Muere Marisa Paredes, la gran dama de la interpretación

Muere Marisa Paredes, la gran dama de la interpretación

Martes, 17 de diciembre 2024, 08:33

Luto en el cine español. La actriz Marisa Paredes ha fallecido este martes a los 78 años de edad. Así lo ha comunicado la Academia de Cine en una entrada en su cuenta de X donde recordaba que la intérprete madrileña fue presidenta de la institución entre 2000 y 2003 y que recibió el Goya de Honor en 2018. Fue en aquella ceremonia en la que, dirigiéndose al ‘cabezón’, pronunció la divertida frase de «por fin nos vemos las caras tú y yo» pues el galardón se le había resistido durante años.

Paredes, nuestra gran dama de la interpretación, deja tras de sí una ingente obra, llena de verdad y mujeres fuertes, desgarradas, pasionales y enigmáticas a las que dio vida en más de 75 películas y más de 80 producciones televisivas, pero siempre con un pie sobre las tablas, donde participó en alrededor de quince obras y cosechó algunos de sus más rotundos éxitos.

Hija de Petra, portera de finca urbana; y de Lucio, empleado de Cervezas El Águila, Marisa Paredes (Madrid, 1946) parecía destinada al mejor futuro que sus padres soñaron para ella: hacerse secretaria. Pero a los 11 años la pequeña se puso en huelga de hambre, les dijo a sus padres que iba a ser actriz y su tesón les acabó doblegando. La sacaron de la escuela a los 12 años y debutó en el cine a los 14 con ‘Esta noche tampoco’, de José Osuna, y ‘091 Policía al habla’, de José María Forqué. Fue el primer peldaño de una trayectoria profesional que solo hoy, con su fallecimiento, ha quedado truncada. Al año siguiente, debutaría en teatro, actuando con la compañía de Conchita Montes como meritoria y al mismo tiempo comenzaría a trabajar en ‘Estudio 1’, el mítico espacio de teatro televisado de TVE y que ella consideraba su gran escuela, donde encarnaría a personajes salidos de las plumas de Ibsen, Shakespeare, Chejov o Neville.

Fue Paredes una de esas intérpretes que comenzó desde abajo, si bien siempre tuvo dos elementos a su favor: un porte elegante y distinguido, que hacía de cada gesto y de cada silencio toda una revelación, y una voz de contralto que aportaba hondura y todo tipo de matices a sus líneas de diálogo. Así, en las décadas de los sesenta y los setenta, comenzó a foguearse interpretando papeles secundarios en filmes muy dispares: desde ‘El mundo sigue’ (1965), la película maldita de Fernando Fernán Gómez, hasta una comedia de la etapa adulta de Marisol, ‘Carola de día, Carola de noche’ (Jaime de Armiñán, 1969), pasando por un spaguetti wéstern como ‘Requiem para el gringo’ (1968).

Pero fue ‘Ópera prima’, el debut en el largometraje de Fernando Trueba en 1980, la cinta que supuso un punto de inflexión en la trayectoria de la actriz, que ya comenzaba a despegar. Cinco años antes había dado a luz a su única hija, fruto de su relación con el director de cine Antonio Isasi-Isasmendi. Trueba no sería el único director que debutaría con toda una Marisa Paredes en su elenco actoral. Ahí está Agustí Villaronga, que la escogería para dar vida a Griselda en ‘Tras el cristal’ (1986).

Después vendría su consagración como ‘chica Almodóvar’, cineasta con el que había colaborado tres años antes, por vez primera, en ‘Entre tinieblas’. Hasta en seis películas del director manchego participó la actriz, que fue la diva Becky del Páramo en ‘Tacones lejanos’ (1991) y la escritora Amanda Gris de ‘La flor de mi secreto’ (1995), filme este último por el que fue nominada al Goya a la mejor actriz protagonista. La fructífera colaboración con el cineasta continuó en ‘Todo sobre mi madre’ (1999), ‘Hable con ella’ (2002) y ‘La piel que habito’ (2010).

Decía Paredes que no tenía «una preferencia concreta» acerca de los registros que le tocaba abordar y que todos ellos le aportaban experiencia y la enriquecían. Trabajar con Almodóvar le abrió las puertas al mercado internacional, una invitación que la actriz supo aprovechar. Así, participó en producciones tan emblemáticas como ‘La vida es bella’ (1997), de Roberto Benigni, y ‘Profundo Carmesí’ (1996), de Arturo Ripstein, pero también trabajo también con realizadores de la talla de Guillermo del Toro, Amos Gitai, Daniel Schmid, Raoul Ruiz, Alain Tanner, Cristina Comencini o Manoel de Oliveira. «La vida de una actriz es como un tiovivo, como la ruleta de la fortuna. Yo he tenido la fortuna de que muchos directores confiaran en mí y ellos han tenido la suerte de que yo también confiara en ellos», señaló al recoger de manos de su hija y del director Agustí Villaronga el Goya de Honor de una Academia a la que dedicó tres años de su vida, el último en la gala del ‘No a la guerra’ de Irak de 2003: «He dado discursos, algunos conflictivos, como aquel, que hoy volvería a repetir». «Este oficio se trata de tomarlo con absoluto rigor y seriedad. Necesita entrega, coraje, fuerza, que no te venza el desaliento», reflexionaba entonces en una entrevista para la revista de la Academia de Cine con motivo de este mismo premio.

Decía la actriz que los años le habían traído sobre todo «serenidad». «Las personas tienen tendencia a verte a través de los personajes que has sido, y es lógico. Pero cuando te haces mayor, ya no quieres disimular, quieres que se te vea a ti, la real, por encima de todo. Y dices las verdades como las sientes, o te las callas. Hay menos medias tintas. Claro, pierdes también gran parte de la ambición que te empuja cuando eres joven a trabajar de una manera feroz, a no rendirte jamás, a no decir nada que te pueda cerrar puertas… Esa ambición no la tienes, porque ya has trabajado muchísimo y lo que buscas es un respiro. La vida se vive con mucha menos presión», se sinceraba entre las páginas de Mujer Hoy en 2018.

A pesar de que siempre había sostenido que la profesión era su vida, la actriz entonces negaba la mayor. «Actuar ya no es toda mi vida. La vida es algo mucho más amplio. Y la interpretación precisa y demanda muchas horas y mucha dedicación. Tiene que ver con el alma, con lo que sacas de ella, con lo que remueves. Y eso es muy cansado. Despertarse muy temprano también lo es. Y estar horas y horas esperando, que es algo que ocurre en las películas. La vida tiene mucho más. Como ves, si lo dije… estaba equivocada», señalaba. Pese a todo, Marisa Paredes nunca dejó de trabajar, prueba de ello es que este mismo año participaba en dos episodios de la serie ‘Vestidas de azul’ y ponía voz al cortometraje ‘Avetimología’. Deja pendiente un estreno, ‘Emergency Exit’, de Lluís Miñarro, que se encuentra ahora en postproducción.

Premio Nacional de Cinematografía, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y Gran Medalla Vermeil de la Villa de París, Paredes participó hace unos meses en la Memoria Colectiva del Cine Español donde concedía una entrevista en profundidad sobre su carrera. «La libertad, la educación y la cultura son fundamentales para la vida de la gente. Es lo que queda. El arte es lo que permanece», aseguraba. Y su trabajo es el perfecto ejemplo de ello.



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