los medicamentos surgidos contra la obesidad, como el Ozempic?

–No, porque tengo un principio muy leve de epilepsia y el Ozempic está contraindicado para casos como el mío. Ni se me ocurre tocarlo.–Al principio del documental se ve un libro de Cicerón sobre la vejez. ¿Le preocupa?

–Me preocupa mucho, pero no lo que llamamos vejez, sino la ancianidad, que es un reto muy complicado en la sociedad actual. Te puedes morir de golpe, pero lo normal es irse deshaciendo, y en ese proceso se puede perder la libertad, la libertad que se tiene cuando se es independiente físicamente.

–¿No le dio pudor aparecer convaleciente en una clínica tras hacerse una operación de cirugía estética?

–Estaba previsto que Enrique Monereo me operara en marzo. Los autores del documental pensaron que era importante para el relato que se pretendía contar y que abordaba la salud y la propia imagen. Me dijeron que deberían grabarlo. Y dije: «si a Enrique no le importa, a mí tampoco». No me enteré de nada porque estaba anestesiada, era un cuerpo inerte.

–¿Seguramente le recriminarán la cirugía con el argumento de que hay que aceptarse tal como uno es?

–No creo en eso, quien piensa así que no lea ningún libro ni vea ninguna película ni tenga amigos interesantes. Todo te nutre y todo te convierte en algo. Es el yo y las circunstancias. Una cosa es la aceptación y otra la construcción, y entre la aceptación y la rebeldía hay una cosa que no tiene nada que ver ni con lo uno ni con lo otro, y es cómo me veo yo en virtud del constructo mental que me he hecho. Tal y como me veo yo por dentro, quiero que me veas tú.


Alaska, con su madre América (primera por la derecha) y los padres de Mario Vaquerizo.


R. C.


–¿Se considera feminista?

–Si ser feminista es llevar una pancarta y tener que suscribir una serie de normas, no. Si ser feminista es creer en la absoluta igualdad de derechos, oportunidades y obligaciones de hombres y mujeres, soy absolutamente feminista.

– Cuando escucha eso de que el dinero no da la felicidad, ¿qué piensa una mujer como usted que se arruinó por culpa de Pito?

–Todo el mundo sabe que el dinero es importante. No es lo mismo estar enfermo con dinero que sin dinero, poderte pagar un cuidador que no podértelo pagar. Lo ideal sería que tuviéramos todas nuestras necesidades cubiertas. Luego, si esos imperativos están satisfechos, cada uno tiene su forma de entender la vida.

–¿Da a entender en la serie que su madurez ha sido mejor que su juventud?

–Totalmente. Ya ves tú, tuve una juventud maravillosa, hice lo que quise, construí mi mundo, hice mis grupos, vivía de lo que quería. A los 17 años ya era independiente. Pero quizá no estaba bien.

Y políticamente, ¿dónde se coloca?, ¿es de izquierda o de derechas?

–En tierra de nadie, soy una desgraciada. No puedo estar en ningún sitio. No hay un dogma que me represente. Cuando llegué a España desde México, no pude votar hasta que tuve el pasaporte en 2011. En las elecciones correspondientes, para mi horror, no me sentía capaz de votar un programa electoral, dado que la mitad de las propuestas no me convencían. Ni de aquí, ni de allá. Con esto de la izquierda y la derecha, hablamos en términos del siglo XIX.

–¿Usted emigró de México a España? Su padre era un republicano exiliado y afincado en México. ¿Qué piensa cuando se criminaliza y se equipara al migrante con un delincuente?

–Bueno, hay emigrantes delincuentes y emigrantes que no son delincuentes. Igual que hay hombres que son unos hijos de puta y otros que son un amor. No se puede generalizar. Yo soy de aquella generación de emigrantes que lo que hacían era traer dinero porque aspiraban a crear una nueva vida. Es muy distinto. Pero sí, soy hija de un refugiado político y de una mujer que nunca pudo volver a entrar en su país, Cuba. Hay gente que se está deslomando y cubriendo muchos puestos de trabajo que nadie quiere. Y eso es una realidad aquí, en Estados Unidos y en cualquier país del mundo.

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